“¡Eso es! ¡Eso es!”. Arantxa Sánchez Vicario, ex número uno del mundo y campeona de siete grandes, se puso de pie en la grada de la pista Philippe Chatrier y agitando los brazos le gritó a Francesca Schiavone que creyese en la victoria, que remontar todavía era posible, que ganar a Garbiñe Muguruza en la primera ronda de Roland Garros no estaba tan lejos. La italiana, que luchó, peleó y se dejó la vida como ha hecho durante toda su carrera, se marchó inevitablemente eliminada (2-6 y 4-6) porque la distancia entre ambas es demasiado grande. A los 36 años, en su curso de despedida del circuito, Schiavone disputó por última vez el torneo que ganó en 2010 y dejó a su rival en la segunda ronda, que este miércoles disputará contra Anett Kontaveit (7-5 y 6-1 a la rumana Niculescu) para mantener viva la defensa del trofeo que hizo suyo el año pasado.
“Ya sé que la gente recuerda que soy la que ganó el año pasado, pero eso ya no importa mucho”, se arrancó Muguruza tras la victoria. “Es la primera vez que vengo a un Grand Slam siendo la campeona. Todo el mundo espera que gane y son sensaciones que muchos me transmiten. La gente me ha preguntado lo que he sentido al venir aquí tras lo que pasó en 2016 y quizás he sentido mucha menos emoción de la que esperaba”, prosiguió la española. “Hoy tenía que ganar mi propia batalla, ver cómo me iba a sentir en la pista. Estoy contenta de cómo he manejado la situación. Soy una más en el cuadro, tengo que ir partido a partido y hay muchas favoritas este año, como 10 jugadoras que pueden ganar el torneo. Esa es la realidad”.
La española, protagonista de un arranque lleno de fuerza, jugó una primera manga perfecta. Si había presión, lo habitual tras regresar al lugar donde hace una temporada celebró su primer y único grande, Muguruza se la zampó a raquetazos, de línea en línea, arramplando por pura potencia, desbordando a su contraria por todos lados. Habituada a sufrir en las primeras rondas, y ahí está la estadística de 2017 para confirmarlo (tres derrotas a la primera y otros tres partidos superados en el set decisivo), la número cinco abrió su participación en el segundo grande del año sin concederle un baile a las dudas, que por supuesto pidieron esa oportunidad a solas con Garbiñe.
Emparejada de primeras con Schiavone, que intentó crearle problemas con sus golpes combados de siempre, la característica bola pesada de la italiana, una las pocas especialistas que quedan en tierra batida, Muguruza se agarró a su juego ofensivo para abrirse las puertas de la segunda ronda. Ni una interrupción en el primer set después de que un espectador se desmayase en la grada (con 3-2 y saque de Garbiñe) ni la reacción de Schiavone en el segundo parcial (tuvo 3-2 y 15-40 para 4-2) pararon a Muguruza el lunes por la mañana.
En Roland Garros, el torneo más importante de su carrera, Garbiñe dejó un arranque muy fiable y se permitió soñar con lo que días atrás ella misma definió como muy chocante: levantar otra vez el título de campeona.