Todos quieren ganar la 'Orejona'. Y es normal. Al fin y al cabo, es la competición en mayúsculas. Sin embargo, a menudo, los entrenadores se empeñan en señalar la Liga como el torneo más importante. ¿Por qué? Simplemente, porque es el que mide la fiabilidad de un equipo. Eso es tan cierto como que el Atlético, esta temporada, ha sido irregular. Eso nadie lo puede negar. Pero ahora, cuando se acerca el tramo importante del curso, ha recuperado la sonrisa. Sí, podía haberse caído y a nadie le extrañaría: tiene pocas opciones en Liga y ha quedado eliminado de la Copa del Rey. Pero, a pesar de todo, no ha perdido la fe. Los creyentes siguen en pie. Se precipitan al abismo, pero, de repente, cuando todo parece perdido, se levantan. Se ven debajo en el electrónico, pero remontan. Esta vez, ante el Celta, dándole dos veces la vuelta al marcador, anotando dos goles en los últimos tres minutos (Carrasco y Griezmann) y sacándose el corazón del pecho. Una victoria que les permite seguir en puestos Champions una semana más [Narración y estadísticas: 3-2].



En el Calderón, desde que llegó Simeone, se han celebrado victorias -muchas-, resultados favorables -bastantes- y clasificaciones -hasta seis para semifinales en cinco temporadas-, pero no se han visto demasiados goles. Y, en gran parte, eso ha beneficiado al Atlético: su rival no encajaba y ellos, con un tanto, se hacían con los tres puntos. Y ya está, hasta ahí una película que a todos agradaba. Sin embargo, ante el Celta, el guión varió mínimamente y el Atleti estuvo a punto de pagarlo caro. Al menos, de primeras. Porque nada más comenzar, a los cinco minutos, los gallegos se adelantaron gracias a una cantada de Moyá que aprovechó Cabral para meter la cabeza y enviar el balón entre los tres palos.



Sorprendió el partido en su raíz y no quiso desmerecer en su desarrollo. Las cosas como son. Minutos después, apareció Torres. Sí, Torres. Ese que dicen que está mayor, acabado, en las últimas… Sí, él. Recibió el balón dentro del área, lo controló y lo colocó en la escuadra con una chilena de esas que se postergan en la eternidad de los domingos de fútbol. Pero eso no era nada más que el aperitivo. Después, antes de que finalizara la primera mitad, vendría muchas más cosas: el disparo al palo de Jozaved, el penalti fallado por el ‘Niño’ -también pegó en el poste- y un mano a mano errado por Carrasco delante de Sergio. En fin, muchas cosas.



Claro que, después de la tormenta, ya saben, siempre llega la calma. Y lo cierto es que tras una gran primera parte de fútbol, el partido se templó. El Atlético, con el empate en el bolsillo y un cambio (Vrsaljko por Juanfran, que no está en su mejor momento), creció poco a poco. Le quitó el balón al Celta y no dejó de intentarlo con la pelota en los pies. Tocó, tocó y tocó, pero no creó demasiadas ocasiones en el arranque de la segunda mitad. De ahí su pena y la desesperación de un público acostumbrado a no sufrir tanto en los últimos tiempos. Y, también, el gol que adelantó de nuevo al Celta en el marcador en una jugada de cine: Aspas se la puso en profundidad a Wass y éste se la dejó a Guidetti para rematar a puerta vacía.



Pero si algo ha demostrado este Atlético es que no se rinde. Puede jugar mejor o peor al fútbol, ser más o menos defensivo, pero siempre cree. Cuando otros caen, este equipo vuelve a levantarse. Como le ocurre a Torres. Y esta vez lo volvió a hacer. Primero con una volea tremenda de Carrasco y después con una jugada que culmina Griezmann en la boca de gol. Y fin de la historia. El Atlético sigue agarrado a puestos Champions. Y que alguien se atreva a cuestionarlo si quiere. Eso sí, con la fe no se juega. 

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