Por qué llevó un coche dentro y otras cuatro cosas que no sabías sobre el Falcon Heavy
El ensayo del cohete de Elon Musk marca un antes y un después en la conquista del espacio con varias extravagancias y algún agujero negro.
8 febrero, 2018 03:21Noticias relacionadas
El lanzamiento inaugural del Falcon Heavy ha sido un éxito de la ciencia, la ingeniería, la iniciativa privada y, por supuesto, de público. La operación de la compañía Space X desde el Centro Espacial Kennedy (Florida) fue seguida por millones de personas en todo el mundo a través de Internet. El cohete es ya el lanzador más potente en funcionamiento desde que el Saturno V de la NASA despegase con las misiones Apolo hacia la Luna desde el mismo lugar.
El cohete fue lanzado a las 20.45 hora local, dos horas y 45 minutos más tarde de lo previsto a causa de los fuertes vientos a gran altitud que podrían complicar su trayectoria marcada. Los dos cohetes laterales se desprendieron a los dos minutos y medio del despegue del cuerpo principal y regresaron de forma controlada a puntos de aterrizaje. Siete minutos después del lanzamiento, habían vuelto a su posición inicial.
Grande, potente y económico
Con una capacidad de carga de 64 toneladas, el Falcon Heavy descolla sobre cualquier otro modelo de cohete en la actualidad. Duplica en capacidad al Delta IV Heavy de la empresa ULA que utiliza la NASA, y es significativamente más barato de lanzar. Con 70 metros de altura y 1.500 toneladas de masa, empequeñece a los candidatos de las demás agencias espaciales: el Arianne 5 de la ESA, el Larga Marcha 5 chino o el Protón ruso.
Pero no es el mayor cohete de la historia: ese honor corresponde al ya citado Saturn V, un coloso de 110 metros de altura y 3.000 toneladas de masa utilizado entre 1969 y 1972. Este lanzador duplicaba sin embargo la capacidad de carga de la aeronave de SpaceX: 140 toneladas, requeridas para los ingentes recursos de los viajes tripulados a nuestro satélite y el alunizaje.
Una revolución: el cohete reutilizable
El acompasado regreso en paralelo de ambos propulsores laterales regaló a la audiencia uno de los momentos para la historia de la retransmisión. Más allá de su belleza estética, abre la puerta a una revolución en la carrera espacial, la de los cohetes reutilizables que regresan a tierra una vez se ha consumido el combustible en lugar de deshecharse, lo que abaratará enormemente los costes.
La apuesta por cohetes capaces de aterrizar tras cumplir su función se ha venido perfeccionando en los últimos años, con más de un fracaso público y notorio. Musk bromeaba en la rueda de prensa posterior al lanzamiento que "tenía la imagen de una gigantesca explosión en la plataforma, con una rueda botando calle abajo y el logo de Telsa cayendo en algún lado con estrépito". Concluía que, "después de ver explotar tantos de tantas formas diferentes", no podía sino sentirse "aliviado".
La NASA ya usa un tipo de propulsor recuperable desarrollado por SpaceX para el Falcon 9, pero el éxito del lanzamiento acerca la posibilidad de la reutilización total: cohetes que vuelven de forma autónoma a su plataforma para repostar y continuar lanzando artefactos al espacio sin interrupción.
Un coche rumbo a Marte porque sí
La referencia a la "rueda" de la pesadilla de Musk hace referencia al detalle más extravagante del lanzamiento. La carga que llevaba el cohete no era un satélite o una sonda, sino un modelo roadster rojo cereza de Tesla, otra compañía propiedad del empresario. Era, de hecho, su deportivo personal, que decidió sacrificar en pos del experimento.
El coche no viaja solo: lo pilota 'Starman', un maniquí ataviado con el traje espacial desarrollado por SpaceX para viajes orbitales y turismo espacial. Su trayectoria le encamina hacia Marte, pero no para hacer un aterrizaje espectacular, sino para cambiar de dirección en su órbita de regreso al cinturón de asteroides. Un viaje de "miles de millones de años" según Musk, cuyos primeros pasos han sido emitidos en vivo y resultan cautivadores.
