“Muy difícil”. Es la expresión que más veces repite Oumou Sall-Seck durante la conversación con EL ESPAÑOL. La única alcaldesa de los 52 municipios en las tres regiones del norte de Mali ha cumplido una década con el bastón de mando en la pequeña ciudad de Goundam. En uno de los países más pobres del mundo, la inseguridad en la zona dificulta el desarrollo y no deja tiempo para el descanso: el levantamiento de los tuareg en el norte contra la Administración central, Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) y los grupos afines… Conflictos armados a los que esta mujer no solo ha sabido hacer frente, sino en los que ha mediado en pro de la paz y la mejora de la vida de los suyos.

Hija del mestizaje, no quiso decantarse por uno u otro bando al estallar la rebelión tuareg en 2012, cuando muchos mercenarios malienses -que habían servido a Gadafi en la vecina Libia- volvieron a casa tras su caída. Goundam es una localidad de 20.123 habitantes -número exacto que aporta Sall-Seck- en la región de Tombuctú, a más de 13 horas en coche de la capital, Bamako. Fue ocupada primero por los independentistas tuareg y más tarde por el AQMI. Y en medio de todo, esta mujer.

“Fue muy, muy, muy difícil para mí. Pero en realidad no tenía otra opción que comprometerme con la paz. Me dije: 'Debo hacerlo, aunque me cueste la vida'. Si alguien me metía una bala en la cabeza, al menos se podría decir de mí: 'ha trabajado para evitar una guerra civil en Mali'”, explica durante su reciente visita a Madrid, invitada por la Fundación Mujeres por África.

El peligro no ha pasado. La mesa de negociación entre los tuareg y el Gobierno central en la que Sall-Seck participó como mediadora acordó la paz el pasado verano, pero aún queda desarmar a los distintos grupos y ella continúa en la comisión de seguimiento. El conflicto armado sigue formando parte de su día a día.

Cuenta la que fue la primera alcaldesa de Mali que hace poco unos rebeldes “mataron a gente, traumatizaron a gente, secuestraron a los jóvenes” en un lugar cercano a su ciudad. Ella negoció durante 22 días y consiguió que liberaran a los secuestrados. “Los lazos sociales que nos unen son muy fuertes. Es también la ventaja de ser fruto del mestizaje”, explica. Durante las negociaciones, apoyada por el presidente del país, fueron atacados por el AQMI. De nuevo Sall-Seck se libró de la muerte por los pelos.

Durante la ocupación de AQMI, que ahora ya ha salido de la ciudad, no se podía salir al mercado o realizar otras actividades, las mujeres no se podían vestir como querían, los hombres no podían fumar cigarrillos... Pero antes de su llegada, la alcaldesa Sall-Seck ya había trabajado por los derechos de la mujer, y lo que sembró ha sobrevivido a todos estos enfrentamientos.

UNA FEMINISTA EN MEDIO DE LA HOSTILIDAD

En Goundam ya no existe la ablación, las mujeres -en su mayoría, analfabetas- reciben formación para poder sacar adelante pequeños negocios, las niñas permanecen en el colegio por más tiempo, la atención sanitaria ha mejorado y los matrimonios precoces se están reduciendo… Es lo que cuenta esta alcaldesa, que reconoce que cuando llegó al poder en 2004 -mucho antes de la rebelión tuareg y de la llegada de AQMI- no tardó mucho en plantearse dimitir.

“Para ellos una mujer no podía tener cabeza. No podía soportar la pedantería e incluso la agresividad de los compañeros o de mis adversarios políticos. Fue muy, muy, muy difícil. Tuve ganas de dimitir pero me dije a mí misma que no debía hacerlo, porque si abandonaba, ninguna mujer tendría la oportunidad (de nuevo)”, recuerda Sall-Seck. “Ahora incluso mis adversarios políticos me hacen campaña. Ha habido un cambio en el comportamiento y la visión que ellos tenían sobre la mujer”.

