Y de repente, con la jornada inaugural todavía en la cuna, Angelique Kerber se convirtió en la primera cabeza de serie que cayó en su estreno en Roland Garros en la Era Abierta (desde 1968). La alemana, que perdió 2-6 y 2-6 ante Ekaterina Makarova, se marchó de París dejando una muestra más de todo lo que le está costando cargar con el favoritismo provocado como consecuencia de su mercurial 2016, donde ganó sus dos primeros torneos del Grand Slam (Abierto de Australia y Abierto de los Estados Unidos), se colgó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y asaltó la cima del ranking por la fuerza.
“No me siento tan bien jugando en tierra batida, especialmente al moverme lateralmente porque no puedo resbalar”, explicó la campeona de dos grandes, que se desplazó torpemente y nunca encontró la manera de congeniar con la superficie. “La arcilla siempre es un poco diferente y difícil para mí. Estoy decepcionada por mi gira de tierra. Quizás es una buena noticia que haya terminado”, prosiguió Kerber, que se lleva dos victorias y cuatro derrotas de los cuatro torneos que ha jugado en albero este curso. “Creo que ahora volveré a casa y descansaré unos días. Tengo un poco de tiempo para pensar lo que voy a hacer en las próximas semanas, cómo voy a preparar la hierba”.
Hasta hoy, la temporada de Kerber se resume de fracaso en fracaso. La alemana, heredera natural del trono de Serena Williams, no ha celebrado un solo trofeo en todo el año (llegó a la final en Monterrey, que perdió con Anastasia Pavlyuchenkova), ha dejado escapar la oportunidad de abrir brecha en la clasificación con el resto de sus perseguidoras (Karolina Pliskova o Simona Halep, por ejemplo) y se ha hecho un lío con su propio juego, que necesita desenredar para volver a ser competitiva de verdad, y no solo en tierra.
“El año pasado fue completamente distinto a este”, recordó la número uno mundial. “La presión está ahí ahora y las expectativas son mucho mayores, especialmente en los grandes torneos. Y esas expectativas llegan también de mi parte porque sé lo que puedo hacer, lo que hice la temporada pasada”, siguió la alemana. “Siempre es difícil disfrutar cuando estás perdiendo mucho. En los últimos años he tenido altibajos y ahora mismo mi percepción es la de estar en un momento bajo. Aunque trato de aprender de esta situación, siempre puedes hacerlo si no estás jugando bien. Eso es lo que intentaré”, insistió. “Ahora tengo que volver a encontrarme a mí misma y olvidarme de la tierra batida tan pronto como sea posible”.
Mientras Kerber hacía las maletas para volver a Polonia, Garbiñe Muguruza apuraba su preparación antes de debutar este lunes en el torneo contra la italiana Schiavone, abriendo la pista central. La española, campeona en 2016, aterriza después de coger carrerilla en Roma (se retiró en semifinales por un bloqueo en el cuello cuando perdía 1-4 con Elina Svitolina) y con la misma sensación de siempre: es tan capaz de aspirar a todo como de pegarse un batacazo bien pronto.
“Cada partido va a ser muy difícil de jugar, pero no le estoy dando muchas vueltas”, reconoció la número cinco del mundo. “Intento tomármelo como un torneo normal, aunque sea mentira. Ya tengo el trofeo, ahora quiero volver a ganarlo”, avisó Muguruza, que nunca en su carrera ha conseguido defender un título. “No voy a decir que solo me vale repetir lo que hice el año pasado porque eso es algo muy difícil de conseguir. Volver a hacer lo mismo sería algo bastante chocante”, continuó. “Este torneo me ayudó mucho el año pasado para verme en una situación diferente. He mejorado mucho la mentalidad, mi forma de afrontar los partidos, la constancia. Es una parte clave de mi juego si quiero estar arriba de verdad y no solo por un torneo”.
Además de la caída de Kerber, que estaba encuadrada en el lado de Muguruza, el domingo despidió a las dos únicas españolas que saltaron a la pista. Así, Lara Arruabarrena (2-6 y 1-6 ante Dominika Cibulkova) y Sara Sorribes (1-6 y 2-6 contra Timea Bacsinszky) también dijeron adiós a París en dos cruces por los que pasaron de puntillas.
“¿Del día uno al 10 cuánto estás de enfadada?”, le preguntaron a la joven de 20 años. “12”, respondió. “De hecho venía pensando que me iba a costar hablar más. Estoy enfadada y molesta por no ser capaz de poner en práctica todavía las cosas que entreno. Y eso es algo que solo depende de mí y me enfada”, añadió. “Ella obviamente es mucho mejor, en tierra ha tenido bastantes resultados, estoy hablando de mi forma de jugar el partido”.
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