Lo que diferencia a los mejores del resto es simple: en menos de 24 horas son capaces de ganar jugando muy mal y de ganar rozando la brillantez. En octavos de final del Mutua Madrid Open, y tras debutar el día antes sin reconocerse ante Fabio Fognini, Rafael Nadal elevó varias marchas su nivel para vencer 6-3 y 6-1 a Nick Kyrgios en un cruce muy peligroso y se citó con David Goffin (6-4 y 6-2 al canadiense Raonic) por una plaza en las semifinales del cuarto Masters 1000 de la temporada. Lo que pasó, además, no fue nada extraño. En el tenis hay una lógica tan clara como antigua: es difícil que un competidor como Nadal juegue tan mal dos partidos consecutivos. [Narración y estadísticas]
“Yo lo tenía muy claro”, resumió tras el encuentro Carlos Moyà, uno de los técnicos del balear. “El partido de ayer había que salvarlo y luego empieza un torneo completamente nuevo. Siempre se lo digo a Rafa: en circunstancias así hay que salir adelante como sea los primeros días”, prosiguió el ex número uno del mundo. “En este caso, dada la tensión y los nervios que tenía Nadal, se trataba de sobrevivir a Fognini. Siempre hay que superar un partido de estos y estoy seguro de que va a jugar muy bien el resto del torneo. Hoy ha tenido la calma y la tranquilidad para ser agresivo. Esa es la idea, el camino a seguir”, cerró el entrenador mallorquín.
“La verdad es que he jugado muy bien”, coincidió Nadal después de la victoria. “Desde el comienzo he estado sin cometer errores, he restado muy bien, muy largo”, añadió. “El paso adelante ha sido importante con respecto al día de ayer”, siguió el español, que ganó su único precedente con Goffin hace unas semanas en Montecarlo. “Fue una victoria cómoda a nivel de resultado, a nivel de juego fue bastante complicada. Goffin es uno de los jugadores más en forma del circuito, tengo que jugar a un nivel parecido al que he dado hoy para seguir adelante”.
Del Nadal del miércoles al Nadal del jueves hubo un abismo de distancia. A diferencia del partido ante Fognini, donde el mallorquín jugó nervioso, mal apoyado y lento, el número cinco del mundo se plantó en la pista volando, rebosando chispa y energía. Kyrgios, agujereado desde el primer momento pese al break que consiguió (de 1-3 a 2-3), dobló las rodillas al acabar la primera manga, porque para ganarle un punto a Nadal necesitó hacer un esfuerzo terrible, durísimo, casi inhumano, tal fue la contundencia de su oponente.
Con la agresividad que le exigía el pulso, dejando que su derecha marcase el tono de los intercambios, el campeón de 14 grandes atacó, atacó y atacó al australiano, desbordado en la mayoría de los peloteos, incapaz de sobreponerse al juego ofensivo del español. Posiblemente, eso fue lo que mejor hizo Nadal: tiene mucho mérito mutar de esa forma de un día para otro para cambiar radicalmente la forma de jugar en tan poco tiempo. Puro Nadal, lo que siempre ha logrado conseguir el mallorquín en sus mejores días.
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