Barry Maxwell nació en Austin, Texas, pero durante años no perteneció a ningún sitio. Barry Maxwell era un hombre sin hogar: conoce la calle -su frío, sus pánicos, su agujero en el estómago- como sólo la conoce quien ha vivido en ella. Era fácil entonces perder la cabeza, abandonarse. Dar tragos largos a un brick de vino, entrar en calor, pasar semanas enteras en silencio. Tiene 58 años, aunque bromea con que no pasa de los 20. Ahora preside la organización Street Lit, que proporciona libros y ofrece talleres de escritura a la población sin hogar de Austin, todo de forma gratuita. No se considera un profesor, sólo un facilitador, un modesto guía de lecturas, un organizador de debates.
Lee los trabajos del grupo y presta pautas para mejorar la expresión. Se encarga también de que en las reuniones siempre haya café -nada de cerveza-, y suficientes bocadillos. "Todos los asistentes a la mesa saben cómo es la vida en la calle: o hemos vivido allí en el pasado o ahora mismo", explica en la web de la organización. "Tenemos visitantes regulares: ayudantes, amigos del grupo, y profesores de escritura de la universidad".
Libros contra la locura
Maxwell consiguió emanciparse de las aceras cuando le ofrecieron la posibilidad de ir a la universidad. Tenía 50 años y fue una experiencia transformadora, un trampolín hacia la vida digna. Siempre fue un lector acérrimo; más aún en las horas bajas. En una entrevista a Literary Hub, cuenta que la literatura fue de las pocas cosas que le ayudó a luchar "contra la uniformidad ineludible de los días", y que supuso "una zona de alivio psicológico, una forma de conexión con el mundo".
"Sinceramente, no sé cómo de cuerdo estaría yo ahora de no haber sido por ella. A veces leía para pasar el tiempo, y otras veces me ayudaba a darme cuenta de que yo había tenido una vida antes de la falta de vivienda. Entonces me empujaba a mantener la continuidad con ella, la conciencia de que la situación que yo vivía en ese momento no me definía en totalidad".
La literatura fue una zona de alivio psicológico, una forma de conexión con el mundo: sinceramente, no sé cómo de cuerdo estaría yo ahora de no haber sido por ella
Varios factores lo llevaron a liderar la iniciativa Street lit: empezó, en primer lugar -y antes de iniciar la universidad- a asistir a unos talleres de escritura. "Tuve suerte", reconoce. "Los talleres a los que me dejaron ir fueron un lugar de crítica constructiva, y fue igualmente importante el ambiente de seguridad, la atmósfera sin prejuicios que mis profesores crearon", recuerda. Explica que la vida del sintecho aísla y que puede llegar a "insonorizar la autoexpresión, a volverte un ser indefenso": "Me di cuenta de lo valiosos que habían sido esos talleres para mí, y de cómo, con un poco de aliento, podría haber empezado a escribir antes. Incluso podría haber dejado de beber antes, o haber entendido que en la vida había esperanza después de todo".
Más tarde, comenzó a trabajar en un proyecto sobre cómo marcar la diferencia en una clase de oratoria, en Austin Community College. Las ideas fluían otra vez. Organizó una colecta de libros y, en el transcurso de un semestre, recogió entre 750 y 1000 ejemplares. Así nació Street Lit. Su vida cambió, paso a paso, agarrándose a una hilera de libros que reedificaron su discurso, su capacidad crítica, su visión panorámica del mundo. Que le dieron perspectiva, integridad, ánimo.
Escribir en vez de beber
Dezi, uno de los participantes del taller, dice que Maxwell es "una estrella brillante en un lugar oscuro". Leonardo, otro de los miembros de la mesa, habla de su afición por la poesía y de que ve el proyecto como una oportunidad para pasar parte de su tiempo "sorteando el caos". Jenny, una joven de 20 años, se agarra a la escritura para evadirse de su tragedia personal: la prisión de su ex marido. En ninguno de los casos, la publicación es el objetivo final. "El acto de creación es más importante que la validación externa", apostilla Maxwell.
La misión está cumplida si hoy alguien bebe menos de lo que ayer lo hizo
Dezi opina que eso es "lo maravilloso" de la escritura, que "no todo el mundo tiene que recogerla o echar un vistazo a lo que has hecho, pero es una forma de que tú mismo hagas recuento y eches la vista atrás". Dice que Street Lit le ha creado "el deseo de volver a la escuela y al trabajo", además de a conocer su propio "potencial creativo". Maxwell está contento con los resultados: "Si puedo ayudar a que algunas personas se iluminen con un libro o recomendarles algo que creo que puede gustarles, es que todo va bien. La misión está cumplida si hoy alguien bebe menos de lo que ayer lo hizo".
Cuenta con el apoyo de donantes de la comunidad, del Centro de Recursos de Austin para los Sintecho (ARCH) y de los guiños de escritores que han nacido o residen en la zona. La última novelista de éxito que los ha visitado ha sido Elizabeth McCracken (Boston, 1966), autora de La casa del gigante, ganadora de la beca Guggenheim en Artes Creativas de EEUU y Canadá y nominada al Premio Nacional del Libro de Ficción.
He escuchado sus sátiras, sus poemas, sus recuerdos gloriosos de infancia y hasta el ensayo que uno de ellos escribió desde la cárcel
"He impartido talleres de ficción unos 27 años", relata ella. "Cuando estoy sentada en la mesa, rodeada por los escritores de la Street Lit, recuerdo la verdad esencial de esto: tener a otras personas a las que escuchar, que te escuchan y prestan atención a tu trabajo puede ser un milagro". Añade que atenderlos es "una asombrosa realidad": "He escuchado sus sátiras, sus poemas, sus recuerdos gloriosos de infancia y hasta el ensayo que uno de ellos escribió desde la cárcel".
Maxwell cuenta que el grupo se está haciendo tan grande que pronto tendrán que buscar un nuevo lugar de refugio lector, ya que muchos los que van encontrando hogar y reinsertándose siguen acudiendo, sin falta, a sus clases. También quiere solicitar para la organización un estatus completo sin fines de lucro y empezar a editar y publicar una revista de Street Lit. En su página, cita al poeta y ensayista Richard Hugo: "El trabajo de un escritor en ciernes puede ser de importancia para el mundo de la alta cultura, de la ganadora del Premio Pulitzer; pero es, en realidad, importante para el estudiante. Claro que es una cosa pequeña, pero también empequeñece el mal de olvidar o ignorar esas vidas que encuentran en un momento microscópico un gran triunfo personal".
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