La SGAE tiene hoy jueves un día histórico. En la primera asamblea de José Miguel Fernández Sastrón como presidente de la sociedad de gestión de derechos de autor, el orden del día revela una jornada de votaciones que podría reformar de arriba abajo la vieja estructura que, de momento, no se ha puesto al día con varios artículos de la Ley de Propiedad Intelectual. Por ejemplo, el 153, que impide a la entidad imponer al autor “como obligatoria la gestión de todas las modalidades de explotación ni la de la totalidad de la obra o producción futura”.
Los socios votarán el cambio de los fines y las funciones de la sociedad, de los socios, las competencias de la Asamblea general, el procedimiento disciplinario para atender reclamaciones y quejas, así como la contabilidad y la auditoría. También las fórmulas para la recaudación y el reparto de los derechos. Incluso la incorporación del voto electrónico para resolver las asambleas sin que los socios deban desplazarse hasta la sede central, en Madrid.
La jornada también es especial porque la Sociedad General de Autores y Editores recibirá al primer sindicato de músicos, creado hace unas semanas
La jornada también es especial porque la Sociedad General de Autores y Editores recibirá al primer sindicato de músicos, creado hace unas semanas, formado por socios de la gestora, que opera ya en Murcia, Valencia, Barcelona y Madrid. Entre ellos, el artista Pablo Und Destruktion, delegado de la SGAE de Asturias, en mitad del proceso de demanda contra el grupo Atresmedia y SGAE por utilizar una canción sin su permiso, que ni siquiera tiene declarada en el repertorio de la sociedad.
Más democracia
En la actualidad, los autores firman un contrato de gestión que obliga a delegar la gestión de la totalidad de su repertorio a la entidad. Los autores no tienen posibilidad de dejar fuera de la gestión a la SGAE y quedan supeditados a la gestión que los editores cierran con las empresas audiovisuales como este caso. “Pedimos que los acuerdos con las televisiones se sometan a decisión de los socios, en Asamblea”, explica.
“Queremos transparencia, no tenemos acceso claro a los acuerdos. La SGAE ejecuta claras prácticas en contra de los autores y a favor de los editores. Es un gran problema, porque los trabajadores-autores salen perdiendo frente a las editoriales-patronos”, cuenta a EL ESPAÑOL. Cuenta Pablo que renunció a fichar por Universal precisamente porque la editorial hace un “trabajo innecesario”. Sin embargo, el autor se queja de la falta de defensa que recibe por su gestora: “A la hora de cobrar, Universal recibe lo pendiente con una llamada. Llamo yo a la SGAE y tengo que llevarles a juicio”, sentencia, para denunciar la indefensión de su gremio.
La SGAE ejecuta claras prácticas en contra de los autores y a favor de los editores. Es un gran problema, porque los trabajadores-autores salen perdiendo frente a las editoriales-patronos
La única respuesta que ha recibido por la SGAE es una carta en la que le acusan de haber demandado a la sociedad “por afán de notoriedad”. Es un conflicto abierto con una parte de la Junta Directiva de la SGAE, la que opera contra los autores y no les facilita la cobertura. El sindicato de músicos ha abierto una carta de adhesión a la causa, en la que ya han firmado autores como Nacho Vegas y Jorge Ilegal, entre otros.
Entrar en el siglo XXI
Otra carencia histórica de la SGAE: los autores no pueden elegir el tipo de licencias bajo las que quieren difundir su obra. Sólo hay un modelo, “todos los derechos reservados”. Demandan flexibilización orientada al mundo digital, por ejemplo, Creative Commons. “Es un contrato abusivo que deja bajo su gestión todo lo que el autor crea”, cuenta David García Aristegui, socio de la SGAE y uno de los fundadores del sindicato.
“Necesitamos saber qué acuerdos se llegan, entre otras cosas por los derechos morales. A una persona le puede ofender que su música se utilice para promocionar una corrida de toros, por ejemplo. Los usos de la obra de los autores deben tener control para saber en qué se utiliza”.
Necesitamos saber qué acuerdos se llegan, entre otras cosas por los derechos morales. A una persona le puede ofender que su música se utilice para promocionar una corrida de toros, por ejemplo
“Los editores son especuladores, que trajinan con nuestras obras en nuestro nombre propio, pero a nosotros no nos llega nada”, dice Pablo. “Necesitamos que la SGAE se convierta en un repertorio de canciones, no de personas”. Y se muestra esperanzado con la nueva dirección de la entidad: “Quiero creer que Sastrón puede ser bueno para los autores. Tiene una oportunidad única para demostrarlo. Es un conflicto claro entre trabajadores y patrones, un conflicto laboral muy claro”.
Para García Aristegui el papel de Sastrón es ambiguo, porque a pesar de reconocerle un enorme conocimiento de la Ley de Propiedad Intelectual y de ser muy crítico con el papel de las editoriales, “no es nada claro ni contundente con el escándalo de la rueda de las televisiones y ha matizado su discurso sobre el dinero del `pendiente de identificar´”. Está confiado en que termine sacando de la entidad a los editores y dejándola para los autores. “Vamos a darle 100 días”.