¿Alguna vez soñó con poder ver en su cancha a todos y cada uno de los mejores equipos de baloncesto de Europa cada semana? Pellízquese cuanto quiera, porque su ilusión ya es una realidad. La Euroliga, máxima competición europea de clubes, estrena temporada y formato. Real Madrid y Olympiacos, que jugaron el primer partido de la historia de la competición un 16 de octubre de 2000, también serán los encargados de inaugurar una nueva y apasionante era este miércoles (21:00 horas, Movistar+ Deportes 1). Una en la que los 16 mejores equipos continentales se medirán entre sí durante 30 jornadas de liga regular buscando la clasificación para los playoffs. Allí donde los ocho supervivientes se jugarán cuatro plazas para la Final Four de Estambul.
Se acabó la Euroliga de 24, con una fase inicial de cuatro grupos de seis equipos cada uno y el Top 16 posterior. Ahora, llegar a los cuartos de final europeos será la única preocupación de los contendientes por el título desde este 12 de octubre hasta el 7 de abril. Todos serán rivales directos y conocerán las cartas de los demás, con un partido de ida y otro de vuelta para estudiarse a fondo. La idea del 'spot' lanzado por la competición, al más puro estilo “Ocean's Eleven”, no puede ser más acertada: quien mejor juegue sus bazas, hará saltar la banca en el casino continental y se llevará la preciada copa de campeón.
La empresa no será nada fácil. No sólo por el hecho de que los equipos compaginen sus ligas nacionales con Europa y por el de no evitar a ningún adversario en el camino hacia el éxito continental. Una de las mayores trampas de la nueva Euroliga son las dobles jornadas. Una vez al mes (exceptuando febrero), cada club deberá afrontar dos partidos europeos de la máxima exigencia en apenas cuatro días. La batalla será tal que arroja datos tan increíbles como el siguiente: los tres participantes españoles (Real Madrid, Barça y Baskonia) jugarían hasta 85 partidos este curso, más que en toda la temporada regular de la NBA, si llegasen hasta el final en todas sus competiciones.
De ahí que lo que resulta más que atractivo para el espectador (ver a cualquier conjunto europeo pudiente midiéndose a su equipo sí o sí) no lo sea tanto para ciertos jugadores. “Son muchísimos partidos, muchos viajes, y no puedes comparar la liga española con la alemana, porque aquí siempre tienes partidos importantes y eso físicamente al jugador le exige estar siempre al cien por cien. Se nos va a hacer muy largo y muy duro”, confiesa Rudy Fernández.
Así se presenta el nuevo curso europeo
Esos trayectos por el mapa del Viejo Continente tendrán un destino recurrente y muy peligroso: Turquía. Sus equipos han protagonizado una suerte de “Pedro y el lobo” baloncestístico en la Euroliga estos últimos años: siempre se decía que llegarían y asaltarían la élite con fauces y dientes, pero nunca terminaron de alcanzarla o se quedaron a las puertas, como en los dos cursos pasados. No obstante, la fiera turca puede acabar atacando antes o después. Y, cuando eso pase, quizá algunos no crean al Pedro de turno.
Pero los más lo harán. Esta temporada, con cuatro viajes a tierras turcas para cada uno de los 12 equipos ajenos al país, puede ser un buen momento para temer más que nunca al baloncesto turco. Empezando por el Fenerbahçe, vigente subcampeón de Europa con mano de hierro tanto en su plantilla (Bogdanovic, Vesely, Udoh, Datome, Bobby Dixon…) como en su banquillo (Obradovic, rey de reyes de la banda europea). Tampoco se queda atrás el Efes, con Perasovic a los mandos después de su exitoso regreso a Vitoria y jugadores como Omic, Honeycutt, Dunston, Jayson Granger o Heurtel.
Ni mucho menos habrá que perderle la pista al nuevo rico otomano, un Darussafaka Dogus que será un vecino muy incómodo para el Fenerbahçe y un rival apto para dar sorpresas. Como para no optar a ello cuando les entrena David Blatt, deseoso de redimirse de un paso por la NBA menos satisfactorio de lo que le habría gustado. Su plantilla no está nada mal: Dairis Bertans, Harangody, Slaughter, Wanamaker y Erden, entre otros. El Galatasaray, último campeón de la Eurocup, parece estar un escalón por debajo de sus compatriotas, pero tampoco hay que fiarse de los Preldzic, Tyus, Pleiss y Daye de turno.
