El presidente Juan Domingo Perón y su esposa, la popular Evita, visitaron la pequeña isla Huemul en abril de 1950 y se quedaron impresionados. Este enclave, aislado e inaccesible en aquel momento, está situado en el lago Nahuel Huapi, en la Patagonia argentina frente a Bariloche, ciudad muy conocida hoy en día por los que van a disfrutar del esquí a Los Andes.
Allí había instalado su laboratorio Ronald Richter, un físico recomendado por el prestigioso ingeniero aeronáutico nazi Kurt Tank. Tras la Segunda Guerra Mundial, Argentina le había abierto las puertas a los alemanes huidos tras la derrota debido a la simpatía que tenía Perón por el régimen de Hitler y a su deseo de fichar a lo mejorcito del Tercer Reich para industrializar el país.
Nacido en lo que hoy es la República Checa, no está clara cuál era la formación científica de Richter, pero se había convertido en un estrecho colaborador de Tank, que después de 1945 trabajaba en el diseño de nuevos aviones en la ciudad de Córdoba. En un primer momento, a Richter se le ocurrió que quizá podría propulsarlos con energía atómica y más tarde le presentó al Presidente de la Nación un plan mucho más ambicioso: obtener energía mediante fusión nuclear controlada.
En la actualidad sigue siendo uno de los grandes retos de la ciencia. La fusión nuclear promete ser una fuente de energía limpia, segura, inagotable y barata, pero en el mejor de los escenarios previstos aún tendremos que esperar varias décadas para que se pueda desarrollar y distribuir a gran escala. Sin embargo, a mediados del siglo XX, con el mundo aún impresionado por el poder de las bombas atómicas, todo parecía posible a corto plazo.
Richter obtuvo el beneplácito de Perón y se puso a trabajar en la idea en 1948, pero las instalaciones de Córdoba le parecieron poco seguras. Así que pidió un lugar aislado, donde ningún espía de una potencia extranjera pudiera copiarle sus ideas. Ahí nació el Proyecto Huemul, en el que se invirtió una ingente cantidad de dinero.
Cuando el presidente y Evita llegaron a la isla, ya se había construido un reactor de 12 metros de alto por otros 12 de diámetro. Aquello tenía buena pinta para los inexpertos ojos de la pareja que gobernaba Argentina, así que todo siguió adelante en el más absoluto de los secretos.
Hasta que el 24 de marzo de 1951 los periodistas fueron convocados a la Casa Rosada. Perón compareció y explicó que en la isla Huemul existía una planta atómica en la que se habían conseguido, leyó textualmente, "reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica"
Repartir energía como si fuera leche
Para dejar clara la dimensión del anuncio, el presidente aseguró que muy pronto la energía sería distribuida a domicilio en recipientes similares a las botellas de leche y dio paso a Richter, que tampoco dio muchas más explicaciones técnicas, aunque aseguró que los objetivos de sus experimentos eran pacíficos y se orientarían a la producción industrial.
La repercusión mundial fue tremenda. Periódicos de todo el mundo llevaron la noticia en sus portadas mientras la comunidad científica internacional comenzaba a reaccionar con escepticismo. Hans Thirring, director del Instituto de Física de Viena, afirmó que si realmente Richter había logrado lo que decía, "el premio Nobel se le quedaría pequeño". En su opinión, sin embargo, solo existía un 1% de probabilidades de que fuera verdad.
La revelación del fraude
Ante las dudas crecientes, Perón acabó por nombrar una comisión investigadora liderada por José Antonio Balseiro, un científico de 32 años que estudiaba física nuclear en el Reino Unido. Imaginen el papelón que se le presentaba tras visitar la isla: tenía que informar al presidente de que había sido engañado. Pero lo hizo, redactando un informe demoledor en el que demostraba que el proyecto era completamente inviable.
Todo fue cancelado en 1952, pero los últimos meses de Richter en su isla debieron ser delirantes, obsesionado con que estaba siendo espiado desde las laderas cercanas. Un psiquiatra dictaminó que no estaba en sus cabales y ahí acabó todo.
Bueno, todo no. Aprovechando parte de las instalaciones del Proyecto Huemul, en 1955 se creó el Instituto de Física de Bariloche, cuyo primer director fue José Antonio Balseiro. Hoy en día se denomina Instituto Balseiro y es uno de los centros de investigación en física y energía nuclear más destacados de Argentina.
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