Margaret Atwood: “El dinero está detrás de todo. A Madame Bovary la hundieron las deudas, no el adulterio”
Margaret Atwood. Foto: Stephane de Sakutín
Sentada en un exclusivo club de Londres cerca de St. James Park, Margaret Atwood exuda inteligencia: sus modales elegantes de pajarito, sus perspicaces ojos azules, sus rizos apenas domados sugieren un cerebro aún activo a las puertas de su 70 cumpleaños. Pero aún más notable que su presencia es su “preciencia”.
En 1984 escribió una distópica visión de una sociedad fundamentalista en el que las mujeres son reducidas al estatus de cuidadoras de niños y sirvientes, forzosamente asexuadas y veladas. El libro, titulado El cuento de la criada (Bruguera), profetizó el régimen misógino de los talibanes en Afganistán y las discusiones sobre la vestimenta y los derechos de las mujeres musulmanas en Europa. Otra novela futurista, Oryx y Crake (Ediciones B), registraba la destrucción de laTierra por el calentamiento global, las pandemias y la rampante ingeniería genética. Fue publicado en 2003 antes de la gripe aviar, de Una verdad incómoda de Gore, y de la revolución del genoma.
Ahora, en su nuevo ensayo, Payback: Debt and the Shadow Side of Wealth [Revancha; Deuda y el lado oscuro de la prosperidad], un examen fascinante, absolutamente libre, sobre el equilibrio, la deuda y la venganza en la historia, la sociedad y la literatura, Atwood ha disparado de nuevo contra algunas de nuestras ansiedades más frecuentes. Mientras la escasez de crédito hunde las aerolíneas y acorrala a los bancos, nadie puede escapar al espectro de la deuda. ¿Dónde guarda su bola de cristal?
-“Fue una coincidencia -protesta- Escogí este tema hace varios años y al final acabé por encontrarme escribiendo este libro mientras sucedía la crisis de las subprime y el metro se empapelaba de anuncios diciendo: ‘Le ayudaremos con su deuda’, ‘¿Por qué pagar más?’”.
El asunto de la deuda se le ocurrió cuando le pidieron que escribiera una “carta pública a América”: “Me encontré a mí misma haciéndolo mientras las tropas estaban a punto de invadir Iraq, y escribí: ‘Por qué estás enterrándote a ti mismo en un gran agujero de deuda’. Tradicionalmente los imperios del pasado se expandieron hasta donde pudieron para defender sus perímetros, en un punto en el que algo está a punto de romperse”. Después de reírse entre dientes añade: “Los bárbaros entrarán tarde o temprano”.
Comedores de pecados
En realidad, Payback es la contribución de Atwood a las Conferencias Massey -un prestigioso evento anual cuyos anfitriones han sido Martín Luther King o J. K. Galbraith. Ahora confiesa que le ha resultado difícil explicar de qué va y por qué ella, una novelista, debería hablar de economía: “Nunca ha tratado sólo de dinero: también tiene que ver con la propiedad. El dinero es la manera en que hemos encarnado este asunto, pero puede asumir un gran número de distintas formas. De lo que realmente estamos hablando es de desequilibrios en la obligación, que es lo que es la deuda”. Payback recorre una sucesión de temas que van de las técnicas del Antiguo Egipto para la salud cardíaca pasando por la extraña costumbre de “comerse los pecados”, las deudas de esclavos de Mesopotamia, los hábitos de entrenamiento de los simios, el tío Gilito, Fausto, la película Cómo conquistar Hollywood y Jung.
La guerra de Iraq puede haber sido el punto de arranque, pero la deuda ha preocupado a Atwood desde que puede recordar. Sus padres vivieron la Gran Depresión, en el que su sueldo se dividía en cuatro sobres: “Alquiler”, “Comida”, “Otras necesidades” y “Entretenimiento”. “Los tres primeros sobres eran la prioridad -escribe Margaret Atwood-y no había nada sobrante para el cuarto sobre, no podíamos ir al cine y mis padres se iban a dar un paseo en su lugar”. Esto, concluye, es el “arte perdido” de vivir de acuerdo “con tus necesidades”.
