Saúl Craviotto es un policía hecho de otra pasta. De bronce, plata y oro. Metales que han colgado de su cuello después de su participación en los tres últimos Juegos Olímpicos, hito que reseñan el mismo número de tatuajes que albergan sus brazos. Dos en el derecho, Pekín y Río; y otro más en el izquierdo, Londres. “Y todavía me queda un hueco para el de Tokio”, confiesa, más en serio que en broma, el piragüista de 32 años, metro noventa y casi cien kilos, que ya prepara en Sevilla su participación en la próxima cita olímpica. Cada quince días cuelga el uniforme con el que patrulla por las calles de Gijón y se echa al Guadalquivir para seguir forjando su leyenda. En la mente, las cinco medallas de David Cal. Un récord al que asegura no aspirar pero que roza con la pala.
¿Más piragüista que policía o más policía que piragüista?
Me considero una mezcla de las dos. El piragüismo es mi pasión, lo que he hecho toda mi vida y con lo que disfruto; y en la Policía Nacional he encontrado una profesión que me llena y en la que puedo ayudar a la gente y que me reporta mucho como persona. Se compenetran muy bien ambas profesiones.
¿Hay puntos de convergencia entre el piragüismo y la policía?
Sí, desde luego. Al final, los valores que te da el deporte me han forjado la personalidad y los puedo aplicar a mi día a día en el trabajo. El compañerismo, el sacrificio, el no tirar la toalla… Todo eso cabe en el deporte y también en la policía.
Piragüista antes que policía, al menos cronológicamente.
Mi padre era piragüista y lo viví toda mi vida en mi casa, no recuerdo bien con qué edad empecé, pero sí conservo una fotografía mía con dos años ya subido a una piragua con mi padre. Llevo toda la vida ligado a esto. En la policía también fue bastante precoz, en cuanto tuve la edad, con 18 años, ya fui conduciendo mi vida hacia ese oficio, con 19 conseguí la plaza y con 20 juré el cargo. Iba flechado.
Como policía le queda una carrera larga, pero ¿se plantea el momento de dejar la pala?
Cada vez queda menos para ese momento y los años pasan. Cuando fui a Pekín tenía 23 años y ya han pasado tres juegos olímpicos. Tengo 32 y soy consciente de que empiezo a ver la luz al final del túnel. Me quedan, como mucho, unos juegos olímpicos: los de Tokio. Y después ya veremos. Voy paso a paso, año a año. De momento estoy muy motivado y tengo muchas ganas de volver a unas olimpiadas. Primero tengo que llegar. Después me plantearé si alargar mi trayectoria unos años más o colgar la pala. Quien manda, más que el físico, es la cabeza, la mentalidad, las ganas y la ilusión.
¿Y cómo se ve?
Es verdad que acabo destrozado después de cada entrenamiento, llego a casa con mucha fatiga, pero es lo que me gusta. La competición, el nerviosismo de competir… El piragüismo me hace feliz y mientras que el cuerpo aguante seguiré aquí.
¿La familia es una motivación o un argumento para cambiar de vida?
La familia tira bastante. Llevo muchos años en la alta competición. Paso quince días en Sevilla, otros quince en Asturias. Y la verdad es que cada vez me cuesta más, y con mi hija de dos años y medio mucho más. Me cuesta hacer la maleta y alejarme de ella y de mi mujer. Trato de que me acompañen en las concentraciones, pero ellas también necesitan estabilidad.
[Cae la tarde a orillas del Guadalquivir y Craviotto apura el entrenamiento en el Centro de Alto Rendimiento de La Cartuja, a donde se desplazan anualmente cientos de piragüistas en busca de unas tranquilas aguas y unas altas temperaturas. En los primeros compases de marzo ya sobra el abrigo, el jersey y la camisa de mangas largas. En el gimnasio, mientras el equipo de EL ESPAÑOL espera, Saúl completa el entrenamiento con el resto de compañeros. El deportista es un portento físico. Levanta kilos, muchos kilos, ante la atónita mirada del resto de compañeros. Al finalizar la sesión, se escucha la voz de una niña. Es su hija, muy tímida, que acude a su encuentro. Toca conciliar].
¿En qué punto de la preparación se encuentra?
Ahora mismo estoy en un proceso de reseteado. Lo de Río fue algo relativamente reciente y quedan tres años y medio para volver a competir. Y no es bueno estar con la idea de ganar, el pensar en las medallas, metida en la cabeza. En Río lo pasé francamente mal psicológicamente. Y el cuerpo me pide bajar la presión. Por eso ya tenemos planificados lo que resta hasta 2020.
¿Cómo se resetea el cuerpo de un campeón?
