El Cultural

Dos de mayo: ¿nace una nación?

Cinco historiadores debaten sobre el dos de mayo y el surgimiento de la conciencia española

24 abril, 2008 02:00

Fusilamiento en un campo militar, de Francisco de Goya

Especial 2 de mayo: Hablan los historiadores

Más allá o más acá de la celebración, la pompa y la fanfarria, resulta obligado encontrar un momento de reposo para la discusión y el análisis con el fin de profundizar en los acontecimientos de la Guerra de la Independencia. Cinco de nuestros mejores historiadores actuales -Fernando García de Cortázar, José Álvarez Junco, Ricardo García Cárcel, Manuel Moreno Alonso y Emilio La Parra- han sido convocados a dar su opinión acerca de si la conciencia nacional española nació el 2 de mayo de 1808, sobre las supuestas posibilidades de modernización que abriría la invasión y el impulso a la contra que daría al movimiento liberal de Cádiz, y sobre los mitos y leyendas que nacieron entonces.

1.- ¿Nace con la Guerra de la Independencia la conciencia nacional española?
2.- ¿La invasión francesa fue una oportunidad para modernizar España?
3.- ¿De qué manera influye la guerra en el impulso al movimiento liberal que se encarna en Cádiz?
4.- ¿Cuál es la mayor leyenda en torno a 1808 y el conflicto bélico posterior que hay que desmontar?
5.- ¿Puede decirse que la invasión de España fue un grave error militar de Napoleón que señala el principio de su declive?


Fernando García Cortázar

Director de la Fundación Dos de mayo, nación y libertad

1.-La guerra contra los franceses fue la que a un pueblo aparentemente disperso lo trasformó en comunidad nacional por el calor y la exaltación de su respuesta unánime al extranjero. Fue un seísmo patriótico, nacional, que diluyó las viejas barreras históricas y culturales y fusionó todas las regiones españolas en una respuesta común contra el ejército imperial. Lo supo ver a tiempo Jovellanos, que se resistió a seguir las ofertas de sus amigos afrancesados para unirse a la corte de José Bonaparte y comprendió un porvenir donde el pueblo español exigirá ya el nombre de nación. Como la nación en armas francesa en el año 1792, los españoles, en masa, en 1808. Porque es, en mayo de 1808, cuando el pueblo real, el pueblo llano, se adelanta al primer plano de la historia y se empeña en actuar de altavoz y protagonista. Es ahora, frente a unas instituciones sumisas a los dictados del invasor, cuando pasa por la Península Ibérica entera, estremeciéndola, el grito colectivo izado por el pueblo madrileño, en su inmenso clamor de dies irae contra los franceses.

2.-No creo que esos fueran los objetivos de Napoleón cuando decidió invadir España y quedarse con ella para esquilmarla, como se quejaba su hermano José I. Por otro lado, el Napoleón de 1808 no es ya el representante de las Luces de la Revolución Francesa sino el emperador hegemónico a quien acusa la sombra de los ideales jacobinos traicionados y cuya voz se ha visto alterada por el despotismo y la embriaguez de los éxitos militares. El propio Napoleón, que más tarde se reprocharía haber concebido la empresa española como una descarada conquista "al desnudo", ya en el crepúsculo de la derrota se repite a sí mismo "la inmoralidad debió de mostrarse de manera demasiado patente, la injusticia de manera demasiado cínica", reconocería en el memorial de Santa Elena: "Los españoles, en masa, se portaron como un hombre de honor". Lo vio Stendhal en su Vida de Napoleón: "España ofreció de pronto un espectáculo semejante al de Francia cuando se llenó de gente que deliberaba sobre los peligros de la patria".

3.-Si tras el levantamiento madrileño la movilización partió de la Iglesia y de la nobleza en defensa de sus prerrogativas, la prolongación de la guerra favoreció la obra de los jóvenes jacobinos que se habían unido al pueblo contra el invasor francés. De los condes Toreno, Argüelles, Flórez Estrada, Muñoz Torrero, Martínez de la Rosa... puede decirse lo que escribe La Forest del poeta Quintana: partidarios ardientes de la Convención, moderados admiradores del Directorio, enemigos jurados del Bonaparte del 18 de Brumario. Con ellos, que se rebelan por devenir algo nuevo y algo mejor que el Antiguo Régimen, amanece en Cádiz el sueño liberal del constitucionalismo y nace la promesa de una nación de ciudadanos iguales en derechos y deberes. "Yo quiero -dijo Muñoz Torrero durante los acalorados debates de Cádiz- que nos acordemos de que formamos una sola nación, y no un agregado de varias naciones".

4.-Por supuesto, el dos de mayo de 1808 tiene mucho de temible: la atmósfera de cataclismo da miedo a las personas templadas, que recelan de un pueblo exhortado desde los púlpitos a guerrear. Las persecuciones de Fernando VII, donde el pueblo vuelve a la pasividad del pasado despótico, pueden devolvernos a los lugares comunes que condenan la España del dos de mayo a la negrura de la reacción más grotesca y subrayan la vocación cainita del español, la sangre caliente, la intolerancia, la predisposición a matarnos los unos a los otros... Junto al despertar de la nación y al recuerdo de una hazaña colectiva que asombró a Europa, conviene poner de relieve que las pasiones sectarias enfrentadas no son ni han sido nunca exclusivas de nuestro país. ¿Fue más civilizada la Francia de Robespierre y Napoleón que la España de la guerra de la Independencia cuando el primero cortaba las cabezas de sus compatriotas y el segundo hacía cargar sobre media Europa la tiranía de su imperialismo?

