La realidad ya es imposible de ocultar: Novak Djokovic ha dejado de dar miedo, Rafael Nadal es el que ahora ocupa ese lugar en el vestuario, a falta de ver cómo vuelve Roger Federer al circuito tras saltarse toda la gira de tierra batida y poner el punto de mira en la hierba, con un paso que según la lógica debería ser breve por Roland Garros. Después de perder siete partidos seguidos con el serbio, sin ganarle un solo set (15 cedidos) en casi tres años (Roland Garros 2014), el campeón de 14 grandes destruyó 6-2 y 6-4 a Nole y se clasificó para jugar la final del Mutua Madrid Open (sexta del año, 107 de su carrera) ante el ganador de la semifinal que disputarán esta noche Dominic Thiem y Pablo Cuevas. [Narración y estadísticas]
“Es una victoria muy importante”, reconoció Nadal, que había perdido 11 de los últimos 12 partidos con Djokovic, toda una sangría. “Me da la posibilidad de jugar otra final y de mantener una línea muy positiva, pero es una victoria más. El significado realmente importante es estar en otra final”, continuó el campeón de 14 grandes, que este domingo asaltará su séptima final en Madrid. “Cuando pasan los años lo que quedan son los títulos. Aunque lógicamente ganar a un rival como Djokovic siempre es un extra de satisfacción”, cerró el balear.
“Nadal ha estado muy fuerte, jugando sólido, largo, rocoso, con mucha confianza… y Djokovic no es el Djokovic de antes”, analizó Alberto Berasategui, ex número siete mundial y enlace entre los jugadores y la organización del Mutua Madrid Open. “A estos niveles te pasan por encima si no estás bien físicamente, tenísticamente y mentalmente. Y Djokovic no está como antes. No tiene la garra ni la fuerza. Nadal es todo lo contrario, viviendo un momento dulce”, insistió. “A día de hoy, y salvo que cambien mucho las cosas, Djokovic no puede contrarrestar a Nadal”, zanjó el catalán.
“Nadal está muy bien, excelente”, coincidió Àlex Corretja, ex número dos del mundo. “Se está moviendo genial, siendo muy agresivo y recuperando bolas casi imposibles. Cuando está así es muy difícil competir contra él”, aseguró. “Djokovic está con menos ritmo, con menos batallas, con menos situaciones de juego complicadas. No está preparado para afrontar una guerra tan complicada como la que ha tenido hoy delante. Sinceramente, creo que a Djokovic le faltan partidos exigentes. Dependerá de él, de por dónde quiere ir y de lo que quiere hacer con su vida tenística”.
Al principio, Nadal rebosa fuerza y energía. El español tira con mucha mordiente desde los dos lados de la pista. Sus golpes achicharran los intercambios y en un segundo hay un incendio sobre la tierra, que envuelve a Djokovic y le provoca quemaduras de tercer grado (0-4 pierde en menos de 20 minutos). Con diferencia, este Nadal es el mejor del año porque tiene dinamita en la raqueta y tranquilidad en la cabeza para arrollar así al número dos, que no ve venir los derechazos de su contrario, que no sabe lo que está pasando, que no entiende por qué le están pegando esa paliza, una sacudida de arriba a abajo en la que pierde todos los dientes.
Exactamente un año después (el 13 de mayo de 2016, en cuartos de final de Roma), el efecto de ver a Nole al otro lado de la red enciende el fuego competitivo del español, que tiene la cara vestida de gala, a juego con una ocasión muy especial. Sin dudar ni fallar, el número cinco pega, brama y celebra. De su puño cerrado salen mensajes que se podrían leer con los ojos cerrados: estoy aquí para devorarte en mi superficie predilecta, delante de toda mi gente y aprovechar para explicarte que este año han cambiado las cosas, que ahora por fin he dejado de ser perseguidor para pasar a ser perseguido, que en Madrid, Roma y Roland Garros el máximo candidato soy yo y nadie más.
“¡A por él, Rafa!”, le grita la gente al número cinco, emocionada con el vibrante arranque del balear. “¡Vamos campeón!”, le anima el gentío, que se deja las manos aplaudiendo cada punto de Nadal, convirtiendo el estadio en un volcán que vomita lava encima de Nole durante toda la tarde. “¡No se te puede escapar!”, le dicen desde la grada al mallorquín, que tiene una determinación de granito para salvar un peligroso 0-30 inmediatamente después de lograr su primer break (1-0), esa misma capacidad para anular un 15-30 con 4-1 en el marcador, recuperar luego una rotura en la segunda manga (con 2-2) y esquivar un punto de break cuando saca por la victoria con 5-4.
En consecuencia, Nadal tiene respuesta para todo, ni a una pregunta rehuye. Como la casualidad no ha tenido nada que ver en los resultados del español en los cuatro primeros meses de la temporada, como al encuentro con Djokovic llega invicto en tierra (13-0) y con más victorias que nadie este año (32), el balear confirma desde la primera bola la distancia que hay entre los dos, a día de hoy insalvable en arcilla.
El altísimo nivel de Nadal durante todo el cruce, mejor en la primera manga que en la segunda, donde juega más corto por los nervios que maneja, no opaca el pésimo estado de Djokovic, que falla bolas infantiles, que al resto no dice nada, que a ratos juega sin alma y que acaba siendo una caricatura del jugador que hizo temblar a todos sus rivales hace muy poco tiempo. En el corazón de 2017, y a semanas de que arranque Roland Garros, él ya no manda. Eso es cosa de Rafael Nadal.
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