El mercado de esclavas sexuales de Mosul abre 24 horas. Muchas llegan hasta allí a la fuerza, arrancadas de sus familias a pesar de que sus madres les rapan la cabeza para que parezcan niños y ningún hombre se fije en ellas y se las arrebate. Para decidir qué chica será para el jefe les manosean los pechos y comprueban su dureza. A estos procesos de “selección”, algunas van de forma voluntaria y sobre ellas pone el foco Ángela Rodicio en Las novias de la yihad, Premio Espasa de Ensayo 2016.
En el libro de la periodista de TVE no hay ni rastro del glamour que la prensa sensacionalista le ha conferido a las adolescentes europeas que se convierten al Islam para unirse al Estado Islámico, que ha creado mecanismos de propaganda para atraer a chicas de todo el mundo prometiéndoles el paraíso en la tierra, oferta que ellas aceptan sin saber que acabarán convertidas en mercancía.
“Comprar”, “vender”, “compartir”, “amo”, “baratas”, “mercado”, “selección” o “reparto” son palabras que aparecen en el libro para referirse a púberes a las que esterilizan para poder violarlas en grupo y así no tener que decidir cuál de los violadores dará su apellido al fruto que pueda nacer de esa ignominia. “Ese fue uno de los descubrimientos de esta investigación, algo que no se había explicado antes, las esterilizaciones que destrozan a niñas de 14 ó 15 años que nunca más tendrán la regla".
“Comprar”, “vender”, “compartir”, “amo”, “baratas”, “mercado”, “selección” o “reparto” son palabras que aparecen en el libro para referirse a púberes a las que esterilizan para poder violarlas en grupo
A sus captores, su religión les prohíbe fumar pero no tomar Captagón, una anfetamina que cuesta entre 5 y 20 dólares y que les permite estar alerta todo el día, dispuestos a abusar de sus esclavas a cualquier hora. Estas son las cosas que cuenta Rodicio en Las novias de la yihad, pero también las múltiples causas qué empujan a adolescentes de Francia, Inglaterra o Bélgica a ofrecerse al Estado Islámico, así como el contexto histórico y social que ha hecho posible un infierno del que cada vez escapan menos mujeres con vida.
Adolescentes entre dos mundos
“La cultura occidental no es suficiente”, dice en el libro Silán, joven kurda que intenta entender lo que motiva a chicas de su edad a sumarse a la yihad. “La islamofobia es rampante”, añade y esa idea la repite Asia, prometida con un imán de Londres, mientras da un paseo con Rodicio por las calles de Bloomsbury. Por el mismo barrio, un siglo atrás, pasearon también feministas como Virginia Woolf o Dora Carrington, cuyos libros e ideas no impiden hoy que algunas busquen su libertad en la yihad. “Sienten que tienen poder porque deciden escaparse y con quién casarse. Y se sienten especiales".
Rodicio no retrata a chicas descerebradas. “Son adolescentes y son vulnerables, pero tienen en común que son inteligentes y sensibles y una escasa, cuando no nula, comunicación con sus padres". Las familias son, principalmente de dos tipos: las formadas por padres de una primera generación de inmigrantes del Sudeste asiático u Oriente Medio que no se han adaptado a su nuevo país y las de progenitores occidentales cuyas hijas se convierten al Islam en un etapa de extrema fragilidad. “Se da en todo adolescente, pero ellas, además, viven entre dos mundos opuestos: fuera de casa uno occidental; dentro, unos padres profundamente desarraigados que incluso les eligen marido". Y en medio de los dos, dice la autora, Internet les abre otras opciones.
Noticias, conspiraciones e Internet
El rechazo que sienten los jóvenes entrevistados por los periodistas y los medios de comunicación convencionales aparece muchas veces en el libro. Todos accedieron a hablar con Rodicio cuando vieron que sabía diferenciar ramas de la religión islámica y conocía la realidad de los países que nombraba. "No leen diarios, pero se creen lo que leen en Facebook". La autora habla de “la combinación diabólica”: un regreso intelectual a las raíces del Islam con instrumentos del siglo XXI. “No preguntan nada, lo buscan en Internet. Hasta los novios y maridos: no he entrevistado a ninguna que no hubiera conocido a su pareja en alguna web". Uno de esos sitios apareció en 2014, Jihad match-maker (casamentero de la yihad), y forman parte de unas plataformas que “han creado una aureola de caballerosidad y sex-appeal yihadista".
“Liberadores de sus países que construyen el Califato.” Así son los hombres que les enseñan y las esperan. También les cuentan y les muestran fotos de cómo serán sus vidas, sus mansiones, sus bolsos y sus comidas: “Les describen el cielo en la tierra. Pero a esas adolescentes sólo les esperan violaciones y torturas” Pero las que se aventuran no creen a los medios pero tampoco el relato de las que escapan: “Deberían verlas. Son mujeres destruidas. Cuando hablas con alguna de ellas, parece que estén a punto de desvanecerse. Los hijos que sobreviven y las acompañan también quedan traumatizados de por vida".
