Cuando todo gira en torno al balón

Cuando todo gira en torno al balón

La tribuna

Cuando todo gira en torno al balón

El estilo de juego para muchos es secundario, lo importante es ganar. Para otros, el estilo de juego es lo único que nos puede hacer disfrutar e, incluso, ganar

23 marzo, 2024 10:45

Es curioso que el fútbol es el único deporte (dicho así rápido, sin pensar demasiado y sin la ayuda de Google) en el que el objeto sobre el que gira no es imprescindible para lograr tus objetivos. Así de crudo.

Me explico: en baloncesto, el tiempo de posesión del balón, esos 24 segundos, tienen como objeto trazar una jugada que acabe en canasta; en balonmano, si no atacas te pitan "pasivo"; en fútbol americano, perder el balón significa perder la posibilidad de anotar. En el fútbol, en cambio, puedes desprenderte del esférico, regalarlo al rival y construir toda tu filosofía de juego en estar el menor tiempo posible en contacto con él para buscar la victoria.

Ejemplos hay múltiples en la historia del fútbol; sin ir más lejos, y exagerando la propuesta, Rafa Benítez promulgaba que el Celta no estaba preparado para ser el dueño del balón. Inciso, ser el dueño del balón, desde que eres pequeño, te da un poder sobrenatural sobre los demás, te entrega la posibilidad de dictar las normas, de elegir quién sí y quién no puede jugar y, en caso de enfado, agarrarlo e irte a tu casa.

Muchos partidos, el Celta decidió abstenerse de poseer el objeto sobre el que gira el fútbol. La propuesta, de hecho, era casi la contraria: salir al contragolpe, en los menos toques posibles, para lograr marcar. Muy respetable, por supuesto, como cada una de las tácticas elegidas por cada equipo y entrenador para ganar, ya que la victoria es, al fin y al cabo, el fin de la disputa de los 90 minutos.

A mí, en cambio, se me hace raro. Se me hace extraño eso de la desposesión, lo de no aprovechar el usufructo del balón durante el tiempo que se encuentra sobre el césped; el uso y disfrute temporal de una posesión. Aquí, me toca aplicar una expresión que, desde siempre, he odiado, pero no me queda otra: lo entiendo, pero no lo comparto.

A saber qué logrará o no Claudio Giráldez, pero parece que el celtismo ha encontrado en él una propuesta que siente como propia, la misma que lanzaba Aspas en el túnel de vestuarios, la que el propio técnico destacó en rueda de prensa: ser protagonistas a través del balón. En Sevilla se vio eso, un equipo que gestionaba, mejor o peor, con más o menos acierto, la posesión para tener la posibilidad de decidir qué hacer con él e ir trasladándolo, paso a paso, hasta la portería rival.

"Le quema el balón", se dice del futbolista nervioso o poco agraciado a la hora de tenerlo entre los pies. A este Celta, al menos el del Pizjuán, lo que le ardía por dentro era no tenerlo. Sobre el césped, los que vestían de rojo visitante disfrutaban de jugar con él, de ser sus dueños para tomar decisiones, y no esperar a que el rival no supiese qué hacer.

Esa propuesta es la que me identifica, la que me hace sentir orgulloso y disfrutar de ver a mi equipo, más allá de la victoria o del resultado final de la temporada. Esa idea, además, ejecutada por gente de la casa. Poco más se le puede pedir a este Centenario que parecía avocado al desastre y al olvido; ojalá sea el año que el Celta recuperó el balón y el protagonismo. Y todo gracias a un chico de 36 años de O Porriño, lo que da más lustre a la ensoñación.

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