El artista mexicano Ulises Carrión (1941-1989) hablaba de escribir. Y de no escribir. Soñaba con un libro total -como Mallarmé-, con un antilibro, con un no-libro en el que el tomo dejase de ser un continente literario para reponerse como obra de arte en sí mismo. Al carajo con la literatura. Con su institucionalización, con su respetabilidad, con su momificación. Carrión trabajaba en esa brecha loca que -decía- existía entre el lenguaje y la realidad: las palabras no pueden asirlo todo, no lo pueden alcanzar, y, consciente de ello, la poesía debe afianzar ese abismo, desconfiar de sí misma, involucionar a la nada, al no significado. Tomar relieve en el sonido, en la imagen, en la estructura.
El mexicano quería trascender la literatura, abrirla en canal y, ya desnuda, esquelética, hueca de músculo y carne, paladearla como placer experimental. Así lo evoca la retrospectiva Querido lector. No lea del Reina Sofía, primera exposición del año del museo.
La relación de Carrión con el lenguaje es, en realidad, de un romanticismo desesperanzado. Como el que busca la amistad o el sexo cuando ya se ha agotado el amor. Fue considerado un joven talento de la literatura con sus dos volúmenes de cuentos, La muerte de Miss O y De Alemania, pero, a pesar de las honrosas críticas, quiso llevarse las letras más lejos, a un lugar más oscuro en el canon donde los libros fueran arte-objeto anónimos, cotidianos y azarosos: matarlos y darles una nueva vida de contenido visual, estético, contracultural, sensitivo.
Contra las instituciones, por la libertad
"Carrión [también editor, comisario de exposiciones, teórico de la vanguardia, artista conceptual] surge en una época, entre los 60 y los 70, donde los medios de comunicación empiezan a ser dominantes en cualquier cosa, a absorberlo todo", explica Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía. "Él decide utilizar algo que era anacrónico: el libro. Algo que se hace de modo casi manual, que se separa de la hipertecnificación de la sociedad".
Borja-Villel cree que la obra de Ulises Carrión se desenvuelve en dos vías: por un lado, el libro que sirve para "examinar las estructuras sociales a partir de las cuales nos comunicamos y nos relacionamos", por otro, para "crear espacios independientes como In-Out Center en Amsterdam, autogestionados por artistas... o su gran librería-galería Other Books And So, que funcionó desde el año 75 al 80 y en la que performó un gran archivo [de estos libros autosuficientes, arte en sí mismos]".
Sólo queríamos hacer cosas diferentes: no éramos antilibros, ni antiexposiciones, ni antiperformances. Se habla del arte marginal, pero ese arte es el que forma las raíces de lo que conocemos hoy
El comisario de la muestra, Guy Schraenen -galerista, editor, asesor internacional de arte y amigo de Carrión- asegura que, cuando Ulises vivía, pasaban "mucho tiempo juntos en Amsterdam y teníamos peleas que se prolongaban hasta la madrugada incluso aunque estuviésemos de acuerdo": "Encontrábamos placer en elaborar teorías que se contradijesen, en entrar en discusiones negativas". Ese contrapeso es simbólico en su obra. Schraenen hace hincapié en que "Ulises y todo su entorno siempre fueron independientes a cualquier apoyo financiero o institucional: esta exposición es la prueba de que se puede escapar a las presiones del mercado artístico".
Carrión era un mexicano avergonzado de México -aunque en secreto escuchaba su música, relamía sus platos y contrató a tres mariachis para su funeral- y vivía en guerrilla contra la industria artística. ¿Qué pensaría si hoy supiera que una institución recorre su obra? "En aquella época no éramos anti-nada, sólo queríamos hacer cosas diferentes. No éramos antilibros, ni antiexposiciones, ni antiperformances", lanza Schraenen. "Se habla del arte marginal, pero ese arte es el que forma las raíces de lo que conocemos hoy. A mí en Bélgica me han llamado el padre de la anticultura y creo que tengo más cultura que la mayoría de los que me han llamado así. Sin embargo, los artistas de hoy no tienen esa posibilidad de elección que nosotros tuvimos".
Investigador artístico
Querido lector. No lea reúne desde los libros de distintos artistas que Carrión albergaba en su librería Other Books and So -estampados con boxadores, hechos de papel de fieltro, símbolos del amor, de las estructuras del lenguaje...- al proyecto titulado Gossip, Scandal and Good Manners [Chismes, escándalos y buenas modales] en el que muestra cómo se distorsiona un rumor o cotilleo entre la gente. Para ello, el artista utilizó a sus amigos y colaboradores más cercanos para que difundiesen por Amsterdam pequeñas historias inventadas por él. Carrión era también un investigador artístico que no olvidó dejar un rincón para Lilia Prado.
Mail Art [o Arte Correo] responde a la relación epistolar que Carrión creó con artistas de todo el mundo, formando una red global en la que se incluían las invitaciones para participar en los proyectos de arte coreo. Y los vídeos. Ah, los vídeos. "Si algo sale en la televisión no es arte, es realidad", decía Carrión. "El vídeo no es así. Tiene vida fuera de la tele, no está sujeto a las leyes de la realidad. Puede ser bueno o malo, pero siempre es libre. Yo sigo el antiguo precepto de amar la vida hasta en sus formas más humildes, por eso amo la televisión".
"Ah, televisión: pobre criatura carente de libertad. Los culebrones son tan emocionantes como las noticias, pero las noticias son más conmovedoras. La música pop es tan colorida como las noticias... pero las noticias son más intrigantes. Sin embargo, algo libre como un vídeo, algo que no esté enmarcado en nada es una ceremonia singular".
Viva el plagio
El artista creía que en la comunicación el problema está en la elegancia, "igual que en las costuras el problema está en el desnudo". Aspiró a una comunicación estética, trascendente, inspiradora en sí misma. Sólo forma. Sin contenido. Pensaba que los libros desaparecerán tal y como los conocemos ahora ("si nosotros desapareceremos, ¿por qué ellos no?"). Decía que eran una forma de arte, sí, pero no la mejor. La mejor podía ser un silbido, una puerta que se cierra. ¡También comunican y no son tan pretenciosos! Defendía el plagio. Creía que era "el punto de partida de una actividad creativa".
El plagio no tiene fines utilitarios. No se presta a interpretaciones psicológicas. Carece de valor comercial. Es sencillo y absoluto. Es bonito
"¿Por qué hay plagios? Porque hay demasiados libros. Se tarda mucho en leer o escribir un libro. El arte no es propiedad privada... el plagio denota el amor que se profesa al autor y ofrece una segunda oportunidad de leer un libro. El plagio no tiene fines utilitarios. No se presta a interpretaciones psicológicas. Carece de valor comercial. Es sencillo y absoluto. Es bonito". Quería renovar la poesía machacándola. Decían que Carrión trabajaba al despertarse a medianoche.
Noticias relacionadas
- Un artista entierra 10.000 euros de una subvención y difunde el lugar donde se encuentran
- El Ayuntamiento de Madrid cesa a Juan Carlos Pérez de la Fuente como director del Teatro Español
- El pintor que maquilló la bandera republicana y cambió de bando
- El cuchillo feminista que atacó por la espalda a Velázquez
- Luis Cueto: “Cultura no quería la colección Sandretto en Matadero”
- Blas de Otero, el poeta antifranquista que murió con el régimen
- "No hay ningún partido político cuya bandera sea la justicia"