Los arqueólogos que manipularon 476 piezas y cambiaron la historia del cristianismo y del euskera
Arranca el juicio contra Eliseo Gil, exdirector del yacimiento romano de Iruña-Veleia, por un descubrimiento 'fake' que le reportó subvenciones millonarias.
2 febrero, 2020 01:56Noticias relacionadas
El hallazgo fue la bomba, tanto que alteraba el curso de la historia conocida. En el año 2006, Eliseo Gil, entonces director del yacimiento romano de Iruña-Veleia, situado a unos diez kilómetros de Vitoria, anunció el descubrimiento de la representación más antigua conocida de la crucifixión de Jesucristo, piezas con jeroglíficos egipcios y, lo que era más sorprendente aún, unas inscripciones en euskera que encumbraban al sitio arqueológico del siglo III como la cuna de este idioma. Pero todo resultó ser un montaje, un falsificación.
Una comisión formada 26 por expertos en Historia Antigua o Filología desmontó, dos años más tarde, toda la supuesta excepcionalidad de los abundantes tesoros de un pequeño yacimiento que, clamaron los embusteros, pretendía hacer sombra a las ruinas de Pompeya o a los colosales monumentos de Roma. Las camisetas con la consigna en euskera Ian Edan Lo —comer, beber dormir—, grabada en una de las piezas de cerámica desenterradas, se convirtieron en un éxito de venta entre los alaveses, que pronto tuvieron que desterrarlas al fondo del armario.
Desde este lunes y once años después de la querella interpuesta por la Diputación de Álava, tanto Gil como dos de sus colaboradores se enfrentan a un juicio por la falsificación de los vestigios históricos. La Fiscalía pide un total de cinco años y medio de cárcel para el exdirector de Iruña-Veleia por un delito continuado sobre el patrimonio histórico y otro de estafa en concurso con un delito de falsedad en documento privado, así como una multa de 7.200 euros. El ente provincial sube la petición a siete años y medio por sendos delitos continuados de daños y estafa.
En total, los acusados manipularon 476 piezas arqueológicas, la mayoría restos de cerámicas de los siglos III, IV y V, con unos grafitos que suscitaron las sospechas de los expertos a simple vista. Por ejemplo, la aparición de un símbolo de puntuación como la coma, que no se utilizó hasta la Edad Media; la referencia al dios romano Júpiter con J cuando en latín se escribía "Iupiter"; o el empleo de denominaciones mucho más tardías del emperador romano Augusto y la faraona Nefertiti, cuya existencia fue descubierta a principios del siglo XX.
Salto en el tiempo
A pesar de estas incongruencias históricas, lo más sorprendente de todo fue el hallazgo del disparatado dibujo de un hombre crucificado, supuestamente Jesucristo, con la leyenda RIP —Requiescat in pace en latín, descansa en paz—. "Es imposible que un cristiano ponga RIP en un crucifijo, es contradictorio", señaló entonces una profesora de Epigrafía de la Universidad Autónoma de Madrid, la primera en manifestar su escepticismo. Martín Almagro, prehistoriador y miembro del gabinete de expertos, también mostró su incredulidad: "Decir que Cristo está muerto sería una herejía. Nunca he visto nada tan cómico en la historia del cristianismo".
No solo hubiera sido esta la primera escena documentada del Calvario, sino también la prueba de que el cristianismo había enraizado en la zona del País Vasco muy pronto, casi al mismo tiempo que se expandía por el Levante mediterráneo y antes incluso de que el emperador Constantino la convirtiese en la religión oficial del Imperio romano. En cuanto a los grafitos en euskera en los fragmentos de cerámica, resultaban más de seis siglos anteriores a las primeras formas escritas de esta lengua conocidas hasta el momento. Los jefoglíficos los justificó Gil con la presencia de un egiptólogo que podría haber enseñado este sistema de signos a los niños.
Ante la envergadura de los descubrimientos y la relevancia internacional que adquirieron, la empresa del director del yacimiento, Lumen S. L., obtuvo un patrocinio de una sociedad pública vasca de 3,7 millones de euros, así como el resto de ayudas económicas brindadas por la Diputación de Álava. Cuando se descubrió la operación fraudulenta, Gil denunció ser víctima de "un linchamiento mediático".
En el escrito de acusación, la Fiscalía señala que Gil y sus colaboradores —Óscar Escribano, para quien también pide cinco años y medio de cárcel, y Rubén Cedrán, un falso físico nuclear para quien se reclaman dos años y seis meses— causaron "desperfectos" en el conjunto de las piezas arqueológicas para dotarlas de un "pretendido valor histórico-cultural-religioso que no tenían"; y las rayaron "a los efectos de realizar sobre ellas las supuestas inscripciones excepcionales, deteriorando de forma irreversible piezas tardo-romanas auténticas".
El Ministerio Público solicita también que Eliseo Gil y sus trabajadores indemnicen al Gobierno Vasco con un total de 285.600 euros por los daños causados en el patrimonio cultural —es decir, 600 euros por cada una de las 476 piezas manipuladas— y que los tres acusados abonen a partes iguales a la Diputación de Álava 12.490 euros en concepto de responsabilidad civil.