Image: De charla con Ava Gardner

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El Cultural

De charla con Ava Gardner

27 abril, 2010 02:00

Estatua de Ava Gardner en Tossa de Mar, Gerona



Camino por Tossa del Mar y pregunto por la Ava Gardner. Unos me cuentan unas cosas, otros las mismas pero de distinta forma y yo concluyo: si hay que rendirse ante una bandera, esa bandera no es otra que el cuerpo de esta mujer con fama de pendón.

Una mujer que llegó hasta Tossa del Mar, un pueblo de Gerona para hacerlo famoso y rodar una peli de las de Hollywood de la época. Cuentan que aprovechó los calores mediterráneos para destapar lo más íntimo de su caja de juguetes. El torero Mario Cabré corrió con la suerte del muñeco y el Frank Sinatra hizo vudú con él. Los cuernos de la voz se afilaron de tal forma que tiempo después, Tossa del Mar, sería la primera ciudad del mundo que se declaró antitaurina. Demasiados cuernos para la comarca.

-Coronaste a la voz con el armamento de un Victorino. -Aseguro yo, desafiante.
-Me lo quería pasar bien, toreándole. -Suelta ella, mirándome por el rabillo del ojo.

La llevo a mi terreno. Le digo que los matadores de la época salían al ruedo embriagados por el olor animal que su cuerpo desprendía entre barreras. También le digo que una mujer así, en estos tiempos andróginos que corren, se tendría que haber dedicado a la tortilla.
-De fatatas- dice ella con ironía.
Hay que hacerse cargo que la Ava Gardner aprendió nuestro idioma con una manera muy excitante de pronunciar ciertos platos.

-Pero también sé cocinar otras cosas -va y me suelta, con la voz velada por el insomnio y la juerga. El animal más bello del mundo se muestra con los cabellos sueltos y los juguetes a la vista, dispuesta para la distracción. Pero yo no me despisto, sigo a lo mío.

-Otra cosa que te quería preguntar, Ava, a propósito de tus aventuras en España, era por tu relación con Manuel Fraga y no precisamente porque fueras tú la que aireases el asunto. Sino porque fue él mismo el que lo dijo.
-Yo le dije que se viniera a tomar unas copas conmigo -me dice ella con indiferencia- y él pasó de mí. Pero eso no creo que sea algo para presumir.
-No por tu parte. -Salto yo, sin perder de vista la firmeza de sus pechos que anuncian la hora del recreo.

Entonces va y me asegura que no sólo Fraga rechazó su ofrecimiento. También lo rechazó un Guardia Civil, que iba de uniforme y tocado con tricornio. Yo hago un chiste que ahora no viene a cuento y luego aseguro:
-Date cuenta que la gente de orden es gente muy obligada por sus convicciones, Ava. Por lo mismo hoy, la gente de orden, ordena que acaben las corridas de toros. Se sienten obligados a rechazar la belleza en cualquiera de sus manifestaciones.

Pero como parece que no le va el rollo de la demagogia, me corta, pregunta por mis convicciones y yo le digo que no tengo las de Fraga y que puestos a jurar bandera, pues eso. Para que luego vaya y me presuma.