Descansando, haciendo cosas que no puedes hacer cuando te estás preparando unos Juegos. Esquiar, viajar... disfrutar de la vida y no centrarse en la competición. Después de Río estuve dos meses sin subirme a una piragua. Llegué a echarlo de menos. Así la vuelta se hace con más ganas.
¿Viaja mucho ahora?
Sí, está siendo una locura. Yo viví la experiencia de Pekín y Londres y esto de Río no ha tenido nada que ver con lo anterior. El cuerpo ahora me pide estabilidad y llegar a casa con mi armario, mi nevera, mi sofá…
¿En Río perdió el anonimato?
Los pasados Juegos han tenido una mayor repercusión que los anteriores quizás por la importancia de las redes sociales. Los de Río han sido los Juegos de Facebook, Twitter, Instagram… Además, mi competición coincidió con la hora en la que la gente comía delante del televisor y conseguí mucha más audiencia. A eso súmale el cúmulo de medallas y sí estoy notando un poco de repercusión.
[De Río, Saúl Craviotto se fue con dos medallas. La primera de oro junto a Cristian Toro en el K2 200; la segunda, bronce en solitario en K1 200. Arrancó mal pero recuperó posiciones en los últimos cincuenta metros. Acabó tirándose al suelo del esfuerzo. A ambas preseas hay que sumar la plata en Londres y otro oro en Pekín. En total, cuatro. Por ahora].
¿Sigue yendo por la calle de forma anónima?
Sí, puedo ir tranquilo por la calle sin que nadie me mire. Quizás en Asturias sí me reconocen más, pero nada que ver con la repercusión que tiene un futbolista. Y tampoco me gustaría, me gusta vivir tranquilo.
Usuario activo de las redes, recientemente ha protagonizado un vídeo en el que llama “basura” a los maltratadores. ¿Qué le motivó a grabarlo?
El vídeo tuvo mucha repercusión y tampoco lo pretendía. Estaba en el aeropuerto y vi la noticia de las cinco asesinadas en apenas cinco días y me calenté. Me apetecía decir más cosas que no cabían en 140 caracteres. Y si el vídeo ha ayudado a una sola mujer a lanzarse a denunciar o abrirle los ojos a alguien habré cumplido con el vídeo.
Como policía, ¿ha llegado a vivir algún caso de violencia machista?
Sí, por desgracia son casos bastante comunes, más de lo que quisiéramos. Evidentemente es duro, hay situaciones delicadas, pero asumimos que nuestra tarea es ayudar a la víctima y así lo hacemos. Pienso en mi hija y se me pone la piel de gallina. Son situaciones complicadas. Es uno de los delitos que más rabia e impotencia me generan y por eso surgió ese vídeo. Fue natural, espontáneo y quizás me excedí con el vocabulario pero era lo que sentía en ese momento y lo volvería a decir.
[Saúl hace gala de un trato afable, de conversación agradable. Atento antes, durante y después de la entrevista que concede a EL ESPAÑOL. Sonríe, es cercano y comenta lo mucho que le gusta Sevilla, “la ciudad más bonita de España”. En la que entrena fuerte desde hace años. Se queja de que las buenas condiciones del Guadalquivir atraen a demasiados piragüistas, lo que dificulta el entrenamiento].
Volviendo a la piragua, ¿qué le queda por hacer?
Para un piragüista lo máximo a lo que puede aspirar es ir a unos Juegos y ahí conseguir una medalla de oro. Deportivamente hablando me puedo retirar ahora y ya estaría más que satisfecho. Cuando empecé en esto nunca pensé en ganar un oro, así que ya he superado con creces mis expectativas, todas las líneas rojas que me marqué. Ahora mi objetivo es seguir disfrutando y si viene otra medalla genial. Y si no, que nos quiten lo bailado.
Sin embargo, como olímpico hay otro reto muy cercano, que rozas con los dedos.
Me preguntan mucho por el hecho de superar a David Cal y las cinco medallas, pero para mí no es una aspiración superar a quien siempre será el buque insignia del piragüismo, por muchas medallas que yo pueda sumar. Él fue el primero en conseguirlo, el mejor y un referente. Y lo admiro mucho, tanto profesionalmente como personalmente. Yo voy pensando en lo mío, paso a paso…
¿Su principal valor como piragüista?
Soy luchador, nunca tiro la toalla, siempre peleo. Siempre me clasifico a última hora y eso me hace estar orgulloso.
¿Y como policía?
El compañerismo. En la piragua puedes volcar y caer al agua, pero en la policía hay situaciones peligrosas y dependes mucho de los compañeros. La confianza en el otro es muy importante.
¿Hay algún sueño como policía?
Seguir ayudando a la gente y vivir el día a día. La labor de policía te llena muchísimo y me siento orgulloso de vivir eso cada día.
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