Zidane, en la previa del segundo Clásico, apareció más serio. Quizás preocupado. O molesto. O enfadado. O indignado. O todo a la vez. “Cuando miras lo que ocurrió, pensar que Cristiano no va a jugar cinco partidos… Ahí pasa algo”, denunció, en su versión más mourinhista desde que es técnico blanco. Y puede que así sea. Sin embargo, a pesar de todos los contratiempos, su Real Madrid no cede. Es más, se sobrepone a cualquier circunstancia desde hace tiempo: a los árbitros, al Barcelona, a las sanciones… a lo que venga. A lo divino y a lo humano. El curso pasado, sobreviviendo a las lesiones, a los egos y a lo que fuera. Con el técnico francés como bandera y los resultados como apoyo, el Bernabéu celebró un doblete (Liga y Copa). Y este verano, con la Supercopa de Europa ya en las vitrinas del club y la de España (1-3) metida en el bolsillo, mantiene su hegemonía. Y sí, “pasa algo”, pero qué más da.



En el Madrid, con independencia de la sanción, todos sonríen: Zidane, los jugadores y la afición. El único problema contravenido en esta situación ha sido la sanción de cinco partidos a Ronaldo. Todo lo demás funciona. Incluido el fútbol. El conjunto blanco, dubitativo en los inicios del francés como técnico, se ha erigido, desde las Navidades pasadas, en el que mejor fútbol expone en todo el continente. Sigue siendo imprevisible -por aquello de mezclar el toque con el contraataque-, pero mantiene una regularidad que deviene, a día de hoy, en la existencia de un equipo que puede marcar época, que mezcla juventud y experiencia, y, sobre todo, gana.



La prueba más evidente de todo esto la ofreció el pasado domingo en el Camp Nou, desencadenando una guerra dialéctica en los culés que no ha cesado desde entonces. Allí, en la Ciudad Condal, sin Cristiano Ronaldo -no salió hasta la segunda mitad-, con un penalti pitado en contra y uno menos, se metió la Supercopa de España en el bolsillo (1-3). Y el Barcelona, mientras, fue incapaz de plantarle cara. Con Messi anulado por Kovacic y la defensa haciendo aguas, el equipo de Valderde quedó prácticamente sentenciado de cara a la vuelta de este miércoles (23:00 horas, Telecinco) y mostró todas las carencias que se anticipaban durante la pretemporada: la debilidad de la zaga, el vacío dejado por Neymar en el flanco izquierdo, la mala planificación deportiva…

Asensio y Casemiro celebran el tercer gol del Madrid en el Camp Nou. Reuters



En esa situación tan distinta llegan los dos equipos a la vuelta. El Madrid, en paz, feliz, con ventaja y un equipo que, de momento, no exige refuerzos. “Estoy muy contento con la plantilla y con todos los jugadores. Se van a quedar todos, pero, como siempre, hasta el 31 puede pasar de todo, eso no lo controlo yo”, reconoció Zidane en rueda de prensa. Y lo cierto es que el Madrid, salvo en el puesto de delantero suplente, tiene todos los huecos cubiertos. Por tanto, el conjunto blanco, salvo que decida ir a por un ariete o salga alguien, tiene cerrado el capítulo de fichajes.

GUERRA DIALÉCTICA EN EL BARÇA



Muy distinta es la coyuntura del Barcelona, donde la directiva y la plantilla han vuelto a marcar sus diferencias en la previa. El pasado domingo, tras la derrota, Pep Segura, mánager deportivo del club, reconoció que Piqué fue “determinante” con su “gol (en propia puerta) y error”. Y Busquets, en la rueda de prensa de la vuelta, defendió a su compañero y atacó al dirigente azulgrana. “Fue mala suerte. No perdimos 1-3 por ese motivo. Tuvimos errores en el partido y ellos estuvieron acertados en los goles. No se perdió por un compañero. No es la mejor manera de expresarlo y menos desde dentro del club”, señaló.



Ernesto Valverde, en cambio, no quiso pronunciarse sobre las palabras de Pep Segura ni tampoco sobre la sanción a Cristiano Ronaldo. “¿Cinco partidos? Estoy bastante flojo en derecho”, señaló. Y llegó a desear que el Madrid se marque en propia puerta en el Bernabéu. Aun así, su tono fue distinto al de Piqué, que en la ida también atacó a la directiva, y al de Busquets, que hizo lo propio en la vuelta.



Una situación que sólo puede solucionarse por dos vías. La primera, la de los resultados. Una victoria en el Bernabéu podría poner paz tras la ‘guerra’ de los últimos días. La segunda, la de los fichajes. La reciente llegada de Paulinho y los posibles traspasos de Coutinho y Dembélé también podrían tranquilizar las cosas. Al final, todo está relacionado: el acierto en los fichajes deviene en victorias y éxitos. Y a eso se acoge la afición culé, desolada tras el primer Clásico y el rumbo tomado por la entidad en los últimos tiempos.

Cristiano Ronaldo celebra su gol bajo la atenta mirada de Piqué. Reuters

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