Super Bowl 2018: el espíritu de Rocky Balboa contra la dinastía de los Patriots y Tom Brady
La dupla que forma junto al entrenador Bill Belichick busca su sexto campeonato desde 2002. Enfrente tendrán a unos Philadelphia Eagles huérfanos de su quarterback titular, Carson Wentz.
3 febrero, 2018 01:21Noticias relacionadas
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En Rocky IV, un infravalorado Robert Balboa viaja a Moscú para enfrentarse al fortachón y robusto Ivan Drago. El trasfondo de la Guerra Fría convierte al combate por el título mundial en un nuevo capítulo propagandístico de las tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que finalmente se decanta a favor de los buenos, los yanquis. Pese al ambiente hostil, Balboa noquea a su rival en el decimoquinto y último asalto.
En un alarde de símil pugilístico, Sylvester Stalone, precisamente el actor que encarna el personaje del icónico Rocky, ha utilizado su pelea contra el villano soviético —interpretado por Dolph Lundgren— para caracterizar la Super Bowl número 52 de la historia. Stalone ha publicado en su cuenta de Instagram un montaje donde se le ve a él con la camiseta de los Philadelphia Eagles y a Drago con la de los New England Patriots, acompañado de la siguiente proclama: “Sabemos cómo acabó esto… Sabemos quién va a ganar la Super Bowl… ¡De desfavorecido a mandamás!”.
El alegato de la estrella de Hollywood convierte a los Patriots en el equipo odiado, pero esta animadversión no es un sentimiento exclusivo de Stalone, sino más bien una percepción extendida en el mundo del deporte: o eres seguidor de la franquicia de Foxborough (Massachusetts) o seguramente te sientas empujado a odiarla. Hay poco espacio para el término medio.
Son varias las razones que explican por qué los Patriots se han convertido en el equipo de fútbol americano con mayor número de haters. Para los más conspiranoicos, los actuales campeones recurren a todo tipo de artimañas —varios casos así lo corroboran, como el de los balones deshinchados— y cuentan con el beneplácito del arbitraje —argumento más complicado de defender teniendo en cuenta que en la NFL se revisan todas las jugadas dudosas—.
Sin embargo, el odio global se debe a una cuestión puramente deportiva: los Patriots son una máquina de ganar, un engranaje de soluciones infinitas orquestado por Bill Belichick, probablemente el mejor entrenador de la historia, y ejecutado por Tom Brady, probablemente el mejor quarterback de la historia; la fusión de ambos es la fórmula del éxito. Por lo tanto, la antipatía y el papel de villanos que representan podría resumirse en su condición de evidentes dominadores en un deporte alérgico a las dinastías.
Desde el año 2002, los New England Patriots han alcanzado ocho veces la Super Bowl, levantando el trofeo Vince Lombardi en cinco ocasiones —la madrugada del domingo al lunes (00:30, #0 de Movistar+) podría ser la sexta—. Han convertido en costumbre un proceso de enorme dificultad: ser partícipes, temporada tras temporada, del evento deportivo más mediático del planeta. Y ganarlo. De cualquier manera. Puede ser con una intercepción en el último segundo o con una remontada imposible como la del año pasado —al inicio del tercer cuarto perdían por 28-3 frente a los Atlanta Falcons—. Cuando todo el mundo les da por enterrados, ellos siempre encuentran una rendija por la cual escaparse.
Los Eagles, sin su gran estrella
Lo paradójico de los Patriots, y especialmente de Tom Brady, resulta que, según varias encuestas, encabezan la lista de los más odiados, pero al mismo tiempo, el quarterback californiano es el mariscal de campo más popular, entendido esto como conocido por el público. El aficionado español que centra su atención en el fútbol americano cuando se acerca febrero, el mes de la Super Bowl, seguramente googlee para conocer a los contendientes de esta nueva edición y espere encontrarse con los Patriots y a otro más.
En Minneapolis, en un estadio majestuoso recubierto de vidrio y con techo transparente, los encargados de terminar con el legado 'patriota' serán los Philadelphia Eagles, que poco antes de comenzar los playoffs y tras cuajar una Regular Season de altísimo nivel, perdieron por lesión a Carson Wentz, su quarterback titular y claro candidato al MVP, además de a otras piezas fundamentales de su esquema. Pese a la plaga de infortunios físicos, han ido superando rondas dirigidos por un sorprendente Nick Foles, lanzador suplente que será titular por primera vez en un partido de semejante calibre.
La veteranía de Brady y los Patriots —35 jugadores de la plantilla han disputado al menos una Super Bowl— contrasta con el déficit de experiencia de los Eagles —sólo seis han participado en este encuentro—. Además, Brady, The Comeback Kid, a los 40 años y con una herida reciente en la mano que fue necesario coser con 12 puntos, tiene un nuevo reto en el horizonte: convertirse en el primer quarterback que lidera la temporada regular en yardas de pase y logra el anillo de campeón.
Para la NFL ha sido un año marcado por la guerra contra Donald Trump y las malas audiencias: la temporada regular ha tenido un 9,7% menos de seguimiento. De 16,5 millones en 2016 se ha bajado a 14,9 en 2017. Pero la fiesta de clausura ya está preparada. Justin Timberlake tendrá complicadísimo mejorar la pasada actuación en el descanso de Lady Gaga y los dos equipos acercarse al nivel de juego y emoción de la Super Bowl número 51.
El pasado lunes, en la Opening Night, también conocida como el Media Day, que parece más bien una feria de congresos que una rueda de prensa previa a una final, y a la que pueden acceder los aficionados pagando un 'módico' precio de 32$, algunos periodistas de Philadelphia aparecieron con máscaras de perro para hacer las entrevistas. Los Eagles han recibido la etiqueta de underdogs —en inglés, deportista o equipo al que se le dan muy pocas posibilidades de vencer— frente a los Patriots. Como sucedió cuando Rocky se calzó los guantes para enfrentarse a Ivan Drago. Ahí, David venció a Goliat, pero era ficción, una película. Lo que suceda en la Super Bowl LII se escribirá en la madrugada del domingo al lunes; lo que sí sabemos, como decía Hemingway, es que “a los valientes nunca les pasa nada”.