El Cultural

Otras voces

22 mayo, 2009 02:00

Tobias Wolff. Foto: Jaime Villanueva


Con frecuencia me veo enfrentado al interrogante sobre la mejor novela de la actual narrativa norteamericana. El bienintenciona- do asalto resulta embarazoso, así que trato de salir airoso recomendando, precisamente, una novela de Tobias Wolff (Alabama, 1945), Vieja escuela, que nos presenta lo más sublime de la narrativa Wolff, en la que, en el más puro estilo de Hemingway, la transición del relato a la novela surge de forma natural. Y son precisamente relatos lo que se nos ofrece en Aquí empieza nuestra historia, galardonada con el Story Prize del 2008.

Se trata de un singular volumen recopilatorio, pues en él encontraremos veintiún cuentos ya publicados (paradójicamente no incluye el relato "Aquí empieza nuestra historia", que apareció en De regreso al mundo, cuyo título toma prestado para bautizar el volumen) y otras diez historias "nuevas". Asegura Wolff en la "Nota del autor" que se ha permitido la libertad de revisar algunas de las aquí incluidas bajo el epígrafe "Relatos escogidos", ya que "nunca he considerado mis relatos textos sagrados" (p. 11). Dudo mucho que el lector medio sea capaz de establecer las diferencias entre original y revisión, al no ofrecerse indicación alguna de las "mejoras" o cambios efectuados; simplemente menciona que "donde he considerado necesario mejorar algo, he respondido a esa necesidad lo mejor que he podido, por ahora". (p. 12)

Haya sido o no revisado, lo cierto es que "Cazadores en la nieve" continúa siendo un relato impresionante, probablemente el mejor que nunca haya escrito Wolff ; y también su relato más popular , "En el jardín de los mártires norteamericanos", una de las más punzantes sátiras de la vida universitaria, ha sido incluido como aperitivo para el resto. Pero más interesantes que los veintiún ya conocidos –entre los que merece la pena citar "La alegría del soldado", que podría firmar el propio Hemingway, o "El mentiroso", donde hace brotar el sonrojo de los lectores engañando incluso sobre la muerte de su padre (acaso se encuentre en este cuento el germen de Vieja escuela)– son los diez recopilados por primera vez en un libro. El escritor no deja de sorprendernos por más que, como si de Houdini se tratara, sea un narrador capaz de convertir lo ilógico en natural de forma que el lector se plantee, cuando no cuestione, los valores y verdades universales. En "La declaración", el protagonista, un abogado, es acusado de acosar a una joven. Simplemente se había fijado en ella pero, ¿acaso se puede racionalizar la percepción humana?

Todavía resulta más sorprendente "El beneficio de la duda", en el que un americano, de vacaciones en Italia, sufre un intento de robo y acaba ayudando al ladrón y convirtiéndose el mismo, de forma involuntaria, en una suerte de estafador de un taxista que terminará por pedir perdón al americano tramposo. "Una estudiante madura" vuelve a zambullirnos en el mundo universitario, de igual forma que "Ruiseñor" se escribe con el paisaje de la vida militar como telón de fondo. Tal vez sea "Reducida a huesos" la historia más interesante. El protagonista acompaña a su madre en los trascendentes momentos de la agonía, pero "el juego de Freud" puede resultar traicionero y "cualquiera de esas cosas podría estar activa por debajo del horizonte de su conciencia." (p. 408)