Deva Sand
Deva Sand: Sin título, 2006
Desde que Duchamp rectificara el cartel de pintura plástica Apolinaire Enameled, erigido en uno de los más audaces administradores de la ecología artística, el reciclaje no ha dejado de dar que hacer a los artistas, hasta convertirse en una de las estrategias más traídas y llevadas de arte llamado a ser posmoderno. En las últimas décadas, numerosos artistas han recurrido al marco del cuadro, a la robustez de su bastidor o a la cambiante piel del lienzo para poner en tela de juicio los usos y abusos de la pintura; como también a las diversas posiciones del cuerpo o a su lugar de acomodo en los muebles, para subvertir la decorosa amplitud de la escultura. Y ello con el fin de escenificar una de las estrategias más aclamadas del ser posmoderno: la deconstrucción. En ese orden de cosas, y más allá de las posiciones conceptuales abiertamente críticas que manifiestan artistas tan diversos como Perejaume o Doris Salcedo, Deva Sand (Estrasburgo, 1968) apela, como punto de partida, al recuerdo de lo íntimo para adecuar, a su manera, la rutina deconstructiva. En la exposición que lleva por título Le chambre de ma Grand-Mére, Deva Sand plantea una gran instalación en la que cada obra encuentra su decoroso lugar. De ese modo, encontramos lienzos sin marcos, que no son sino muestras de tapicería retocada, ampliadas y mejoradas por la mano de la artista, y que sirven de guía para conducir un mejor ejercicio pictórico. De otra parte, fragmentos de patas de mesas y sillas, tales como volutas, tan pronto se encadenan en un collar gigante, como se reconforman para poner de relieve un marco sobre el que se acomoda la dimensión objetual de la pintura. Lo fragmentario visto en pintura y escultura, pierde su serial escenificación minimalista para buscar, por fin, el fácil confort de una instalación en la que se dan cabida diversos muebles recompuestos en un frágil equilibrio.