Tamames volvió a triunfar en una tarde de toros en la que su alcalde, Carlos Navarro, es consecuencia principal. Trabajo bien hecho. Rigor y mucha decencia aun siendo un municipio pequeño. Pero el resultado está en esa decidida apuesta por los que empiezan. Por los que nadie les regala nada e, incluso, se ven abocados al olvido. Tamames siempre responde como también los aficionados que llenaron el coso portátil. Y, si además los novillos son buenos y se abre la Puerta Grande, pues la alegría es mayor.

En esta perspectiva se enfrentaban tres gallitos del Campo Charro (bueno, charros somos todos), tres jóvenes con ganas de triunfar. Tres chavales del triángulo del toro, La Fuente de San Esteban, San Muñoz y Diosleguarde. Todo estaba preparado para el duelo… amigos pero opositores en la plaza. El gato al agua, por decirlo así, se lo llevó Manuel Diosleguarde, que logró tres orejas, una y una obtuvo Antonio Grande, y David Salvador se marchó de vacío, y suponemos que desolado y preocupado, al menos ese debería ser su estado.

Manuel Diosleguarde tuvo hambre de novillero toda la tarde. Tiene ese punto de dar un paso adelante porque quiere y, lo más importante, está convencido de que quiere. Valor, recursos, poder y mucha variedad saliendo airoso de los trances. Se demostró en el sexto, un novillo toro al que pudo con soltura. Además, y hay que mencionarlo, es un cañón matando. Cortó tres orejas y salió triunfador de esta primera pelea con sus paisanos.

Antonio Grande también se vino arriba consiguiendo dos orejas, una en cada novillo. Toreo fino, de textura y gusto, con momentos muy interesantes con ambas manos en sus dos novillos. La espada le privó de algún trofeo más.

David Salvador no anduvo fino. Faenas frías no exentas de algunos buenos muletazos, sobre todo en naturales. Pero pinchó en ambos novillos y no anduvo como tiene que andar un novillero. El hambre y la raza, ¡ay!

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