El 3 de marzo sucedió una desgracia. Un joven ciclista francés llamado Romain Guyot, corredor del filial de Direct Energie, con el cual había competido cinco días a finales de la temporada pasada, acababa de terminar su entrenamiento. De vuelta a la ciudad se encontró con un semáforo en rojo y adelantó con su bici a los coches detenidos. Se colocó delante de un camión a esperar que el semáforo abriera. El conductor no le vio y, verde el semáforo, puso su vehículo en marcha. Le arrolló y le mató [Así se lo hemos contado].



Este lunes se llegaba a la ciudad natal de Guyot, Angers, y Direct Energie decidió homenajearle con una tira roja en su maillot y una actitud encomiable y emotiva. Durante 150 de los 224 kilómetros de travesía que componía la etapa permitió a Armindo Fonseca (Fortunéo), modesto corredor galo de ascendencia portuguesa, rodar en escapada individual por delante de un pelotón adormecido.



Acabó con su soledad una arrancada desde atrás del corredor franquicia de Direct Energie, Thomas Voeckler, famoso por vestir el maillot amarillo diez días consecutivos en dos Tours de Francia distintos, uno en 2004 y otro en 2011 en que casi subió al podio de París. Ahora, veterano y ya en declive, sigue siendo un ‘coco’ en las carreras que se deciden por genio táctico; esta temporada, de hecho, ha ganado dos vueltas pequeñas. En este Tour, como en todos, ahorra esfuerzos en espera de un día de gracia donde pueda anotar su quinta victoria parcial en la gran ronda gala.



Atrapados Voeckler y Fonseca, Direct Energie realizó un último homenaje a Guyot colocándose en cabeza del pelotón a sólo dos kilómetros de meta, una gesta casi homérica para un conjunto de segunda división en el embarullado y competido mundo de las llegadas masivas. Tuvieron premio en la meta: Bryan Coquard la franqueó tercero y con la lengua fuerza a imagen y semejanza de su líder.



Cuestión de ‘trenos’



Hubo una época en que conjuntos como Saeco o HighRoad sometían al pelotón con su ‘treno’ durante los últimos diez kilómetros, forzando una ‘volata’ ordenada. “Ahora hay siete ‘trenos’ y la gente corre sin cabeza”, lamentó el pasado domingo en rueda de prensa el vigente maillot amarillo Peter Sagan (Tinkoff). Por eso, porque no hay espacio para tantos sprinters y gregarios en la punta del pelotón, los equipos están evolucionando a formatos más compactos. Ya sobran los bloques compactos y poderosos de nueve ciclistas: en los dos kilómetros finales, basta con tres hombres que sean expertos.



Angers escenificó la prueba de esto. Mark Cavendish llegó al kilómetro final con dos compañeros de su Dimension Data, Edvald Boasson Hagen y Mark Renshaw; André Greipel tuvo a tres coequipiers de Lotto-Soudal, de los cuales dos no pudieron actuar. A 500 metros de meta, Jens Debusschere tomó la iniciativa para su líder germano y se colocó en cabeza de meta, aparentemente robando la posición a un Renshaw que simplemente se la cedió. Cavendish hizo lo propio con Greipel.



Entonces vino el judo. A 200 metros de meta Debusschere cesó su esfuerzo, vacío, y Renshaw no tomó el testigo, sino que se abrió dejando a Greipel cara al aire. Al alemán no le quedó sino demarrar y Cavendish utilizó su aceleración como lanzamiento para su propio sprint. Como en el judo, derrotó al adversario utilizando su propia fuerza.



No le sobraron más que un par de centímetros. Su rival acusó haber utilizado un desarrollo demasiado grande: “Cometí un error. Por puro acto reflejo coloqué el desarrollo más largo de la bici. Con un diente más en el piñón hubiera ganado”, dijo aludiendo a que la ligera cuesta arriba de la recta de meta aconsejaba un pedaleo más ligero.



Cavendish y Greipel fueron compañeros de equipo en el mítico y mitificado HighRoad: sus cualidades solapadas y los exabruptos del británico provocaron una rivalidad que acabó con Greipel recalando en el conjunto belga Lotto. Desde 2011 se han batido mano a mano en cinco sprints del Tour del Francia: Greipel ganó el primero y los cuatro siguientes los ha apuntado Cavendish en una cuenta de victorias parciales en la Grande Boucle que ya se eleva hasta 28, la segunda más abultada de la historia tras los 34 triunfos de Eddy Merckx.



En clave general la etapa fue, en palabras de Alberto Contador, “tranquilita” aunque al final se convirtiera en “una locura”. El madrileño de Tinkoff pudo dar un día de recuperación a su cuerpo, maltrecho tras las caídas sufridas sábado y domingo. El resto de favoritos, Froome y Nairo inclusive, también retornaron indemnes al autobús tras seis horas de pedaleo. Mañana toca otra jornada con tónica similar y previsible llegada masiva en Limoges.

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