En la década de los 90, Paolo Zampolli era uno de los hombres más poderosos de la industria de la moda en Nueva York. Su agencia, ID Models, contaba con Ana Hickmann, Cinthia Moura, Angie Everhart y Melania Knauss (47). En 1998, durante la Semana de la Moda de la ciudad, organizó una fiesta a la que estaba invitado el todo Manhattan. Donald Trump (70), entonces un empresario de éxito relacionado con el concurso de Miss Mundo, acudió con una novia. Se estaba divorciando de su segunda mujer, Marla Maples.
Cuando Trump vio a Knauss saltaron las alarmas: "¿Quién es esa?", preguntó el magnate deslumbrado por la modelo. "Era una modelo muy exitosa. Era increíble. Intenté conseguir su teléfono pero no me lo quiso dar", dijo más tarde.
"Me contó que había mandado a su novia al baño para poder acercarse a mí y pedirme el teléfono", recordó la primera dama en una entrevista en People, "y pensé, 'qué retorcido'". Así que Knauss, hoy Trump, le dijo que no, que no le daba su número, que si quería, que le diera el suyo. Fue una estrategia de la modelo, según ella ha contado, porque quería saber qué número le daría. "Quería ver qué hacía… Si me hubiera dado un teléfono de empresa, ¿qué significaba eso? No pensaba hacer negocios con él".
Trump, entregado, le dio todos sus números, incluido el de la oficina en Mar-o-Lago, el de su casa en Nueva York… Todos. Melania se fue unos días al Caribe para una sesión de fotografías y a su vuelta, decidió llamar a aquel magnate que la había impresionado "por su energía". Y añade: "Tiene un sentido de vitalidad impresionante".
Quedaron a los pocos días y él la llevó a cenar a Moomba que en aquella época (cerró en 2001) era el lugar con más famosos por metro cuadrado (allí se vio por primera vez a Madonna con Warren Beatty). "Me acuerdo de esa noche como si fuera hace dos meses", declaró la nueva primera dama en una profunda entrevista en Harper’s Bazaar publicada hace una semana
Después de varios años de noviazgo, la pareja se casó en Palm Beach (Florida) en 2005 en una fiesta a la que acudieron numerosas caras conocidas, incluidos con Clinton, a quien Trump había donado fondos para su fundación. La novia lució un extravagante y pomposo vestido diseñado por John Galliano para Dior que costó más de 200.000 euros y más de 1.000 de trabajo.
"Es un hombre muy romántico", comenta la esposa del nuevo presidente de EEUU, quien al parecer equilibra a su marido con un carácter templado y muy mesurado. Criada en la localidad eslovena de Novo Mesto, Melania Trump estudió Arquitectura y Diseño en la Universidad de Ljubljana, donde empezó a trabajar como modelo. "Siempre fui la más alta y la más delgada, eso fue una gran ayuda en la moda", recuerda de su época de juventud, tiempos en los que disfrutaba practicando gimnasia en su ciudad y esquiando los inviernos en Italia. Poco a poco se fui abriendo camino en el mundo de las maniquíes, con trabajos en Milán y en París (habla italiano y francés con fluidez, además de esloveno e inglés).
Con un marcado acento del Este de Europa, Trump suele contestar a los periodistas con un tono de voz bajo que ha servido para que muchos la califiquen como tímida. Nada de eso, dice ella, "no soy tímida, el problema es que los medios entrevistan a gente que no me conoce de nada, gente que busca sus 15 minutos de fama".
Con el triunfo en Europa llegó la prueba de fuego: Nueva York. "Vine por mi carrera y me fue tan bien que me mudé. Pero nunca se me pasó por la cabeza quedarme en Estados Unidos sin papeles. Todo depende de quién eres. Sigues las reglas. Sigues la ley. Cada pocos meses tienes que volar a Europa para firmar tu visado. Después de varios visados, decidí pedir la green card (permiso de residencia) y la conseguí en 2001 (ya estaba con Trump). Tras la green card pedí la ciudadanía. Ha sido un proceso muy largo".
Un proceso que la ha llevado a la Casa Blanca, a donde no piensa mudarse por el momento. Quiere que su hijo, Barron (10), termine la escuela antes de someterlo a cambios en su vida. Ha centrado su vida en cuidar de su hija y ni siquiera tiene niñera. "Tengo un cocinero y una asistenta, nada más", afirma, "mi plato está lleno así que tengo suficiente". Orgullosa de su marido -juntos pactaron la decisión de presentarse a la presidencia-, sus palabras llevan a ese punto de calma que muchos hombres ansían. "No soy la típica mujer que le dice a su marido 'tienes que aprender esto o lo otro'. Yo no quiero cambiarle. Y él no quiere cambiarme a mí".
Quienes la conocen de verdad dicen de ella que Melania es el contrapunto a la energía desbordada de Donald. Pamela Gross, productora de CNN, organizó la baby shower de Trump (fiesta pre parto) en su casa, por lo que son amigas íntimas. Y sabe cómo definir la situación: "Mientras él esta pensando y yendo siempre hacia delante, ella le proporciona calma y serenidad".
La nueva primera dama tiene cuatro años por delante para demostrar al mundo quién es realmente. Ella prefiere quedarse en un segundo plano, lo ha demostrado en los últimos meses. Veremos cómo sigue...