Third burn successful. Exceeded Mars orbit and kept going to the Asteroid Belt. pic.twitter.com/bKhRN73WHF
— Elon Musk (@elonmusk) 7 de febrero de 2018
Con esto en mente, el viajero espacial atraviesa el cosmos pertrechado de guiños. Una placa en los circuitos reza "Hecho en la Tierra por humanos", y lleva en el tablero de mandos la frase Don't panic ("No entres en pánico") en homenaje a un clásico de la ciencia ficción, Guía del autoestopista galáctico de Douglas Adams. David Bowie proporcionó la banda sonora. Veladamente, el empresario reconocía que se ha marcado un tanto promocional con sus dos marcas.
"Parece algo ridículo e imposible" - juzgaba Musk al ver las imágenes de su coche en órbita. Honestamente, puedes asegurar que es real por lo falso que parece (...) Es un coche normal en el espacio, sin más. Me gusta cómo suena de absurdo. Es algo tonto y gracioso, pero creo que las cosas tontas y graciosas son importantes... Creo que estas imágenes van a entusiasmar a la gente de todo el mundo, y todavía me tiene flipando".
¿Qué pasó con el cohete principal?
Un minuto después de que los propulsores laterales regresaran a tierra, el cohete principal también se separó de la cápsula en la que viajaba el coche con su "piloto" y se encaminó de forma controlada hasta una plataforma marina en pleno océano atlántico. Es aquí dónde se produjo el único fallo notable del ensayo, que se convirtió en lo que algunos han afeado como un intento de encubrimiento.
Quienes observaban con atención la plataforma vacía pudieron oír, si prestaban atención, la voz de uno de los operadores que anunciaba: "Hemos perdido el núcleo central". Al mismo tiempo, la telemetría mostrada en pantalla se detuvo. Lo siguiente que pudieron ver los espectadores fue una humareda antes de que la retransmisión cortase de nuevo a los presentadores. No se les confirmó que el aterrizaje había tenido éxito y tuvieron que improvisar. No fue hasta tres horas después cuando la compañía confirmó qué había ocurrido realmente.
Como cabía temer, el cohete principal se estrelló al regresar. Tendría que haber sido capaz de volver a encender tres de sus motores para aterrizar con seguridad, pero solo logró reactivar dos. Cayó demasiado deprisa, tocando la superficie del mar a más de 480 kilómetros por hora. Aunque estaba a 90 metros de la plataforma, el impacto fue lo suficientemente intenso como para "cubrir la cubierta de metralla", en palabras de Elon Musk. En previsión de una incidencia así, no había tripulación a bordo: se controlaba de forma remota.
That moment when you realize that the center core didn't make it but they say to shut up and tell no one. #FalconHeavy @spacex #centercore pic.twitter.com/tgdNZkjUHf
— capolo (@arnaldocapo) 6 de febrero de 2018
"Si encontramos la grabación... parece que sería un metraje bastante divertido si las cámaras no se destruyeron también" - ha asegurado el empresario en la rueda de prensa para valorar el lanzamiento. "Lo subiríamos para, ya sabéis, la parte de las tomas falsas".
Pero todavía no nos acerca a Marte
Elon Musk prometió mandar una nave a Marte en 2018. Pero no será el Falcon Heavy, sino una Red Dragon. También nos ha prometido una colonia en el planeta rojo a mediados de siglo. Pero tampoco llegaremos a ella a bordo de un Falcon Heavy, sino en un cohete que todavía está en desarrollo y que, esta vez sí, será el mayor de la historia. ¿Para qué servirá entonces el Falcon Heavy? Para lanzar "una nueva carrera espacial", verbatim.
A un coste de 90 millones de dólares, el cohete "puede hacer todo lo que quieras", asegura el empresario. "Podrías mandar gente de vuelta a la Luna con un puñado de lanzamientos de Falcon Heavy y repostaje orbital. Dos o tres Falcon Heavy transportarían tanto como el Saturn V (...) Puedes mandar cosas hasta Plutón y más allá sin necesidad de hacer paradas".
Así, en opinión de los expertos, el cohete de SpaceX abaratará las misiones científicas remotas, la puesta en órbita de satélites y las iniciativas empresariales como las vueltas turísticas a la Luna que la propia compañía se dispone a comercializar.