¿Qué le pasa al Atlético? La pregunta reverbera en bucle en la mente de los aficionados y, a juzgar por los resultados, no va a cesar de hacerlo hasta que termine 2016. No es posible, porque el equipo del Cholo, simplemente, cumple sus días más aciagos en Liga desde que el argentino llegara al banquillo, con su peor arranque y una derrota que permite al Villarreal hacerse con la cuarta posición y, de paso, apartar a los colchoneros de la Champions. Y, por si fuera poco, a 12 puntos del Real Madrid, una barbaridad se mire por donde se mire. Porque, aunque quede mucho para que capitule el curso, la diferencia parece insalvable para un equipo que no ha ganado a ninguno de los de arriba (los dos equipos mencionados, Real Sociedad, Barcelona y Sevilla). Ahora el problema es asumir que ya no se lucha por el título y seguir compitiendo con otro objetivo: aspirar a meterse en la máxima competición europea [Narración y estadísticas: 3-0].
No pintaba bien el partido, programado un lunes y contra el Villarreal, en una fecha poco habitual y un día poco común para el Atlético. Pero, en fin, si por algo se ha caracterizado este equipo desde hace tiempo es por ir a contracorriente. Y, a estas alturas, lo de #nuncadejesdecreer está plenamente asumido incluso por las aficiones rivales. Sin embargo, esta vez, todo se torció. El conjunto del Cholo, fiable durante mucho tiempo, no lo fue tanto ante el conjunto amarillo, ni en defensa ni en ataque. Mostró, repetidamente, los mismos fallos que ante la Real Sociedad, el Real Madrid o el Espanyol, por poner tres ejemplos. Y, de buenas a primeras, se vio por detrás en el marcador. Tiago erró en el pase, Godín no pudo despejar la pelota y Trigueros apareció por allí para robarla y anotar un golazo, el segundo esta semana (el primero fue una vaselina impecable en la Europa League que dio el pase a los suyos).
Precisamente, en esa jugada se lesionó Tiago. Y, a partir de ahí, comenzaron las desgracias. Si el Atlético no estaba bien en defensa, tampoco lo estaba en ataque: Griezmann y Correa fallaron las dos más claras delante de Asenjo, pero ahí no se acabó la cosa. Poco después, el Villarreal hizo el segundo: Pato la puso en el área, Oblak la dejó blandita y Dos Santos aprovechó su error para anotar el segundo. Y, por si fuera poco, el portero esloveno se tuvo que retirar por lesión. ¿Alguien da más? Pues eso.
Ante ese panorama, desolador en todos los sentidos, al Atlético no le quedó otra que intentarlo, pero, por decirlo llanamente, el equipo no está para demasiado. Ni es sólido en defensa ni genera juego en el centro del campo ni tiene el genio de Griezmann arriba. Y así, por mucha lucha o entrega que se ponga, es muy complicado. Sobre todo, cuando al otro lado está el Villarreal, que acabó con el Atlético con un último tanto de Roberto Soriano, y que vive, ahora mismo, un momento dulce: clasificado para dieciseisvasos de la Europa League y cuarto en la clasificación, en puestos Champions. ¿Y cómo lo ha logrado? Con cabeza y una identidad que mantiene desde hace años, llegue el entrenador que llegue.
Mientras, el Atlético, a nivel de juego, hace aguas y, de repente, no funciona nada: ni las rotaciones ni los suplentes ni los fichajes, nada. Esta temporada -con la excepción de la Champions- todo sale del revés desde que en la octava jornada se colocara como colíder de la Liga. Desde entonces, ha dejado de ser aquel equipo rocoso y efectivo de entonces. Ni con Correa, que salió de inicio, ni con Carrasco, que lo sustituyó en la segunda mitad. Y lo peor, no tiene pinta de que nada vaya a cambiar a corto plazo. Por tanto, a estas alturas, casi lo mejor es que lleguen las Navidades. Y en 2017 ya se verá, porque vaya 2016.
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