El Bernabéu. La Champions. El Madrid. Cristiano Ronaldo. La noche fue de traca, de esas que pasarán a la historia. La noche fue de las que se guardan en la retina. Fue todo lo que debe ser la Copa de Europa. El Madrid tocó el cielo tras verse en el infierno y lo hizo con la mayor de las épicas, necesitando una prórroga y explotando al final. [Narración y estadísticas: Real Madrid 4-2 Bayern]
El Bernabéu alcanzó el orgasmo. Y nadie les dijo que fuera fácil. Las Champions no se regalan, se ganan. En Europa nadie perdona un error o un minuto de descanso. Cualquier momento de debilidad se paga caro. El Madrid rozó la eliminación ante el Bayern, pero aguantó los arreones y todos los peligros de un equipo, el de Ancelotti, que quedó eliminado con la cabeza alta. Los blancos, otro año más en semifinales.
Todo tuvo tintes de épica... y de época. Habrá un antes y un después de este Madrid - Bayern apotéosico. Desde una polémica arbitral influyente en el resultado hasta un Cristiano inconmensurable, brutal, celestial, rotundo. Sigan, sigan poniéndoles los calificativos que quieran. Lo que ha hecho Ronaldo en esta eliminatoria es para elevarle a los altares de Madrid. Cinco goles, ¡cinco!, para mandar a su equipo, al borde del infarto, al top4 europeo.
Tres fueron en Madrid en una noche inolvidable para el madridismo. Cuando todo pintaba mal, Cristiano apareció como lo que es, el jugador más determinante en años del Madrid, el mejor del mundo tantos años. Esto es ser el mejor. Aparecer cuando tu equipo muere, cuando estas al borde del desastre, cuando todo acaba en un martes de abril. Cristiano se ha ganado un elogio eterno y un cariño vitalicio. Marcó de cabeza el 1-1, obró el 2-2 y puso el 3-2. Lo hizo todo. Y eso que antes había aparecido de forma muy tímida. Pero los mejores tienen esto. Repetimos, cinco goles en una eliminatoria ante el Bayern. Para la historia.
Todo tuvo que decidirse en una prórroga a la que había llegado el Madrid perdiendo vida, rozando el desastre, pero también con vitola de campeón. En el Bernabéu pasó de todo. Cara a cara estaban los dos más grandes de Europa. El sufrimiento, por ambos bandos, fue extremo. El partido no tuvo un guión lógico, iba de un lado a otro. Mandaban los nervios.
El Madrid tocó el cielo cuando más se veía fuera, con un 0-1 que amenazaba con incendiar el Bernabéu. Apareció entonces Cristiano con un cabezazo prodigioso que llevó al éxtasis al centro de la capital de España. Pero la alegría se quedó en decepción rápidamente, cuando Sergio Ramos se metió en propia puerta (para evitar un gol de Lewandowski, en una posición de fuera de juego más que dudosa) un gol que mandaba el partido a la prórroga. Solo habían pasado dos minutos del gol de Ronaldo y las dos caras del partido se vieron con toda su crueldad.
La polémica hizo acto de presencia en el partido. Y tuvo su influencia. El colegiado húngaro Kassai se cargó a Arturo Vidal a cinco minutos del final (de los 90 reglamentarios) por una falta sobre Asensio. El chileno tocó el balón, después levantó un poco la pierna pero, sea como fuere, todo parecía muy exagerado para expulsarle. La primera se la había sacado a los cinco minutos por una falta sobre Isco. Eso sí, Vidal, como Casemiro, ya jugaba por entonces minutos que no debía, porque ambos debieron ser expulsados mucho antes.
Si eso fuera poco, el 2-2, ya en la prórroga, vino de un fuera de juego claro de Cristiano. También se pidió un penalti a Casemiro y en el Bernabéu se quejaron del que le pitaron al Bayern (fue el 0-1, gol de Lewandowski) por un pisotón del propio Casemiro a Robben.
Antes el Madrid había fallado por un lado y por otro. Otra vez numerosos fallos de cara a la portería, otra vez muchas ocasiones al limbo. La famosa pegada se quedó en el baúl. Tanto sufrimiento se debió a un equipo excesivamente fallón, que se encontró ante un portero que sostiene a un equipo. Si Neuer hizo milagros en Múnich, también los hizo en Madrid. Sacó manos por todos lados, parecía inalcanzable. Gracias a él el Bayern llegó a la prórroga y se mantuvo en una eliminatoria en la que, analizando las ocasiones de uno y otro, el Madrid fue superior en 3/4 de la misma.
Acabó el encuentro con un gol de Asensio que confirmaba que este Madrid épico estará en las semifinales de la Champions. Lo hace gracias a un Cristiano que alcanzó su cenit en abril de 2017, una década después de explotar como jugador. Lo hizo a lo grande. Su noche es ya historia del Madrid. Como la Champions, amor platónico de un equipo que gastó todas sus vidas. Si queda oxígeno, en el Clásico del próximo domingo quedan todavía muchas cosas que ver.
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