Yulia Putintseva se tiró de la trenza de su pelo por pura desesperación. El viernes por la mañana, la kazaja aterrizó en la pista Philippe Chatrier para discutirle a Garbiñe Muguruza el pase a los octavos de final de Roland Garros y se marchó con la sensación de haber perdido con una de las grandes aspirantes al título, que posiblemente estará en la pelea por defender su corona de 2016. El triunfo de la española (7-5 y 6-2) confirmó su línea ascendente y le abrió las puertas de la segunda semana: el domingo, Garbiñe buscará los cuartos contra Kristina Mladenovic, que sobrevivió 7-5, 4-6 y 8-6 a la estadounidense Rogers. [Narración y estadísticas]
“Sabía que tenía que hacer mi juego, ser agresiva, irme hacia delante y no tener miedo”, confesó Muguruza después de la victoria. “Ella es un poco defensiva, así que tenía claro que no me iba a agredir tanto como Kontaveit. Mi juego se basa en atacar y en tener el control, así que he intentado hacer eso y ha funcionado”, continuó la campeona de un grande. “Siempre sientes presión en un Grand Slam y más si te ves como una candidata a ganar el torneo. Tuve muchos nervios en el primer partido porque era la primera toma de contacto, pero la presión siempre está ahí”.
Tras pasar un mal trago en segunda ronda, Muguruza apostó por usar la fuerza y la potencia, dos armas con las que se hizo un hueco en el vestuario hace algunos años. Su intención estuvo clara: quitarle a Putintseva cualquier opción de mandar. La kazaja, que gracias a un buen arranque se colocó arriba en el marcador (3-1), fue perdiendo protagonismo en el duelo según pasaron los minutos y se deshizo totalmente tras perder la primera manga, que no pudo hacer suya pese a un arrebato que le valió para empatarla (5-5) cuando su rival sacaba buscando amarrarla.
Con un importante despliegue ofensivo (26 ganadores), Muguruza superó ese primer set y arrampló en el segundo, desbaratando las intenciones de su oponente y volvió a gritarle al mundo lo mismo que en las dos rondas anteriores: es la vigente campeona, pero por ahora sigue jugando sin rastro de la presión. En París, la ciudad más importante de su carrera, Garbiñe va muy en serio.
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