5.- En 1808 es Napoleón quien, como recuerda Stendhal, "piensa habérselas con prusianos o austriacos", y creyó que disponer de la corte española era disponer del pueblo. Cegado por los éxitos anteriores, el emperador juzgó al pueblo español por la monarquía y las clases altas de la sociedad. Así, cuando ya ha decidido poner a su hermano José en el trono de Madrid, dice a sus ministros: "Esta gente no sabe qué es una tropa francesa. Los prusianos eran como ellos y ya se vio cómo se encontraron". El error tendría notables repercusiones en las campañas continentales: lo que pareció ser un paseo militar se transformó en un atolladero que obligaría a mantener un contingente de tropas elevado, cada vez más necesario en el frente ruso. Levantado como héroe coral, frente al emperador se había sublevado no sólo "una chusma de aldeanos embrutecidos e ignorantes, gobernada por curas", sino una nación que no piensa, como en Alemania y Austria, que su defensa es sólo un asunto de reyes y tropas.


José Álvarez Junco

Catedrático de Historia de la UCM y Dtor del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales

1.- Sí, creo que es adecuado decir que la conciencia nacional española nace con la llamada Guerra de la Independencia. Pero éste es un terreno lleno de sobreentendidos: ¿quiere decir que antes no había conciencia nacional alguna? ¿Quiere incluso decir que no existía una identidad española de ningún tipo? Habría que matizar: conciencia de identidad española existía, sobre todo en élites intelectuales y políticas cercanas al poder, desde hacía siglos. Pero antes de las revoluciones liberales en ningún caso era "nacional", en el sentido de que creyeran que existía un grupo humano con derechos soberanos sobre este territorio. El soberano era el rey.

2.- Las invasiones napoleónicas fueron una oportunidad para modernizar las estructuras políticas europeas, en general. En el caso español, naturalmente, la cosa fue peor. Porque se mezcló la crisis dinástica y las tropas francesas entraron asociadas al odiado nombre de Godoy y como enemigas del equivocadamente idolatrado Fernando; por eso, fue muy eficaz la campaña contra las intenciones revolucionarias y ateas de Napoleón, presentado como anticristo; si a ello se añaden los abusos de los soldados, se entiende la rebelión. Y los colaboradores de José, que creyeron en la oportunidad de hacer reformas y modernizar el país gracias a una nueva dinastía, fueron tildados de "afrancesados", de traidores, y se hizo imposible llevar a la práctica su programa de gobierno.

3.- La guerra proporcionó la ocasión para que los liberales, antes ilustrados, convirtieran en leyes sus proyectos de reforma. Unos proyectos que no eran muy diferentes a los de José I, plasmados en la Constitución de Bayona. Los conservadores les acusaron, por eso, y con alguna razón, de estar traicionando al pueblo e imitando a los revolucionarios franceses. Por eso tuvieron que disfrazar la Constitución gaditana como una continuación de una Edad Media mitificada como liberal, parlamentaria, con instituciones democráticas, convivencia de religiones, etc. Pero, naturalmente, la situación fue pasajera. Volvió el rey y destruyó toda la obra reformista.

4.- La mayor leyenda es que fue una guerra "nacional", un choque masivo y unánime de españoles contra franceses. Los ejércitos de Napoleón tenían generales franceses, sí, pero eran imperiales, con mamelucos egipcios, polacos, italianos; los ejércitos considerados "españoles" por esta leyenda tenían como general en jefe a un inglés, Wellington, y se componían de ingleses, portugueses y españoles. Fue una guerra internacional, pues, entre las dos grandes potencias del momento, Francia e Inglaterra, aunque librada en la Península Ibérica (ni siquiera en España sólo). Pero fue, además, y sobre todo, una guerra civil.

5.- No soy historiador militar y no me atrevo a opinar con contundencia. Me da la impresión de que si Napoleón hubiera podido venir a España a dirigir sus tropas, como a finales de 1808, no había fuerzas, ni españolas ni inglesas, capaces de enfrentarse con él.


Ricardo García Cárcel

Catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Barcelona

1.- La conciencia nacional española no nace, a mi juicio, con la Guerra de la Independencia. Ciertamente, 1808 es uno de los grandes "mitos fundacionales" de nuestra historia nacional. Su papel como incentivador de un nuevo nacionalismo que convierte a los españoles en ciudadanos y no en súbditos de la monarquía es evidente. Pero no creo en el "creacionismo nacional". La conciencia nacional española estaba ya presente, aunque evolucionara con el paso del tiempo. En las apologías que escriben Juan Pablo Forner o José Cadalso frente a las críticas foráneas de la cultura española del Siglo de Oro hay afirmaciones identitarias de conciencia nacional española muy anteriores al año 1808.

