Contaminado de ácido láctico, cubierto por la bandera española y después de apretar tanto los ojos del sufrimiento que hasta se le saltan las lágrimas, Álvaro Martín se para a valorar la carrera que acaba de completar. Es octavo del mundo en los 20 kilómetros marcha, en un circuito, The Mall, enfrente de Buckingham Palace, con el asfalto de color rojo y de un pavimento especial para que las herraduras de los caballos de la reina de Inglaterra no se dañen, donde hace cinco años, en los Juegos Olímpicos de 2012, competía imberbe. Este domingo, cargado de mucha más experiencia, el extremeño pelea con los mejores, pero se queda con un regustillo amargo: “Pensar en las medallas no era ninguna locura”, sostiene aún con las piernas temblándole.
En una mañana donde los rayos de sol por fin calientan, es Eider Arévalo, natural de Pitalito, una localidad a 1.200 metros de altitud del sur de Colombia, y que prepara los Mundiales de Londres en Pontevedra para acostumbrarse al clima londinense, quien gana al sprint el oro al ruso compitiendo bajo bandera neutral Shirobokov. Martín es el mejor de los españoles, un equipo muy joven que cuela a cuatro marchadores entre los trece primeros: Alberto Amezcua, noveno, Miguel Ángel López, que defiende su corona mundial, décimo; y Diego García Carrera, decimotercero.
Los marchadores, para completar los 20 kilómetros, han de dar 10 vueltas a un circuito de 2.000 metros en el que se ven muchas banderas españolas. En la zona de avituallamiento de la selección, José Antonio Quintana y José Antonio Carrillo, entrenadores de Martín y López respectivamente, preparan gorras húmedas, zumos, botellas de agua con polvitos energéticos y geles como los de los ciclistas. El calor es mayor de lo acostumbrado estos días previos. Todos beben mucho y se refrescan con esponjas.
Cumplido el ecuador de la carrera, con Álvaro Martín y López aguantando en el grupo de los 20 mejores, y Amezcua un poco más retrasado, el ritmo crece. Al murciano, campeón de Europa y del mundo, le pesan las piernas, pero también le falta confianza después de la decepción de los Juegos de Río. Superlópez pierde contacto con los ocho marchadores que siguen en cabeza, donde Martín se deja ver en las posiciones delanteras y transmitiendo entereza.
Sin embargo, cuando quedan algo menos de cinco kilómetros, al extremeño, campeón nacional de la distancia en las dos últimas temporadas, le cambia el rostro y empieza a sufrir. “Ahí te va la gominola”, le dice Quintana al entregarle una botella con un caramelo de azúcar pegado al recipiente. “Me da rabia porque los rivales no están lejos, no son superiores. En el próximo campeonato no me voy a conformar con ser finalista”, reconoce Martín, visiblemente fatigado, que pide unos segundos de respiro antes de contestar las preguntas de la prensa.
Martín, de 23 años, se queda a cinco segundos de su mejor marca de siempre (1h19m41s), algo que sí logra batir Alberto Amezcua, que remonta en la parte final y acaba con fuerzas, a punto de cruzar la línea de meta siendo el primero de los españoles. El granadino destroza su registro en más de dos minutos (1h19m46s), el doble que Diego García (1h20m34s). El más decepcionado es Miguel Ángel López (1h19m47s, marca de la temporada): “No me he visto para pelear por las medallas, se me ha hecho muy dura la prueba”, explica el campeón que pierde su corona.
Amezcua, exultante con su resultado, aunque otra vez derrotado por Martín —“Me ha ganado en el campeonato de España de ruta por seis segundos, en el de pista por tres” y aquí por cinco”, dice—, señala una cosa muy importante de la marcha española, la modalidad que tradicionalmente ha rescatado los intereses de España en todos los campeonatos internacionales. “Somos un equipo muy joven. Hemos quedado los cuatro entre los trece mejores del mundo, y vienen más por debajo. Queda casi todo el ciclo olímpico, pero creo que vamos a llegar muy bien a Tokio 2020”.