"¿Por qué nos ha mentido tanto?", le ha preguntado Carlos Alsina al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la entrevista en Más de uno. "Dígame usted en qué", ha respondido Sánchez. "Tengo una lista larga", ha advertido Alsina.
Probablemente la noticia de los últimos meses más importante para la humanidad y, por ende, para todos y cada uno de nosotros, es la concesión del Premio Nobel de Física a los investigadores Clauser, Aspect y Zeilinger, por sus comprobaciones sobre cómo se produce la comunicación cuántica. En paralelo, se acaba de publicar en estos días la noticia del lanzamiento al espacio de un gran telescopio, Misión Euclid, que tratará de analizar ese 95% de la masa del Universo que desconocemos. "Si queremos soñar con cosas como la teletransportación, comprender el universo oscuro quizás sea la puerta para entender cómo hacerlo", afirma en una entrevista Kissler-Patig, jefe del Departamento de Ciencia y Operaciones, desde el Centro Europeo de Astronomía Espacial en Villanueva de la Cañada (Madrid), donde se gestiona en parte el Proyecto Euclid. Probablemente todos los físicos están desconcertados desde hace algo más de un siglo como yo al escribir estas cosas y ustedes al leerlas.
Pues bien, una de las unidades fundamentales que caracterizan la naturaleza cuántica del universo que permitiría muchos sueños que hoy consideramos ciencia-ficción es la constante de Planck que se expresa con la letra "h" y que se usa habitualmente mediante la expresión h/2pi. Simplificándolo mucho resumiremos que esta fórmula es la relación ponderada entre intensidad y frecuencia. Esto de la ponderación va a ser clave en lo que vamos a contar.
Cuenta el físico americano y Premio Nobel Murray Gell-Mann, judío de origen ucraniano que descubrió y dio nombre a los quarks en su libro El Quark y el Jaguar (Tusquets, 1995), que su amigo el ornitólogo Charles Munn descubrió que entre las bandadas mixtas de aves que se alimentan en grupo en las selvas bajas tropicales del Parque Nacional Manu, en Perú, existen una o dos especies centinela que mediante un canto especial advierten a las demás aves de la presencia de rapaces. A veces estos centinelas dan falsas alarmas para lograr para sí el mejor bocado y este engaño, para evitar las suspicacias del resto de las aves, se produce aleatoriamente pero con una frecuencia controlada de, aproximadamente, uno partido por 2pi: ¡la constante universal de Planck!
Al parecer una mayor frecuencia alertaría la desconfianza de la bandada y una menor no generaría tanto beneficio como para compensar el riesgo. El propio Gell-Mann recuerda también que las unidades de la fuerza aérea canadiense con base en Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial utilizaban la misma frecuencia (1/2pi) para posicionar de forma aleatoria a los cazas por debajo de los bombarderos a los que protegían en vez de por encima de ellos, como era lo habitual, engañando así, también con una frecuencia controlada, a los aviones alemanes de la Luftwaffe. Y es que "la unidad de energía de Planck no es arbitraria; es una constante que se observa en la naturaleza en todo el cosmos" (R. Lanza, El gran diseño biocéntrico, Ed. Sirio 2020) y que resulta paradigmática en su proyección cósmica.
¡Ah! ¡Cuánto habría ganado el todavía presidente del Gobierno, Pedro Sánchez si en vez de encargar una tesis doctoral para economía y empresa lo hubiera hecho para un doctorado en Mecánica Cuántica y hubiera conocido la constante de Planck! El caso es que no parece saber demasiado ni de lo uno ni de lo otro; pero de esta forma, con sólo haber leído la tesis encargada, habría conocido la importancia universal de la razón 2pi que relaciona el perímetro de cualquier circunferencia con su radio. Lástima que tampoco tenga en Moncloa un matemático que le asesore sobre estos temas.
Esta lejanía de una rama del saber tan fundamental para el presente y el futuro como la física cuántica, ha llevado al señor Sánchez a no medir la intensidad y la frecuencia de sus engaños levantando la sospecha y el clamor del resto de las aves de este corral patrio ante el abuso de los pájaros y pájaras de un Gobierno de incompetentes aves centinela. Tampoco debe de haber ningún ornitólogo en Moncloa y para un ministro de ciencia e innovación que hubo y que podía saber algo de estas cosas, como don Pedro Duque, resulta que no era aviador, sino astronauta.
Lo que está claro es que en Moncloa no se valora gran cosa la ciencia y que hay allí pocos físicos y, por supuesto, ningún ornitólogo, aunque sí muchos pájaros.
Deberían de ponerse en contacto con el responsable de la Misión Euclid para prepararse adecuadamente antes de ser teletransportados el próximo día 23 de Julio.