"2005-2017. La rivalidad comenzó aquí”. Mirando esa pancarta que sacuden unos aficionados en la tribuna, Roger Federer celebra ante Rafael Nadal algo más que un título: al ganar por cuarta vez consecutiva al español (6-3 y 6-4), el suizo consigue el trofeo de Miami, eleva hasta 91 la cifra de coronas en su carrera (26 Masters 1000) y le explica al mundo entero que para él nada es imposible. Cerca de cumplir los 36 años (en agosto), y tras pasarse seis meses apartado de las pistas por las lesiones, Federer ha vuelto en 2017 ganando los tres torneos más importante del año (Abierto de Australia, Indian Wells y Miami) y recuperando a principios de abril un lugar en el top-4. Que alguien venga y lo supere. [Narración y estadísticas]
“Si cada vez que Federer juega lo hace a este nivel será número uno del mundo”, avisa Nadal tras perder su quinta final en Miami (2005, 2008, 2011, 2014 y 2017), uno de los tres Masters 1000 que nunca ha ganado (tampoco Shanghái y París-Bercy). “Normalmente, la experiencia dice que nadie juega de forma perfecta todo el año. Las dinámicas pueden cambiar”, prosigue sobre el suizo, que ha ganado 20 de los 21 partidos disputados este curso. “A día de hoy, él está con una dinámica muy buena y yo tengo la segunda mejor de la temporada. Voy a luchar para que en las siguientes semanas mi dinámica sea mejor”, cierra el balear, desde este lunes número cinco del mundo.
“No se ha notado tanto en el marcador, pero ha sido un partido abierto”, dice luego Carlos Moyà, uno de los entrenadores del campeón de 14 grandes. “El resumen es que uno ha aprovechado sus oportunidades y el otro no. Federer ha abierto un poco la puerta, pero ha sido imposible. A veces se aprovechan las ocasiones y otras no. Federer las ha aprovechado, está fino y es merecido. Rafa va a tener que seguir mejorando y evolucionando”, añade el técnico mallorquín, pese a todo orgulloso de los ajustes tácticos que el balear planteó. “Creo que Federer ha estado algo más incómodo. Nadal ha jugado más agresivo, sin ninguna duda. Ha sido un paso importante porque el juego ha estado muy igualado. Falta que se note en el marcador”.
A la hora de la final, y aunque el cielo está encapotado, 30 grados derriten el cemento y una altísima humedad (81%) provoca dificultades para respirar al aire libre. En la grada, la gente se protege con lo que puede: gorras, toallas o crema solar para la piel. En la pista, los dos rivales compiten empapados en sudor, con las camisetas encharcadas y pegadas al cuerpo. En esa caldera hirviente que es el estadio, el paso de los minutos debería empequeñecer a Federer, que de piernas va justito tras dos maratones (cuartos contra Tomas Berdych y semifinales ante Nick Kyrgios) coronadas en el set decisivo.
Nadal, que tolera mejor las condiciones del día, quiere evitar a toda cosa que el suizo se dispare en el marcador, intentar que no ocurra lo de Indian Wells (un break en el arranque de cada set), llevar la final empatada a los momentos calientes y hacerle cosquillas a los miedos de su contrario en esas situaciones de presión, que el título se decida en el terreno de los fuertes. El mallorquín sabe que está perdido si Federer rompe pronto el partido. El suizo también lo sabe y por eso juega a tumba abierta, pegando, intimidando, rugiendo.
La primera bola que golpea ya es afilada como la hoja de una sierra. La lógica dice que al suizo le queda poca energía y que cuando se le termine va a pasar un mal rato. A ese escenario, sin embargo, no se enfrenta nunca: Federer gana atacando, voleando y volando. Aunque el mallorquín endurece el encuentro, y tiene opciones de pegar primero, el suizo encuentra brillantes soluciones para hacerse con la copa.
“En Indian Wells no estuve tan competitivo como hoy”, valora después Nadal. “Pude ganar el primer set tranquilamente. Cuando uno viene con una dinámica ganadora como la suya, normalmente todo cae del otro lado, y más si es un jugador tan bueno como Federer”, prosigue, elogiando otra vez al suizo. “He estado cerca de ganar, aunque el resultado no lo diga. Han sido dos breaks. Yo he tenido buenas opciones de romperle el saque, especialmente en un punto donde he pegado una derecha paralela muy buena, él la ha devuelto, ha tocado la cinta y ha caído dentro”, rememora el mallorquín. “Con el primer set ganado, con el calor y la humedad que hacía hoy aquí, el partido cambia drásticamente. He estado cerca, pero él también ha merecido ganar”.
En el inicio de la final, ninguno de los oponentes aprovecha las nueve primeras bolas de rotura que se van procurando (cuatro para el español y cinco para el suizo). Nadal tiene dos en el primer juego de la final, una con 2-2 y otra más con 3-3, la que se le escurre después de resbalar en la cinta. Federer se fabrica dos con 2-1, una con 3-2 y otro par con 4-3. Con todo igualado, un break vale oro y eso está a la vista: el suizo, que insiste, insiste y vuelve a insistir, le rompe el servicio al español en ese 4-3, se coloca 5-3 y en un segundo tiene la primera manga en la mano, que a la larga también es la victoria porque con viento de cara todo es más fácil para su juego.
El reajuste del juego de Nadal (saca mejor, busca más la derecha de Federer y acepta los intercambios a dos o tres tiros) le ayuda a competir el partido, lo que nunca pudo hacer en la escabechina de Indian Wells. A diferencia del tenista sobrepasado de hace unas semanas, el español disputa el trofeo de campeón con una entereza mayor. Las oportunidades perdidas (esas cuatro pelotas de break de la primera manga) acaban siendo una losa demasiado grande de la que no se recupera en la segunda manga, en la que está más lejos de Federer y en consecuencia de empatar la final y soñar con la remontada.
“Me llevo buenas sensaciones”, asegura el balear. “He hecho una final y muchos puntos. Tengo la segunda posición de la clasificación anual consolidada. Y mi sensación de juego es buena, esto es lo más importante. Me voy satisfecho a casa con lo que he hecho”, reafirma. “Estuve muy cerca de ganar en Australia, hice una buena final en Acapulco, otra buena final aquí… He ganado buenos partidos y estoy en una línea muy buena. Ahora viene una superficie que en teoría es más favorable para mí. Tengo que estar preparado para morir en ella”, se despide Nadal, que en unos días empezará a preparar la gira de tierra batida europea, en la que debutará el próximo 16 de abril en Montecarlo, donde defiende el título de campeón.
Para Federer, que posiblemente no jugará nada sobre arcilla salvo Roland Garros (y está por ver), la victoria es mayúscula y tiene un valor tremendo. Tras ganarle cuatro veces seguidas a Nadal (Basilea 2015, Abierto de Australia, Indian Wells y Miami 2017), algo que solo había conseguido Novak Djokovic, puede decirlo bien alto: definitivamente se ha quitado todos los complejos que durante mucho tiempo tuvo con su mayor rival y la clave no es ningún secreto. Parece un sueño, pero en 2017 está jugando el mejor tenis de su vida.
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