Guarda muy buena relación con María Teresa Fernández de la Vega desde que se conocieran allá por 2012. La exvicepresidenta la ha asesorado durante su trabajo en la mesa de negociación para la paz de Mali y ambas se saludan efusivamente al reencontrarse en Madrid. “Su liderazgo pone de manifiesto que la generación de paz social, de cohesión pasa mucho por las mujeres”, asegura a EL ESPAÑOL quien ahora preside la Fundación Mujeres por África. Admira su “enorme charme” y el “compromiso con su país (...) desde su sensibilidad social y su discurso feminista”.

Fernández de la Vega se reencuentra con Sall-Seck. Fundación Mujeres por África Madrid

Pero aún queda mucho por hacer en cuanto a seguridad y desarrollo en Goundam, como en el resto del país: tener carreteras, buena sanidad, agua potable, colegios que respondan a las necesidades de educación de nuestros hijos, niños bien medicados, la gestión del territorio… enumera Sall-Seck. Y luego llega la frase que con menos de diez palabras devuelve a la realidad de un lugar que por mucho que mejore, aún tiene muchas tareas pendientes: “Muy difícilmente la gente come dos veces al día”. Y los niños mueren a diario por paludismo, hay pequeños sin acceso a agua potable, mujeres que aún mueren durante el parto por no tener un centro de salud cerca...

“Tenemos tierras fértiles, recursos... Realmente tenemos todo lo que hace falta, pero nos faltan los medios. Si en el pasado quienes decidían hubieran dado más importancia al desarrollo local, quizá habríamos evitado esta crisis, porque todos nuestros conflictos son por el levantamiento popular, de los jóvenes o de una comunidad que se queja de sus condiciones”, reflexiona la alcaldesa. “Tenemos el savoir faire y a la gente que hace falta para hacerlo. Lo que nos falta es poder convencer a los socios e incluso al Gobierno de Mali para invertir en lo local”.

TERRORISMO O MIGRACIÓN COMO SALVACIÓN

Sall-Seck asegura que la inversión en el desarrollo es a la vez inversión en la seguridad del país. “Muchas veces la migración e incluso enrolarse en el terrorismo es porque los jóvenes y las mujeres no tienen otra alternativa”, asegura. Rememora lo que un chico de 22 años le dijo una vez mientras ella promovía la paz en Gondamn:

“Señora alcaldesa, con todo lo que nos dices, si dependiera de ti, no tendríamos problema. Pero a nosotros nos dicen que vengamos, nos forman, nos valoran, nos dan un arma, nos pagan. Y tú nos pides que lo dejemos. No tenemos trabajo, no se nos valora. Nos dicen que si morimos, vamos al paraíso. Y ahí donde estamos, es un infierno. Preferimos morir para ir al paraíso”.

El chico ya había partido de la ciudad y había comenzado la formación con los yihadistas, pero pudieron convencerle para que abandonara ese objetivo. Junto a él, iban otros cuatro jóvenes. Ellos optaron por permanecer con los terroristas y fueron expulsados de la ciudad con la ayuda de sus padres, explica la alcaldesa. También hay mujeres que optan por lo que estos grupos denominan “guerra santa”. “Me preocupa mucho cuando veo a mujeres portando cinturones explosivos. Incluso hacen llevar cinturones a las niñas”, lamenta.

Se considera una voz por la paz en Mali y en el mundo entero. “Lo que pasa en Mali, sobrepasa a Mali. El terrorismo y el narcotráfico no son malienses. Por eso hace falta una respuesta internacional”. Asegura que Al Qaeda en el Magreb Islámico está “menos presente que antes” en el país gracias al apoyo internacional. Pero recuerda que las fronteras son muy largas y difíciles de controlar.

Dice que los terroristas conocen mejor el desierto que la comunidad internacional y que los propios militares malienses. Además, se mueven en moto, con lo que son difíciles de diferenciar. Aunque en Gondamn mismo no están, sí están en la carretera que lleva a Tombuctú, ponen minas, atacan puntos de control…

Pero la reciente firma del acuerdo de paz entre los tuareg y el Gobierno central da motivos para la esperanza a la única alcaldesa del norte: “Hace falta trabajar con los países con los que compartimos frontera y con la comunidad internacional para alejarlos de Mali. Si esta dinámica continúa, Mali puede ser verdaderamente un buen ejemplo y una lección para los terroristas”.

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