Nos situamos en pleno boom de la canasta española, allá por los años 80 del siglo pasado. En concreto, en agosto de 1984. La selección hacía historia al ganar la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles y muchísimos españoles trasnochaban para no perdérselo. Uno de tantos que vieron por televisión a Fernando Martín, Epi, Corbalán, Llorente, Iturriaga y compañía con la presea colgada al cuello fue Juan Roig. El empresario valenciano contaba entonces con 34 años y ya les había comprado Mercadona a sus padres, junto a tres de sus cinco hermanos, en 1981. Aquel equipo nacional de leyenda le dio una idea de futuro: traer el baloncesto de élite a Valencia.
“¡Nuestro, nuestro, esto es nuestro!”, le decía Bojan Dubljevic a Roig 33 años después de esa revelación baloncestística mientras se fundían en un abrazo gigantesco. Acompañado de una sonrisa tan o más grande en el rostro del accionista mayoritario del Valencia Basket, que veía cumplido uno de los sueños de su vida: traer una ACB, la primera, a la Comunidad Valenciana. Y no de cualquier manera, sino con su equipo derrotando al todopoderoso Real Madrid en la final. Mientras deambulaba por el parqué de la Fuente de San Luis, celebraba el título con otros jugadores e incluso levantaba la copa de campeón, Juan parecía un aficionado más.
De hecho, hace tiempo que el segundo hombre más rico de España vive los partidos así, como cualquier hincha de a pie. Su pasión por los colores taronja, a sus 67 años, es tan contagiosa como el primer día. “¡Esta es mi casa, yo siempre aquí!”, logró que le soltase su jugador franquicia, que ha llegado a sonar hasta para la NBA. A Roig tenía que servirle de algo invertir cerca de 200 millones de euros a lo largo de 30 años en su gran ojito derecho después de los supermercados. Hubo desencuentros, claro, pero siempre pesó más ese amor que nació una madrugada del verano del 84. Hasta el punto de que Roig ya puede presumir de que, tanto tiempo después, la liga española por fin se ha teñido del color naranja de su equipo.
La cultura del esfuerzo taronja
Lo suyo costó desde aquel curso 1986-1987, el primero de un Valencia Basket que entonces militaba en Primera B (actual LEB Oro). Como el Valencia de fútbol había descendido a Segunda División y sus otras secciones deportivas habían quedado desmanteladas, se decidió crear un club heredero del equipo de baloncesto ché. El actual presidente taronja, Vicent Solá, y el vicepresidente, Paco Raga, fueron algunos de los fundadores.
Poco después, llegaron los Roig. Fernando, otro de los hermanos de la saga más vinculados al deporte, no tardó en convertirse en el líder de la entidad desde los despachos. El ascenso a la ACB llegó en la segunda temporada, manteniéndose en ella de forma ininterrumpida durante siete temporadas con jugadores como Salva Díez, Brad Branson, Larry Micheaux, Pedro Rodríguez o Víctor Luengo. Entre medias, en 1991, Juan se convirtió en el principal accionista de Mercadona.
El primer momento comprometido llegó en 1995 con el descenso a la EBA, segunda categoría del baloncesto nacional en aquella época. Pero antes siquiera de que pudieran existir dudas con respecto al futuro, el Valencia Basket regresó a la ACB: compró la plaza al CB Zaragoza un año después de bajar y tras concluir segundo en la liga inmediatamente inferior. El respaldo de los Roig al proyecto parecía inquebrantable. Brillaba el patrocinio de Pamesa, la empresa cerámica propiedad de Fernando que haría célebre al equipo. El primer gran título llegaría en 1998 durante la Copa del Rey. Contra todo pronóstico, los taronja pasaron de debutantes en el torneo a campeones en un santiamén (89-75 ante el Joventut de Badalona en la final).
Un año después de aquel triunfo de los Luengo, Rodilla, Swinson y Radunovic de turno, con Vukovic como técnico, Fernando Roig dejó la presidencia. Empezaba a llamarle más el fútbol, como al hermano mayor de la saga, Francisco, que lideró al Valencia CF entre 1994 y 1997. Fernando había sido accionista de los ché, pero decidió apostar más fuerte por el Villarreal. Tras una temporada compaginando deporte rey y baloncesto, asumió del todo las riendas del club castellonense, del que sigue al frente en nuestros días. Era 1999 y Juan Roig, vicepresidente hasta ese momento, llegaba a la presidencia del Pamesa Valencia.
