Txomin Badiola, retorno a la forma
Rêve sans fin
22 marzo, 2006 23:00Reve san fin, 2005
El incremento de la vocación narrativa ha propiciado en el ámbito de la escultura una acentuada tendencia a su disolución; a veces de manera literal, por ejemplo mediante la transferencia a la fotografía; otras a través de la quiebra del volumen compacto a favor de la dispersión espacial. Txomin Badiola (Bilbao, 1957), que en la segunda mitad de los ochenta había desarrollado una obra con ciertas reminiscencias del constructivismo ruso, plasmada en objetos de gran consistencia formal, derivó desde los inicios de los noventa hacia grandes composiciones, en realidad contenedores de grandes dimensiones elaborados con madera y elementos industriales en cuyo interior se desarrollaban relatos, casi siempre soportados por la fotografía y el vídeo. Eran verdaderos lugares de representación en los que el artista suscitaba aspectos relativos a la violencia, la identidad, el sexo o la muerte.Ahora, sin abandonar aquellos presupuestos, tiene lugar un cierto retorno a la recomposición del objeto, un repliegue, una síntesis tanto desde el punto de vista compositivo como semántico, pues también estas obras reducen el despliegue discursivo, limitándolo a presencias icónicas muy concretas que confirman y prolongan lo enunciado en los títulos. Aunque cada una de las cuatro piezas que componen esta muestra es plenamente autónoma, el artista las ha tratado como elementos constitutivos de otra superior: una instalación formada por un recinto cerrado en el que aquéllas establecen un diálogo tanto espacial como conceptual. El énfasis puesto en la forma, ratificado en su texto del catálogo, no deja lugar a dudas sobre su afán constructivo; o quizás sería mejor decir deconstructivo, pues cada una de estas estructuras vienen a ser prismas deconstruidos, retomando, ahora de otra manera, una actitud de enorme transcendencia en los años ochenta y de la que Badiola fue, en lo escultórico, uno de sus más relevantes exploradores.
Porque, en efecto, estos prismas parecen el resultado de un estallido congelado que hubiera desarticulado su lógica constructiva: estructuras desencajadas, segmentos inclinados, entrecruzados o fugados… Una estrategia compositiva cuya referencia más próxima se encuentra en la arquitectura reciente: desde Gehry hasta Koolhaas. Pero si en la práctica arquitectónica esta táctica pudo tener en sus inicios la intención de encarnar en la misma el descentramiento del sujeto contemporáneo, en los últimos años su sentido ha quedado reducido a la mera producción de espectáculo. No sucede tal cosa en las obras de Badiola, porque estos recintos imposibles -en el interior de estas construcciones se generan pequeños habitáculos- de paredes distorsionadas, se acoplan a los enunciados que acogen: Sueños sin fin, Sacrificio, Farsa... Las puntuaciones icónicas: un rostro caravaggesco, un sujeto de gesto desconcertado o un levantador de piedras, activan los significados, transformando lo que sería una mera composición escultoarquitectónica en un objeto de notable eficiencia semántica. Así, el artista retorna a la forma sin abandonar su reflexión sobre las contingencias físicas y espirituales del ser humano.