¿De verdad el número uno del mundo no es un objetivo para los jugadores que ya lo han sido varias veces en tiempos pasados? ¿De verdad a Roger Federer o Rafael Nadal, sumidos en la pelea por los grandes títulos del circuito en el tramo final de sus carreras, les da igual la primera posición de la clasificación? ¿De verdad no hacen esfuerzos por ocupar ese puesto privilegiado que distingue al mejor tenista del planeta del resto?
Quizás, la respuesta a esas tres preguntas es discutible.
En una decisión tan inesperada como calculada, Federer decidió pedir una invitación para disputar el torneo de Rotterdam, que no entraba en sus planes jugar, con la única intención de aspirar a recuperar la cima de la clasificación, lo que le convertiría en el número uno más veterano de toda la historia (tiene 36 años), superando a Andre Agassi (33) y batiendo otro récord que tardará mucho tiempo en cambiar de manos, si es que finalmente se confirma. Las cuentas son sencillas: el suizo, que con su victoria en el Abierto de Australia se colocó a 155 puntos de la posición que ocupa Nadal desde el pasado mes de agosto (9605 por los 9760 de su principal rival), necesita ganar tres partidos en Rotterdam para desalojar al español del ático del circuito.
“Lo único que dije es que pensaría en el ranking después del Abierto de Australia”, reconoció Federer antes de debutar en Rotterdam. “No esperaba ganar en Melbourne de nuevo, y al no ganar la Copa de Maestros nunca pensé que volviese a ocurrir otra vez y que estuviese a la vista”, prosiguió el suizo. “Jugué el Abierto de Australia sin pensar en el ranking, pero sabía que tenía flexibilidad de calendario en febrero. Después de Melbourne pensé que me gustaría jugar en Rotterdam, y que debería intentarlo”, explicó. “No me puedo creer que esté tan cerca. Significaría mucho para mi equipo, mi familia, mis aficionados y todos aquellos que me han apoyado durante este camino de regreso desde 2016. Ya estábamos felices por cómo estaba yendo todo, pero sería increíble volver a ser el número uno”.
Tras sumar 20 grandes y estirar su propia marca absoluta, Federer movió ficha de forma inteligente. En lugar de esperar a Dubái, que se disputa la misma semana que Acapulco (a partir del 26 de febrero), el suizo decidió aprovechar la oportunidad que le ofrece Rotterdam para depender de sí mismo en el asalto al trono de la clasificación por una razón principal. No adelantarse habría significado estar pendiente de Nadal, porque el mallorquín podría haber retenido la primera plaza en función de sus resultado en México, y luego Federer sabe lo que le viene (defiende los títulos en los Masters 1000 de Indian Wells y Miami), por lo que la única ocasión de atacar la cúspide pasaba por ir a Rotterdam.
“Mi equipo está muy emocionado de que yo esté aquí”, confesó el helvético, que si consigue regresar al número uno habrá dejado atrás cinco años y 106 días desde la última vez que estuvo en ese puesto (noviembre de 2012) y pondrá de nuevo en marcha su contador de semanas en lo más alto, que marca 302 ahora mismo. “Tener la opción de conseguir el número uno es algo muy emocionante que me motiva muchísimo”, aseguró el suizo, que debutará este miércoles contra Ruben Bemelmans sabiendo que Philipp Kohlschreiber ya le espera en segunda ronda y que Stan Wawrinka no estará en cuartos, tras caer 6-4, 3-6 y 2-6 con Tallon Griekspoor. “Me encantaría estar en esa posición, pero no quiero que ocurra de manera sencilla. Sé que tengo una semana de trabajo duro por delante, sobre todo mentalmente para no pensar demasiado en lo que supondría ser número uno”.
Lógicamente, ser número uno supondría volver a destrozar la lógica desde todos los ángulos posibles. Federer es un hombre que lo tiene todo. Convertido por méritos propios en el mejor jugador de siempre, y con los pilares de su familia más que asentados (casado y padre de cuatro hijos), el suizo podría dedicarse a vivir tranquilamente sin reprocharse nada. Su situación, sin embargo, es bien diferente: Desde este miércoles Federer juega en Rotterdam por hacerle otra muesca a la leyenda.
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