Ejerció el cargo hasta 2007, con hitos más que sobresalientes bajo su mandato, como la primera participación del club en la final de la ACB (2003) y en la Euroliga (2003-2004). También la Eurocup conquistada en 2003 (entonces Copa ULEB) y dos subcampeonatos coperos. Las plantillas taronja rebosaban calidad: Bernard Hopkins, Berni Álvarez, José Antonio Paraíso, Fabricio Oberto, Dejan Tomasevic, Federico Kammerichs, Antoine Rigaudeau, Igor Rakocevic, Alejandro Montecchia… Los entrenadores tampoco desentonaban: Luis Casimiro, Paco Olmos, un debutante Pablo Laso…
Sin embargo, el proyecto se estancó y Juan Roig decidió cerrar su etapa como presidente. “Yo he querido presidir y dirigir el club con un idéntico perfil de ejecutivos que tan buen resultado me ha dado en mi empresa. Acepto que el modelo de gestión que hasta ahora ha llevado el club no es el adecuado después de veinte años y que no hemos conseguido hacer un gran club”, reconoció con franqueza el día en que traspasó sus poderes. Él y su hermano Fernando siguieron en el consejo de administración del Valencia Basket, pero aquello no cuajaba. Juan y hombres como el que fuera su director general, Víctor Sendra, pasaron a centrarse más en Mercadona.
Se llegó a un punto tan drástico que, en 2009, los Roig redujeron la aportación económica que hacían al club, pusieron sus acciones a la venta y establecieron un plazo de dos años para que la entidad fuese viable. De hecho, Pamesa dejó de patrocinar al equipo, que pasó a tener como sponsor a la empresa electrónica Power Electronics. La pasión por el baloncesto de la familia de empresarios, y sobre todo de Juan, estuvo a punto de apagarse para siempre. La clave para que eso no ocurriese estuvo en no desfallecer, en ver que toda la inversión realizada no sería a fondo perdido.
Así regresaron los títulos (dos Eurocup más), la presencia en la Euroliga (playoffs en 2011) y las buenas actuaciones a nivel doméstico (semifinales continuas en liga y presencias casi siempre en la Copa, con finales incluidas). El Valencia Basket cambió el chip y, en 2011, protagonizó una maniobra arriesgada e innovadora a la vez: renunciar al patrocinio de cualquier tipo y adoptar como credo y lema la cultura del esfuerzo. Sólo valorando el trabajo continuo y la importancia de cada euro invertido en el club, superándose día a día, llegarían los resultados.
Con el corto plazo mucho más presente que el medio y el largo, los éxitos le han demostrado a Roig que creer en su sueño mereció la pena. Ahí queda una temporada para la historia, con dos subcampeonatos (Copa y Eurocup) y la consecución de la liga, una de las gestas más notables del baloncesto español en su época reciente. “Este título ha conseguido que nos saquen hasta en las televisiones de Madrid. No será el último que celebremos”, promete el máximo accionista del Valencia Basket. El club vive mucho en el presente (tanto como para que, a día de hoy, la continuidad de Pedro Martínez como entrenador no esté nada clara), pero puede verse que ya empieza a pensar en el futuro.
No sólo por la declaración de intenciones de Roig en la celebración de la liga, sino por L'Alqueria del Basket. Se trata de un edificio que albergará una escuela de baloncesto de unos 15.000 metros cuadrados desde finales de 2017, llamada a potenciar la cantera taronja y financiada directamente por el responsable de Mercadona (18 millones de euros de presupuesto). Tiene muchas esperanzas puestas en el proyecto. Casi tantas como en la próxima Euroliga, cuarta de la historia del Valencia Basket y en la que habrá hasta cinco equipos españoles (también Madrid, Barça, Baskonia y Unicaja).
Pase lo que pase a partir de ahora, ya sea un estrellato con recorrido o volver a la normalidad de la clase media-alta, Juan Roig seguirá fiel a sus principios. Esos que dicen que “para competir no hay que bajar los sueldos, sino hacer más con menos”. Que hay que “mejorar la gestión” en vez de reducir costes. Y, fundamental, que “una empresa tiene que luchar por ser el número uno, pero sin llegar nunca a creerse que eres el número uno”.
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