Nacida en 1939 en Toronto, Atwood recuerda: “Se suponía que en la mesa no podíamos hablar de dinero, religión y sexo. El dinero me interesaba porque estaba prohibido, pero sabías que estaba allí”. Coleccionaba monedas bonitas y estaba fascinada con los baños en monedas que se daba el personaje de cómic del Tío Gilito; pero no fue hasta que cumplió ocho años -cuando tuvo su primer trabajo y cuenta corriente- cuando el dinero se hizo real: “Mis padres no nos daban a mi hermano y a mí mucho dinero de bolsillo; ellos habían trabajado desde muy jóvenes y no entendían porque nosotros no deberíamos hacerlo. Pero muchos de los ‘trabajos infantiles’ que yo hacía hoy están clasificados como explotación infantil o no existen”.
Después de hacer de canguro y recoger arándanos, siendo adolescente Atwood fue empleada como “demostradora de tiro con arco” -después de haber aprendido ese deporte durante varias sesiones basadas en una “forma curiosa de educar” que incluía largos paseos por el bosque en los que su padre se dedicaba a estudiar el comportamiento de los insectos- en un espectáculo de deportes. Después montó un negocio de marionetas con un amigo que tuvo tanto éxito que contrataron a un agente. Incluso escribir le confirmó de manera inmediata su potencial: “Estuve encantada cuando publicaron mi primer poema. Me pagaron cinco dólares, probablemente más de la tarifa actual”, añade, riendo.
El presupuesto de Emma Bovary
Como adulta, Atwood conservó la frugalidad de sus padres, mientras se sumergía de forma profunda en otro ambiente financiero: “Me convertí en victoriana. ése fue mi campo de estudio en la Universidad, fue la época por excelencia en que las tramas giraron en torno al dinero y la gente estaba empantanada en estallidos de capitalismo. Cumbres borrascosas está guiada por el dinero: Heathcliff gana una fortuna y regresa para comprar la casa a sus anteriores dueños. A Madame Bovary podría haberle ido bastante bien si se hubiera mantenido dentro de su presupuesto. No fue el adulterio, sino las deudas, lo que la hundió”.
Bovary es el personaje más famoso del siglo XIX, pero el espíritu más presente en Payback es Ebezener Scrooge, [el personaje de Dickens] modelo del Tío Gilito, el avaricioso pato de Disney. “él es una versión extrema de ‘vivir de acuerdo con tus ingresos’”, dice Atwood. “No hace otra cosa con ellos que convertirlos en más ingresos. En una sociedad capitalista, el mayor pecado es que su ‘disponible’ en realidad no lo está, no circula. Hasta que, eso es, él sufre su propia transformación, cuando se convierte en dual, en una figura de ‘antes y después’.él completa ambos de nuestros deseos: el de quedárnoslo todo para nosotros mismos y nuestro otro deseo de ser generosos y gustarle a la gente”. El capítulo central del libro muestra cómo Gilito es el reflejo en el espejo del personaje del siglo XVI Fausto. Entre Marlowe y Dickens, la visión de la sociedad sobre la riqueza ha cambiado: para Fausto, el gasto libre es la condena; para Gilito, es la salvación.
Deudas pecaminosas
Para nosotros es la norma. Durante los últimos 50 años hemos ido tan lejos en el gasto libre que la deuda ya no es temida sino socialmente aceptada: todo el mundo está en números rojos. Y mientras los victorianos reservaban la cárcel para los deudores, hoy podemos declararnos en bancarrota. Pero ahora que los bancos comienzan a cortar los créditos Atwood cree que la marea está cambiando: “Desde que la gente aparece en televisión para confesar no que ha sido infiel a su mujer sino lo endeudados que están significa que estamos regresando a un modelo en el que la deuda es considerada pecaminosa y el ahorro vuelve a ser valorado. En los 80 nadie llevaba ropa de segunda mano, y hoy el vintage es considerado chic”.
