Quinta estación, Infierno

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Quinta estación, Infierno

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Una rata con aspecto humano, a fin de llevar una vida más mollar, sin dar un palo al agua —como en toda su vida—, se instaló en el parlamento de una comunidad autónoma. Vidorra y sueldazo para manejar a su antojo al resto de sus electos y camaradas en ideología, cuya única duda rebotaba en la cabezota:

—¿Un zurito o dos más?

Corría la primavera del año 2003, hace veinte años, como veinte soles, cuando el delincuente decidió huir —nuevamente— de la acción judicial. Muy valiente, muy campanudo para los suyos, había cumplido condena hace años por delitos de terrorismo; muy cobarde, con el rabo entre las piernas como de costumbre, oteaba el acecho judicial sobre su persona. Otra vez. La derechona en el poder no rendía con facilidad instar el cumplimiento de la ley hasta sus últimas consecuencias.

Aquel fulano bajito del sur de España, a cuya familia había cercenado dos incipientes criaturas y un prometedor adolescente, fijó su objetivo en hacerle cumplir condena por ordenar un vil atentado, acometer con explosivos en la noche contra una casa-cuartel de la Guardia Civil, entre otras, y reclamarle las "obligaciones voluntarias" por su participación en grado de autor intelectual. Momento de escapar, huida, vuelta a la clandestinidad; monte mejor que costa, interior antes que a orillas de la mar. La seguridad nunca fue un juego con picoletos.

Años y años de batalla, amigos y camaradas cayeron en el camino hacia la independentzia, él había entregado sus mejores momentos a ese empeño. Ahora, con ánimo más templado, carácter fuerte, agrio, mejor visión de las operaciones, ha planificado un gran golpe al estado central para inclinar el fiel de la balanza en sus propósitos históricos. Sin contacto ni medios de la organización, sin apoyo de su estructura, solo, únicamente acompañado por una txiquilla fiel y enamorada de la figura del gran gudari, acometerá el plan. Su plan.

El ofrecimiento de un agente extranjero servirá de gran ayuda a sus propósitos. Nadie, ninguna persona, esperaría que Pulgarcito tomara vida para desperdigar miguitas en la senda de la justicia. Toda ayuda es buena para el mal.

Los buenos dan lo mejor de sí. Luchan contra el mal y contra el bien, en ocasiones. Las peores puñaladas, los más peligrosos hechos, son aquellos producidos por quienes deberían ser buenos y se convierten en malos. El fuego amigo es una de las inmensas cabronadas en la sociedad, porque atacan con éxito por al descuido, por la espalda, nocturnidad, alevosía y una sonrisa. Esas alimañas culminan su traición con vanas escusas: "Daños colaterales, fuego amigo".

He aquí unas pinceladas de "Quinta estación, Infierno". Ésta es una novela, la realidad y la ficción se confunden. Eso sí, la mayoría de sus protagonistas son producto de la imaginación del autor. Por tanto, sólo valdría aplicar en parte el aserto popular de que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Ahora bien, si cree identificar a alguno de los personajes con criaturas de la vida real, déjese llevar por su intuición.

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