Ryan Murphy, esta vez no me la cuelas, 'The politician' es una mamarrachada
La nueva serie de Netflix pretende ser una radiografía del poder y de la ambición, pero es una oda a lo kitsch y el exceso.
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Lo de Ryan Muprhy es digno de estudio. Es uno de los creadores más prolíficos de la industria televisiva actual, y siempre con proyectos arriesgados, personales y que parece que van a caer en el ridículo más absoluto. Desde que creara hace décadas el fenómeno adolescente Popular, el creador ha ido acumulando series de culto como Glee, American Horror Story, American Crime Story, Pose o Feud.
Toque lo que toque se convierte en oro y eso que tiene ideas realmente locas. Porque contar el crimen de Gianni Versace y convertir a Penélope Cruz en Donatella es una idea que cualquier productor hubiera echado por tierra en menos de dos segundos, pero él se las apaña para que salga bien, para que en ese mundo manierista, excesivo, ostentoso y hasta hortera todo cuadre. Sus series tienen el envoltorio de una piñata, pero dentro puñetazos en toda regla, quizás la que mejor lo muestre es Pose, su serie más activista y política en la que, a pesar de ello, no sacrifica su estilo personal.
Cada serie que estrena digo lo mismo: esta no puede salirle bien, esta idea tan loca no puede funcionar, y sin embargo siempre me la cuela. Acaba por engancharme y agarrarme para que las vea… hasta ahora. Su nuevo estreno, The politician, ha llegado a Netflix con fanfarria de gran estreno. Es normal, Murphy es uno de loas grandes fichajes de la plataforma y esta es la primera ficción que estrena en exclusiva con ellos. A eso sumen un reparto que incluye a Gwyneth Paltrow y Jessica Lange y tienen una de las producciones más esperadas en meses.
Yo la he visto y ha salido en mi sentimientos adolescentes de revancha, como cuando ves al listo de la clase suspender un examen de forma inesperada. No es que desees el mal ajeno, pero una bajada al barro viene bien, y eso he sentido con Murphy cuando he descubierto que todos sus defectos y pocas de sus virtudes estaban en The politician, porque la serie es, dejémoslo claro, una auténtica mamarrachada. Un festival de excesos sin sentido, giros culebronescos, estética kitsch y un montón de actores y actrices desaprovechados. Si uno lo ve como una broma alargada podrá disfrutarla, si uno pretende encontrar una sátira política que busque en otro sitio o se vea El vicio del poder, porque aquí el análisis político y del poder interesa cero.
Y mira que la premisa era la más prometedora de todas las que tenía en cartera, seguir a un adolescente obsesionado con la idea de ser presidente del gobierno. Para ello tiene un plan trazado desde el instituto que pasa por ser elegido delegado, lo que sirve para crear un paralelismo entre la política actual y un instituto, algo que Alexander Payne creo en la magistral Election y que aquí se queda en una idea esbozada, porque lo que le importa a Ryan Murphy no es hacer una análisis del poder y la obsesión por él, sino lucirse en su enésima serie ambientada en un instituto.
En los primeros capítulos están todos sus tópicos, hasta una actuación musical que parece salida de un capítulo de Glee. Por supuesto todos los actores tienen más de 30 años, porque ya el primer salto de fe es que nos creamos que esos maromos tienen 16 años, ¡ja!. Eso sí, a partir de ahí, mucho salseo: relaciones homosexuales escondidas, suicidios, novias de interés, momentos musicales emocionantes, relaciones familiares extremas… todo lo que a él le gusta. Además, como está ambientada en un colegio de ricos eso le da pie para volver a recrear la mansión de Versace, porque todo es lujo y barroquismo en The politician.
Las pinceladas de humor negro (escoger a una chica con cáncer para sacar votos) y alguna interpretación (Ben Platt se deja la piel y Jessica Lange está tan bien como siempre) elevan el conjunto, aunque Gwyneth Paltrow parezca más estar en un pase de modelos que en una serie. The politician es el típico 'guilty pleasure' del año, una serie para ver esperando el próximo giro loco y comentarlo por Twitter, pero no el análisis preciso y cínico que esperábamos de Murphy. Seguro que le pasa como a los empollones del colegio, que cuando suspendían una vez luego encadenaban quinientos dieces. No será por proyectos.