Usted, de repente, en un Mundial, puede ser de un equipo o de otro. Depende del día, la hora, o el minuto; la afinidad, los colores o dónde pasó sus últimas vacaciones. En Argentina, sin embargo, este viernes, todos se enfundaron anímicamente la camiseta de Nigeria. Qué iban a hacer. No les quedaba otra: una victoria del combinado africano les daba la vida. O lo que es lo mismo: les permitía depender de sí mismos en la última jornada. Entonces, no les quedará otra: tendrán que ganar o ganar. Y ya está. Si lo hacen, estarán en octavos; si no, se irán a casa [narración y estadísticas: 2-0].
Argentina le tendrá que dar las gracias a ‘Lionel’ Musa. El nigeriano, jugador del CSKA, que fue suplente en el primer partido, entró de titular contra Islandia y fue vital en la victoria final. En el primer tanto, controló y remató a la escuadra después de una contra de libro perpetrada por Nigeria tras un córner. Y, después, mandó una al palo y marcó el tercero tras irse de tres. Él solo. Sin medida, contra el mundo, consiguió acabar con Islandia.
Y Argentina lo celebró. Cómo no iba a hacerlo. Tras su empate contra Islandia en la primera jornada (1-1) y su debacle frente a Croacia (0-3), necesitaban un milagro. Ahora, sólo tienen que ganar. Ni siquiera necesitan echar cuentas. Si se hacen con la victoria en la última jornada –y su diferencia de goles es mayor que la de Islandia– estarán en octavos. En su Mundial más desastroso, en su peor momento, cuando su juego más ha flaqueado, la albiceleste todavía tiene opciones de ganar el Mundial.
Pero, claro, primero le tendrá que ganar a Nigeria. Y, a juzgar por el partido contra Islandia, no lo va a tener sencillo. La selección africana, contra Islandia, brilló. Demostró que también puede estar en octavos. Que sabe defender con corrección, que es un equipo ordenado y que tiene argumentos en ataque. Con Musa como punta de lanza, los nigerianos buscarán la victoria y clasificarse para la siguiente fase.
Y, además, Nigeria lo hará con la moral por las nubes. Muy al contrario que en Argentina, donde las criticas a los jugadores, al estilo, a las alineaciones, a su portero, a todo, bendicen la actualidad del día a día, pero no los resultados. Argentina llegará en ese clima bélico –y con Messi cuestionado– en un partido crucial. Entonces, Musa no será Lionel. Pero Lionel sí tendrá que ser Messi. Sólo eso puede salvar a la albiceleste de una nueva debacle, o ridículo… o lo que sea. La vida o la muerte en el último encuentro.
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