Otro foco de atención claro será Grecia. ¿Motivo? Los de casi siempre: Panathinaikos y Olympiacos. Cuidado con los verdes esta temporada, ya que se han hecho con una de las piezas más codiciadas del mercado: Ioannis Bourousis. En plena segunda juventud, tendrá compañeros de tanto talento como Mike James, Chris Singleton, James Gist, K.C. Rivers o Demetris Nichols. Se habrá retirado Diamantidis, pero no lo ha hecho su alter ego de El Pireo: un Spanoulis que, con Printezis como gran escudero, no dejará de dar guerra. Con él estarán también Papanikolaou, Hackett o Lojeski para conseguirlo.
Y cómo olvidarnos de Rusia, con el actual campeón de Europa, el CSKA de Moscú, prometiendo el oro y el moro otro curso más: De Colo, Teodosic, Hines, Augustine, Khryapa, Aaron Jackson… El otro equipo ruso de la competición será el Unics Kazan de Langford, Kaimakoglou, Banic y Quino Colom. En Israel e Italia, la cosa irá de clásicos. Por un lado, el Maccabi, con Weems y Goudelock a la cabeza. Por otro, el Milán de Gentile, Raduljica, Macvan, Zoran Dragic y Krunoslav Simon.
Quien esperará en Alemania será un Brose Bamberg que ya dio algún susto la temporada pasada, con Causeur, Melli, Zisis y Darius Miller como grandes amenazas. El honor de los Balcanes lo defenderá el Estrella Roja de Belgrado, mientras que otro habitual como el Zalgiris Kaunas representará al baloncesto báltico. Jóvenes como Jovic en Serbia y Pangos y Augusto Lima en Lituania serán los encargados de guiar ambos proyectos.
En España, el Madrid tendrá a Llull como claro jugador franquicia y a Ayón como estandarte de un gran juego interior en el que también sobresalen Anthony Randolph y Othello Hunter. Por su parte, el Barça confiará en las diabluras de Tyrese Rice y el Baskonia anhelará que las apuestas por Bargnani y Beaubois le salgan tan bien como la de Shane Larkin (hasta ahora).
Más defensores que detractores
Todo parece dispuesto para un gran espectáculo baloncestístico. Y, sin embargo, algunos tienen dudas sobre si realmente lo será. “A mí me gustaba más el formato anterior que el de ahora, sinceramente. Es cierto que a lo mejor ganas a nivel de competición porque cada partido va a ser muy competitivo, pero me gusta el tema de ir clasificando para grupos, después entrar a cruces, y no hacer como en la Liga ACB, que al final ya está todo muy visto”, reconoce Rudy Fernández.
Aun así, la mayoría de protagonistas de la competición son más optimistas con las nuevas circunstancias de la liga europea. “Es muy excitante que cada equipo de Europa vaya a venir a jugar a Vitoria. También es muy excitante para los aficionados, por supuesto”, considera Kim Tillie. “Creo que es fantástico para la competitividad, el interés de los fans y las metas y visión a largo plazo de la Euroliga. Será un año especial”, opina David Blatt.
“Tendremos que estar preparados desde el primer partido. Cada encuentro cuenta y va a ser importante”, apunta Spanoulis. “Nadie podrá esconderse ni decir que su equipo todavía no ha sido probado. Es una oportunidad para todos de jugar contra todos”, asevera James Gist. “Es un estilo de competición más cercano a la NBA, por lo que me gusta”, continúa Nick Calathes en la misma línea.
Pero ya se sabe: la crítica nunca es eludible. “Con este nuevo formato a lo mejor es bastante más improbable que algún equipo dé la sorpresa, porque necesitas una regularidad muy importante”, opina Rudy. Para él, “cada encuentro en el Palacio va a ser un partidazo”, algo que, a su vez, resulta “un hándicap”.
Si lo será o no, si los “muchos partidos y viajes” de los que también habla Felipe Reyes acaban cansando a jugadores y aficionados, habrá que dirimirlo al final del curso europeo. Por ahora, bendito hándicap y bendita devoción por el baloncesto la que generará una Euroliga mejor y más exigente que nunca.
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