2.- Sí, el papel de los afrancesados fue el de aportar a España valores modernizadores. El propio discurso napoleónico en 1808 era de signo regeneracionista respecto al atraso hispánico que habían fustigado los viajeros europeos. Otra cosa es que detrás del regeneracionismo estuviera el cinismo político de un dictador. Hubo reacciones patrióticas de signo defensivo, integristas, de exaltación de los valores más reaccionarios. Pero también es cierto que la invasión francesa propició el despegue liberal, la apuesta por el cambio necesario y posible, la apertura de la modernidad. A la postre, en las Cortes de Cádiz y en la Constitución de 1812 se impuso este patriotismo moderno.

3.- Como acabo de decir, la Guerra impulsó el movimiento liberal. Los nuevos liberales, a lo Quintana, son mucho más radicales que los viejos ilustrados a lo Jovellanos o Capmany. La influencia de la Revolución Francesa marcó el discurso ideológico de los liberales pero tampoco se puede entender este discurso sin tener en cuenta la legitimación historicista de los ilustrados. La conjugación de lo nuevo francés con las raíces históricas del constitucionalismo español fue decisiva en el pensamiento liberal.

4.-Hay muchas leyendas/mitos en la Guerra de la Independencia. Los héroes, quizás, no fueron tan héroes ni los villanos tan perversos. Quizás la mayor leyenda es la excesiva polarización que se ha creado entre el patriotismo y el afrancesamiento, con fronteras porosas y ambiguas. Al lado de los patriotas beligerantes y los afrancesados alineados en la causa de José Bonaparte, hay una tercera España de perplejos, con Goya y tantos otros a la cabeza, que no podemos olvidar.

5.- Sí, la invasión de España por Napoleón fue un error no sólo militar, sino sobre todo político. El error de confundir la imagen moralmente penosa de los reyes en la abdicación con la sociedad española y su capacidad de resistir las agresiones despóticas externas.


Manuel Moreno Alonso

Universidad de Sevilla

1.- En cierto modo, sí. No todos los españoles se rebelaron contra la dominación napoleónica, pero los que lo hicieron se sintieron unidos en el rechazo de una autoridad exterior y en nombre de un mismo rey: Fernando VII.
2.- España había emprendido el camino hacia la modernización durante el reinado de Carlos IV, pero todo se truncó tras el éxito de los partidarios de Fernando VII (aristócratas y clero) en el motín de Aranjuez. La intervención de Napoleón podría haber sido una continuación de la política modernizadora, pero actuó como dominador y no como "regenerador", como dijo la propaganda imperial. Su hermano José pretendió sinceramente la modernización, pero ni se lo facilitó Napoleón ni -por supuesto- los españoles, que no lo reconocieron.

3.- La guera contribuye a crear un clima de libertad que propicia un intenso y fructífero debate político. Además, el hecho de que los españoles se vieran obligados a reaccionar ante el invasor por sí mismos, dada la incapacidad de las autoridades, reforzó la conciencia de soberanía nacional, que es el principio fundamental de la revolución liberal.

4.- Tal vez la creencia de que la Guerra comenzó el 2 de mayo. Fue un acto heroico y muy importante, pero no constituyó el principio de la guerra. Ésta se inició a partir del 23, cuando se conoció que Napoleón había destronado a la Casa de Borbón. Entonces reaccionan los españoles, constituyen una nueva autoridad (las Juntas) y declaran la guerra a Napoleón.

5.- Sin duda fue un error de Napoleón y él mismo lo reconoció en las conversaciones de Santa Elena.


Emilio la Parra

Universidad de Alicante

1.- En mi libro reciente La batalla de Bailén he tratado de fechar un acontecimiento tan importante. La más brillante página de la "nación indomable" la escribió Bailén. Naturalmente, tiene sus antecedentes y consecuencias que hay que matizar. Pero, con toda seguridad, la clave de su conformación estuvo en los años de la Guerra.

2.- Sin duda alguna. Ortega llegó a escribir que "la guerra es una genial y formidable técnica de vida y para la vida". Pero, independientemente de la invasión, si José Bonaparte hubiera sido aceptado como rey, la Historia de España hubiera sido muy diferente.

3.- Sin el vacío de poder originado por la guerra, difícilmente se hubiera podido impulsar el movimiento liberal, que es bien anterior a las Cortes de Cádiz. La clave está en Sevilla, entre julio de 1808 y enero de 1810. En este primer período de la guerra, anterior a la reunión de las Cortes, se produjo el "movimiento liberal" propiamente.

4.- Hay muchas. Una es la caricatura de José Bonaparte. En realidad no hay asunto sin "gato encerrado", desde el patriotismo del Dos de Mayo hasta el de los guerrilleros pasando por el "teatrino" de las Cortes de Cádiz.

5.- Así vino a reconocerlo el propio Emperador en Santa Elena. Hablando de Bailén, por ejemplo, Stendhal dijo que "ni Rusia ni Waterloo produjeron nunca efecto parecido" en Napoleón.