Desde hace cientos de miles de años el ser humano se ha preguntado si es posible ser consciente más allá de la muerte. Hasta ahora esa pregunta ha sido un enigma complicado de descifrar, pero un estudio realizado por un equipo de expertos de la Universidad Estatal de Nueva York y publicado en el Official Journal of the European Resuscitation Council nos acerca a una respuesta. Según el Dr. Sam Parnia, director de cuidados intensivos de este centro, las personas "saben de inmediato que han muerto" puesto que su consciencia sigue funcionando después de que su cuerpo haya dejado de hacerlo.
Para averiguarlo, un equipo de investigadores dirigido por el propio Parnia ha analizado los resultados de un grupo de pacientes que sufrieron un paro cardíaco. Su corazón dejó de latir y, técnicamente hablando, murieron. Sin embargo, fueron reanimados con éxito poco después. El estudio revela que los pacientes tenían consciencia de las conversaciones completas y también eran capaces de ver las cosas que sucedían a su alrededor pese a tener el corazón parado.
Desde el punto de vista médico, la hora de la muerte se define como el momento en el que el corazón deja de latir, y por tanto, el flujo de sangre hacia el cerebro se detiene. Durante un ataque, el primero en fallar es el músculo cardíaco que deja de bombea sangre. Posteriormente, el córtex cerebral, la 'parte pensante' del cerebro, baja su actividad de manera instantánea, lo que significa que no se producen ondas cerebrales visibles en un monitor durante unos 20 segundos.
Esta primera reacción inicia una cadena de procesos celulares que resultan en la muerte cerebral. Sin embargo, según el Dr. Parnia, pueden pasar horas desde que el corazón deja de funcionar hasta que se produce la muerte definitiva, la de tipo cerebral.
Prueba de ello es un estudio que realizaron unos investigadores de la Universidad de Michigan en 2013. Nueve ratas anestesiadas fueron inducidas a un paro cardíaco y, tras reanimarlas, los investigadores detectaron patrones de actividad en el cerebro relacionadas con un estado de "hiper alerta". Y, más recientemente, un grupo de médicos de una unidad de cuidados intensivos en Canadá encontró una actividad cerebral persistente de hasta diez minutos en un paciente terminal que fue desactivado del soporte vital el año pasado.
Para evitar que esto ocurra, se realiza una reanimación cardiopulmonar que envía algo de sangre al cerebro, "aproximadamente el 15% de lo que requiere para funcionar normalmente" según explica el doctor. Una cantidad suficiente para desacelerar la muerte de las células cerebrales, pero no para que este funcione nuevamente.
"Si logras reiniciar el corazón, que es lo que la RCP intenta hacer, poco a poco empezarás a hacer que el cerebro vuelva a funcionar. Cuanto más tiempo estés haciendo la RCP, las neuronas continúan muriendo, solo que a un ritmo algo más lento”, explica. Además, según el doctor, este contacto con la muerte hace que las personas que lo viven se transformen. Se vuelven más altruistas.
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