Si los ciudadanos están aprendiendo el arte del ahorro, sus Gobiernos les siguen jadeantes. El reloj que marca en Manhattan la deuda en Times Square fue apagado en 2000 porque el Gobierno de Clinton presentaba superávit. Pero cuando George Bush comenzó a descontrolar el gasto, fue encendido de nuevo, y ahora marca 10 billones de dólares. “¿Quién va a pagar por esto?, -pregunta Atwood-. Los ciudadanos americanos que pagan impuestos. Ya lo han hecho , y los servicios sociales sufren de forma horrible. Pero la gente no entendió qué estaba pasando. La invasión de Iraq fue como uno de esos trucos de magia en los que mientras la gente está despistada mirando cómo el mago manipula un pañuelo rojo mientras otro les está birlando las carteras”.
Pero la deuda financiera no es nuestro mayor lastre. Escribiendo Payback Atwood se quedó fascinada con una frase que suele decirse de los muertos: “Ha pagado su deuda con la naturaleza”. Significa que has tomado algo prestado -la parte física de ti mismo formada por elementos naturales-. Y los estás devolviendo disolviéndote en la naturaleza. ¿Qué otras cosas estamos tomando prestadas de la naturaleza y cómo las devolvemos?”. El último capítulo propone una respuesta en términos fuertes.
Es sorprendente, digo, ver a una novelista -cuyas herramientas habituales son la ambigöedad y la incertidumbre- crear algo tan polémico. Atwood está convencida de que la forma lo requiere: “Las conferencias que se dan en estos casos se convierten en sermones seculares. No puedes poner un tema así sobre la mesa sin haber decidido antes qué parte crees que es buena y qué parte crees que es mala”.
Una nueva Muerte Negra
La peor parte es lo mal que hemos tratado al planeta, y en este momento, no se vislumbra una parte buena. “Las culturas primitivas hacían sacrificios para asegurar buenas cosechas o lo que fuera. Si no cambiamos nuestra manera de comportarnos los sacrificios nos serán impuestos. Es algo que ya está sucediendo en forma de sequías, hambrunas e inundaciones. Si hablas con un experto en epidemias te dirá que lo que de verdad les preocupa es que estemos al borde de una megaplaga. Estamos superpoblados y mal alimentados, las mismas condiciones que precedieron a la Muerte Negra [la peste, plaga que devastó a la mitad de la población de Europa del siglo XIV]”. Una visión aterradora, teniendo en cuenta el impresionante historial de Atwood en la adivinación. Si la humanidad pudiera declararse en conjunto en bancarrota y dejar la pizarra limpia, lo haríamos. Pero no podemos: en lugar de ello, Atwood argumenta, debemos aprender a gestionar nuestra deuda y ponernos de nuevo en números negros: “Debemos comenzar a pensar en nosotros mismos como elementos de una balanza, y estamos desequilibrándola de una forma extrema. No es una obligación moral, es una obligación física”.
Margaret Atwood retrató en El cuento de la camarera (1985) un futuro gobierno estadounidense dominado por la derecha fundamentalista. En una reciente entrevista en el New York Times, la escritora canadiense aceptaba que ahora pueda releerse libro pensando en Sarah Palin, a la que compara con Margaret Thatcher pero sólo por creer que “todas las mujeres deben estar en casa cuidando de sus hijos, menos ellas mismas”. Por eso, cuando le recuerdan que a menudo la candidata a la vicepresidencia de los Estados Unidos Palin aparece en público con sus hijos “imitando la iconografía de la Virgen María”, Atwood salta de inmediato: “La Virgen era modesta y recatada, no una experta en armas, una tiradora . Lo siento mucho, pero no”.