Hace escasos días la comisión de Carolinas Altas anunciaba el deseo de prolongar su participación en categoría especial -en la que vienen concurriendo consecutivamente desde 1985-. Ello totalizará diez obras a concurso en junio, la cifra más alta desde que esta élite se creó en 1946.
Al margen de que algunos quieran apuntarse el tanto de este crecimiento cara a junio -que se limitaría al empeño de sus respectivos colectivos y, por qué no decirlo, al aumento en la subvención brindada por la concejalía de Fiestas-, nos invita a recordar la edición en que esta sección quedó sin premios. Y lo hizo además un año singular como el de 1990, en que se conmemoraba el V Centenario de la Ciudad de Alicante.
De entrada, no fue la única ocasión en que ello sucedió. Existía un lejano precedente en 1947 -en donde elementos censores hicieron lo suyo-, y albergamos un 1949 donde no hubo hogueras en dicha categoría… entre otras cosas porque no había dinero para ello, y la Fiesta estuvo a punto de desaparecer.
Partíamos de un 1989 donde participaron tres hogueras, realizadas por tres artistas legendarios y de diferentes generaciones; Paco Juan (Carolinas Altas), Pedro Soriano (Hernán Cortés) y Ramón Marco (Ciudad de Asís). Ninguno de los tres, por diferentes razones, prolongaría su apuesta al año siguiente, con lo que una notable pérdida de aliciente marcaría una edición tan especial.
En 1990 concurrieron también tres distritos. Prolongaban su presencia los dos primeros, y Florida-Portazgo -que celebraba sus bodas de plata- relevaba a Ciudad de Asís. Sus artistas serían Santiago Leal (Carolinas Altas) y el desaparecido Manuel Algarra junto a Enrique Viguer (Hernán Cortés), partiendo de un diseño de Pedro Soriano. Finalmente, Pascual Domínguez realizaba su enésima obra para Florida-Portazgo, con la que ya en 1986 había concurrido en especial.
De entrada, los presupuestos fueron a la baja, y una cierta sensación de no existir una fuerte competencia contagió las tres hogueras plantadas la mañana del 21 de junio. Lo cierto es que tras la comida del jurado dicha tarde, y sucederse aquellos debates tan interesantes entre todos sus componentes-, se expresó la supuesta baja calidad de estas tres hogueras, procediéndose a la votación preceptiva -entonces los jurados de las diferentes categorías votaban igualmente en la categoría especial-.
El resultado para el primer premio no dejaba lugar a dudas. 25 jurados apostaban por declararlo desierto, 7 para otorgar el triunfo a la obra de Hernán Cortés, 3 a Carolinas Altas y 2 a Florida-Portazgo -que curiosamente, me pareció la más aceptable de ambas-. Las sucesivas votaciones para otorgar segundo o tercer premio fueron bastante similares.
Por ello, la bomba estalló al declarar desiertos dichos galardones, mientras el ayuntamiento otorgaba una subvención extraordinaria de 500.000 pesetas a cada comisión concursante en concepto de desagravio. De manera indirecta, la foguera de Ciudad de Asís, con la que Pedro Espadero logró el máximo galardón en primera categoría, ocupó de rebote la consideración como la mejor obra de aquel año.
La polémica de esta inesperada e indeseada circunstancia se prolongó con virulencia durante varias semanas en la prensa local, hasta el punto que en febrero de 1991, la comisión gestora y el ayuntamiento celebraron las I Jornadas de Hogueras, al objeto de poder corregir esta crisis artística y analizar otros temas de nuestra celebración. Por fortuna, esta circunstancia no ha vuelto a producirse desde entonces.