En el ADDA Simfònica de Alicante la mano que mece la cuna nunca es baladí
Magistral demostración la que se llevó a cabo el pasado sábado 7 de mayo en el Auditorio de Alicante, de la sorprendente variabilidad y cambios de la potencia, brillantez e impactante sonoridad de una misma orquesta, integrada por maestros de suprema y reconocida calidad artística, dependiendo de la batuta que se encarame en la tarima. Y es que la mano que mece la cuna nunca es asunto baladí.
En el coso alicantino se experimentó palpablemente esta auténtica y cruda verdad, en sus dos actuaciones con escasamente una semana mediante.
En la primera de ellas, un público asombrado, por no decir estupefacto, asistió y pudo comprobar cómo su orquesta, su venerada ADDA Simfònica, realizaba esfuerzos buscando infructuosamente "su" sonido, la potencia y profundidad que requiere un Brahms, siendo coartados por una mano que, parece ser, no pudo, ni supo comprender la peculiar personalidad y particular idiosincrasia de esta magnífica formación, lo que dio como resultado un terrible desencuentro.
Por el contrario, y para alivio y tranquilidad de sus acérrimos seguidores, en el segundo de sus conciertos, tan sólo una semana después, lograron resarcirse del eventual y anecdótico tropiezo. Al frente, su director titular, el inefable Josep Vicent, con el que parecen estar en comunión verdaderamente espiritual, especie de influjo telúrico más allá de la puramente técnica y musical.
Actuación cósmica
Y de cósmica y astral podríamos denominar esta actuación. Se abrió la noche con un mágico Dvorak, compositor profundamente vinculado y comprometido con su Bohemia natal, a la par que Smetana, y sin embargo, considerado uno de los grandes creadores de finales del XIX de la música mundial.
La Obertura Carnaval Op. 92 fue escrita en 1891 y forma parte de la trilogía Naturaleza, Vida y Amor, correspondiéndose con la segunda, Vida. Es una pieza de exquisita brevedad, pero no por ello, menos grandiosa. Una partitura que requiere de especial uniformidad en la calibración y empaste sonoro de todos y cada uno de los instrumentos, para proyectar un todo homogéneo, sin caer en el barullo y, asimismo precisa de una sección de maderas de calidad. Y aquí es dónde se puede afirmar que ADDA Simfònica posee un arsenal y está construida con "maderas nobles y preciosas", difícilmente asequibles a cualquier presupuesto.
Luz y agradecimiento
Tras tan deleitable apertura, el público entró en otra dimensión sensorial, y expectante acogió el regreso de su hija pródiga, la internacionalmente premiada y reconocida flautista Júlia Gállego, que, parafraseando sus propias palabras, siempre nos trae "un mensaje de ánimo lleno de luz y agradecimiento". Y esto último es lo que siempre sentimos al escucharla.
Concertista de grandes tablas, irrumpió en escena portando esa singular y personalísima flauta de madera, de exquisita elegancia y proverbial sensibilidad. Se abordó el Concierto Exprés del ecléctico y prolífico compositor catalán Joan Albert Amargós, presente entre el público.
La obra, como su título indica, es de escasa duración, y su principal característica está basada en el mestizaje de estilos, con pasajes jazzísticos y evidentes guiños al ritmo de bulerías, presentando una gran dificultad técnica para el solista. La Gállego mostró su extensa gama de matices sonoros y expresivos, recreándose en los pasajes solistas con inmensa emotividad.
El auditorio quedó subyugado por la luminosidad y calidez de su sonido, de emisión extremadamente cuidada y etérea, pero, sobre todo, ante la compenetración alcanzada entre solista y director, la maravillosa empatía de esa flauta divina con la orquesta que la sustentaba, que se intuyó totalmente entregada en arropar a su concertista, consiguiendo un perfecto ensamblaje de todas las fuerzas concertantes.
Trance místico
Y el colofón estelar se alcanzó viajando por Los Planetas. Inesperadamente, el cielo adquirió tintes plomizos con la llegada de Marte, y el público pareció entrar en una especie de trance místico. Esta famosísima obra, la más aclamada de su compositor es, en palabras del maestro Josep Vicent, de una extrema dificultad técnica desde el punto de vista de la dirección, a pesar de presentar su partitura, en una primera lectura, tremenda "impronta de sencillez", que no se corresponde con la realidad de la interpretación.
Esta se va complicando a medida que se pretende transportar y plasmar en sonido lo escrito en el papel, ya que Holst llevó a todos y cada uno de los instrumentos orquestales al límite de sus posibilidades. Rítmicamente, dificultan su precisa dirección, los continuos cambios de tempo, de compás, de dinámicas y agógicas contrastantes que magníficamente representan el caos reinante de la vía láctea y el devenir de cada planeta en su órbita.
Con la aparición de Neptuno y su "canto de sirenas", interpretado por el coro Amici Musicae, se alcanzó un éxtasis espiritual. Incluso, o a pesar de, mínimos desajustes en las entradas, que llevó al auditorio a contener la respiración obligados por la superlativa delicadeza con la que Josep Vicent condujo ese infinitamente terrible pianísimo final.
Se vivió una noche mágica, donde el público se pudo cerciorar de que una gran orquesta no es simplemente un conjunto de grandes músicos que "hacen música" unidos. Una gran orquesta precisa no sólo de un gran conductor, sino que, es absolutamente primordial, que desde la tarima se transmita la energía y conexión magnética y espiritual imprescindibles para alcanzar todo su potencial. Y en Alicante tenemos esa mano "meciendo", con primorosa maestría, los sueños de todos los alicantinos.
Ficha
De la naturaleza. 29 de abril, a las 20 horas.
ADDA Simfònica. Rumon Gamba, director invitado. Nelson Goerner, piano.
Los planetas. 7 de mayo, a las 20 horas. Josep Vicent, director titular. Júlia Gállego, flauta. Coro Amici Musicae.