Txomin Badiola y colegas
El Museo Reina Sofía inaugura en el Palacio de Velázquez del Retiro una exposición que recorre su trayectoria en 60 obras, seleccionadas por 6 artistas vascos.
22 septiembre, 2016 18:14Noticias relacionadas
Hace años le escuché decir a Txomin Badiola que no quiere comunicar algo, sino comunicarse con alguien. La exposición que inaugura el Museo Reina Sofía, en el Palacio de Velázquez del Retiro, vuelve a plantear la cuestión: ¿es posible que el arte contemporáneo comunique con alguien en la sociedad de la comunicación sin perder el gen de la diferencia? ¿Es capaz el arte contemporáneo de romper con la indiferencia que provoca su identidad marginal? José Fernandes, comisario de esta mirada retrospectiva sobre el trabajo del artista vasco, explica que es dueño de un lenguaje muy particular en el que se diluyen arquitectura, diseño, decoración y escultura, “en un proceso creativo muy cercano al visitante”.
Cuenta que, “a pesar de la complicación del significado de su obra, el público acepta y entiende a un artista constructor, porque es un artista que trabaja”. En ese sentido, Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, señala al montaje como parte de la obra. El conjunto es una pieza redonda. “La exposición es un retrato de Badiola hecha por Badiola”, dice, es decir, un autorretrato, en el que han intervenido siete artistas cercanos al retratado. “En Bilbao existe una verdadera comunidad de artistas que comparten su trabajo: ellos trabajan en mis obras y yo trabajo en las suyas”, explica Badiola. Esa es la esencia de Txomin Badiola. Otro Family Plot. Ana Laura Aláez, Ángel Bados, Jon Mikel Euba, Pello Irazu, Asier Mendizabal, Itziar Okariz y Sergio Preg han seleccionado diez obras de Badiola cada uno y hacen el total de 60, que se reparten por el espacio del palacio.
Depura las formas, las descompone y lo deja todo apenas en un signo, en una ilustración que surge del encuentro poético con cachitos de Fassbinder, Hitchcock, Godard o Passolini. Así trata de acabar con la reclusión elitista del arte, y en su movimiento encierra las estrellas del rock en poemas visuales. De ahí que Fernandes cuente que la obra del artista es una “permanente lucha y conflicto para ser capaz de asumir decisiones y no aceptar imposiciones, su obra es siempre la expresión de un conflicto”. El conflicto es descubrir la manera de acabar con la reclusión elitista del arte.
“Cuando la obra está acabada se incluye en referentes demasiado grandes como la belleza, pero al trabajar te enfrentas a decisiones mucho más pequeñas. Ese proceso de creación antes de ser referida a grandes referencias es lo que compartimos los artistas”, asegura. Y desde ahí, desde lo concreto y pequeño, Badiola utiliza las instalaciones para encerrar estrellas del rock y del cine, por ejemplo, en poemas visuales, como en El amor es más frío que la muerte (1996). Txomin Badiola, “el artista que trabaja”, está preparado para el gran público.