No preguntan nada, lo buscan en Internet. Hasta los novios y maridos: no he entrevistado a ninguna que no hubiera conocido a su pareja en alguna web
Rodicio habla de “la segunda oralidad”, una época, esta, en la que los padres aún precisan del papel mientras sus hijos hablan y chatean. En el libro, todos se ríen de que Rodicio tome notas. “Hablamos de jóvenes que leen pero no saben leer y creen en conspiraciones históricas y seculares de todo tipo". Un ejemplo aparece en el testimonio de “el chico de Jalalabad”, universitario afgano que vive en Londres mantenido por su padre. Ni se plantea leer The Guardian o The Independent para informarse, pero cita las novelas de Dan Brown para explicar cómo funcionan los gobiernos del mundo. “Una de las conclusiones a las que he llegado es que los periodistas no le servimos para nada a estos jóvenes”, dice con pesar Rodicio.
Pocas dudas
El relato que hace la periodista que lleva 30 años cubriendo Oriente Medio no es una mera retahíla de horrores, que los hay, pues el tema está contextualizado hasta el más mínimo detalle y bebe de fuentes diversas, también literarias. Muchas de sus entrevistadas son universitarias que viven o nacieron en Londres. “Es gente que estudia en centros punteros caros y de difícil acceso. Optan por carreras de biotecnología, por tanto hablamos de gente que está en la última frontera del conocimiento tecnológico. Pero que cuando charlas largo y tendido con ellas no saben por ejemplo, cómo explicar sus ideas sobre el origen del mundo".
La conversación a la que hace referencia la periodista aparece en Las novias de la yihad y versa sobre Adán y Eva. Lahore, seudónimo de una genetista con la que se entrevista, acaba mezclando cuestiones religiosas con otras científicas. El diálogo es apasionante y turbador y la interlocutora lo zanja así: “Si te cuestionas el Corán, entonces no eres un verdadero musulmán.” A la periodista le llama la atención que nunca duden. “Más que ideas, tienen certezas". Mujeres con esa formación y con las ideas claras no parecen susceptibles de ser captadas para ir a la yihad, pero Rodicio tiene otra impresión: “Creo que todas con las que hablé, excepto una, podrían acabar haciéndolo porque lo que denominan ‘doble moral de Occidente’ y los ataques al mundo musulmán se lo toman como algo muy personal".
El año pasado seguí a Nigel Farage durante una semana de campaña electoral por el Brexit y su discurso es parecido a lo que me contaban los adolescentes pero al revés
La reportera, que trabaja en Informe Semanal, quiere dejar claro que lo que cuenta en su libro es la situación de una “minoría minoritaria”, pero también que ha descubierto que “hay terreno abonado para que cada vez lo sea menos". Y no sólo los terroristas colaboran a que así sea. “El año pasado seguí a Nigel Farage durante una semana de campaña electoral por el Brexit y su discurso es parecido a lo que me contaban los adolescentes pero al revés: unos dicen claramente que no quieren integrarse y Farage les responde que aunque quieran, él no los quiere en su país. Son dos caras de la misma moneda, posturas radicales que alimentan el nacionalismo populista.”
Una caso de genocidio
“En la primavera de 2016, 800 mujeres prisioneras sexuales del Estado Islámico habrían sido liberadas, pero 3.400 personas, mujeres y niños, permanecerían en manos del grupo terrorista más letal de la historia reciente.” Rodicio informa de este modo de que las liberaciones se han congelado, bien porque las chicas ya ni tienen familia que las reclame, bien porque se han quedado sin fuerzas para intentar escapar.
No parece que haya una solución a corto plazo. Algunas iniciativas como la de las Hermanas contra el Extremismo Violento, grupo formado en Viena, ayudan a las madres con hijo radicalizados a sacarlos de la espiral y las Damas del Sol, ex esclavas sexuales que consiguieron huir, han tomado las armas contra sus antiguos captores. Por la vía de la justicia, Rodicio informa de una iniciativa que lleva a cabo la ex ministra iraquí Pascal Warda junto a otro abogado iraquí y el periodista Andrew Slater relativa a las yazidíes, una de las sectas oficiales de Iraq, entre las que más secuestros y muertes ha habido y a cuyos familiares también raptan y utilizan los terroristas como mano de obra barata. “Están recopilando testimonios grabados que traducen al árabe y al inglés para presentar un caso de genocidio ante el Tribunal de La Haya.”
Entre esos testimonios se repiten historias de torturas, de venta e intercambio de chicas, de violaciones en grupo, de días y días seguidos sufriendo vejaciones sin descanso, de mujeres obligadas a convertirse al Islam. Mientras, en ese otro mundo que transcurre en la Red, en el consultorio matrimonial online de Estado Islámico, una estudiante de Medicina escribe un mensaje destinado a las futuras novias de la yihad: “Estetoscopio al cuello y kalash al hombro. Mi mayor sueño es el martirio.”