El Madrid de Lopetegui venció de manera convincente al Getafe con un gran partido de su tridente indetectable (Bale-Asensio-Benzema), lo que quizá mueva a insistir en que no son necesarios refuerzos. La lógica es a mi juicio la contraria: precisamente porque el Madrid jugó entre bien y muy bien -como lo ha hecho toda la pretemporada y en la propia final de la Supercopa, donde solo calamitosos errores defensivos individuales le dejaron sin un triunfo que ya saboreaba- debería reforzarse antes del cierre del mercado.
Precisamente porque apunta alto, el Madrid de Lopetegui debería minimizar el riesgo de dejar al equipo romo ante las inevitables lesiones y sanciones que se darán a lo largo de la temporada. El excelente trío atacante mencionado no puede cargar sobre sus espaldas con el peso de tantos partidos (no hace falta recalcar la fragilidad del portentoso Bale), y los meritorios que ocuparían sus lugares son, aun prometedores, de momento solo eso: meritorios.
Justamente porque está en ciernes un Madrid de autor cuyos solos cimientos ya seducen, el club haría bien en desterrar todo optimismo a la hora de planificar. Hay que planificar desde el pesimismo. En el fútbol, Murphy se traduce sentenciando que todo aquel jugador susceptible de lesionarse se va a lesionar.
Esta consideración es válida para la zona de ataque pero también para la defensa, a la que no haría ningún mal agregar una o dos piezas más, ya sea un central experimentado que tranquilice ante las frecuentes bajas de Vallejo, ya un lateral izquierdo que se añada a Nacho como relevo natural de Marcelo. O las dos cosas.
No acometer ninguno de esos fichajes antes del cierre del mercado equivaldría a hacer calar la idea de un Real Madrid de transición, como sugería recientemente mi admirado Hugues. No importa demasiado si esa es o no la idea: importa el que eso sea lo que se transmita, y un Madrid que se sabe (o se cree) en transición es un Madrid en peligro. La cultura del madridismo se lleva a patadas con la idea de considerarse en transición, venga de ganar cero, una o cuatro Champions en cinco años. Tan mal se llevan esa cultura y esa idea que, puestas en contacto, harán al club experimentar una irresistible atracción al vacío, y quizá sucumbir a ella.
El Madrid solo sabe luchar por la gloria, entendiéndose por luchar el hacerlo con argumentos razonables para conquistarla, y el sentirse abocado a objetivos menores le hace descender cuatro peldaños donde solo se suponía que bajase uno. Hemos visto al Madrid acabar sexto cuando ha sabido que no podía ser primero. Cuando se sabe (o se siente) en transición, cuando no se ve fuerte para los máximos desafíos, el Madrid propende involuntariamente a la hecatombe, como si no hubiese nada en medio, y es que no lo hay para el Real Madrid.
Mantener una actitud digna ante un mercado desbocado es loable e inteligente mientras se conjugue con cierta falta de dogmatismo al respecto. Hay jugadores a los que puede sentar muy bien la camiseta sin que su contratación represente un dispendio excesivo. Dicha contratación (o contrataciones) ahuyentarían el peso psicológico de la presunta transición.
Hágase, por favor. Todavía hay tiempo para ello.