En mitad del partido, los padres de Kristina Mladenovic se pusieron de pie para pedirle a la grada de la Suzanne Lenglen que ayudase a su hija, que gritase y animase, que tocase las palmas para llevar a la francesa en volandas a los cuartos de final de Roland Garros. La reacción de la gente fue inmediata: si hasta entonces el ambiente había sido hostil, si habían repetido una y otra vez un himno de dos frases (“Allez Kiki!”) para apoyar a su jugadora, la pista se volvió un infierno del que no logró salir Garbiñe Muguruza. Con un grito de rabia y el puño cerrado, Mladenovic venció 6-1, 3-6 y 6-1, se citó con Timea Bacsinszky (5-7, 6-2 y 6-1 a Venus Williams) y mandó a casa a la vigente campeona, que se marchó a los vestuarios negando con la cabeza mientras esquivaba a los aficionados que le pedían un autógrafo minutos después de apelarla con duras palabras. [Narración y estadísticas]
“Es una derrota dolorosa”, acertó a decir la española cuando apareció en la sala de prensa, que tuvo que abandonar tras romper a llorar, incapaz de seguir hablando. “Estoy un poco triste porque quería ganar. Ha sido un partido que estaba muy apretado y creo que no he jugado mal del todo. Ella viene jugando con confianza, está en su casa y yo he tenido mucha tensión”, prosiguió la número cinco, que con la derrota perderá 1790 puntos y saldrá fuera del top-10. “Ha sido un público difícil. No sé qué decir. Habéis estado allí en la pista. No sé que esperáis que diga, así que no digo nada”.
Mladenovic, la esperanza de Francia para volver a ver a una de las suyas ganando Roland Garros 17 años después (Mary Pierce, en el 2000), se aprovechó del tibio arranque de Muguruza, lleno de errores no forzados (13) que facilitaron la supremacía de la número 14 en el encuentro con una primera manga que habría deprimido a un payaso en una fiesta de cumpleaños. Enredada en su juego ofensivo de siempre, con una escopeta que disparó agua en lugar de balas, Garbiñe falló una bola tras otra, coleccionando un puñado de imprecisiones que su contraria recibió con los brazos abiertos.
La francesa, que había superado épicamente dos de sus tres partidos en el torneo (venció a Jennifer Brody el día de su estreno por 9-7 en el tercer set y superó por 8-6 en ese mismo parcial decisivo a Shelby Rogers en la tercera ronda), utilizó lo que estaba en su mano para desquiciar a Muguruza. Así, por ejemplo, Mladenovic celebró sus aciertos y también los errores de su rival en castellano (“¡Forza!”, le aulló a la española en la cara), buscó permanentemente el rescate de la gente y no se inmutó cuando desde las butacas nacieron aplausos para festejar las dobles faltas de su rival, una falta de respeto bien grande.
Mladenovic, que se ha convertido en uno de los nombres fuertes del vestuario esta temporada (campeona de San Petersburgo hace unos meses y finalista de Acapulco, Stuttgart y Madrid), perdió la brújula en el encuentro cuando Muguruza se asentó. Bastó que la española afinase un poco, que dejase de pegar a lo loco y sin sentido, para que el nivel entre las dos se igualase y Garbiñe pudiese entrar a discutir la victoria. Peleando en el corazón de una caldera, la española dio un interesante paso al frente y el pase a los cuartos se volvió apretadísimo.
Así, las dos oponentes llegaron al parcial decisivo. Con Muguruza en línea ascendente, lo contrario que Mladenovic, el público pensó que ya estaba hecho, que ahí se marchaba otra ocasión para soñar con una francesa haciendo algo grande en París. Si la gente creyó eso, se equivocó de lleno: Mladenovic, que acabó con 16 dobles faltas (¡16!) creció para acabar una Muguruza desdibujada, perdida entre los abucheos de los aficionados y ahogada por la presión que lleva tanto tiempo soportando.
“Al final, llevo mucho tiempo siendo preguntada y pensando sobre Roland Garros”, reflexionó Muguruza. “Es una parte de mi carrera que se ha acabado, pero es un privilegio haber venido aquí como campeona y pocas jugadoras pueden sentir lo que yo he sentido en este Roland Garros”, añadió la española. “No era fácil y he ganado tres partidos dando mi máximo. Me voy ilusionada para seguir mejorando”.
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