Image: Jorge M. Reverte

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El Cultural

Jorge M. Reverte

"El general Rojo es el antecedente más claro de militar moderno en España"

22 junio, 2010 02:00

Jorge M. Reverte

Vicente Rojo escribía en los años 60 a marchas forzadas. Tenía que acabar su Historia de la guerra civil española. Era un deber moral autoimpuesto dejar constancia de todo lo vivido en aquellos tres años (del 36 al 39) de violencia desatada. Él, principal estratega del ejército republicano, había sido testigo privilegiado de la enajenación colectiva más cruenta de nuestra historia. Escribía mientras un enfisema, producto del tabaco, le carcomía los pulmones. Había sido reducido por las autoridades franquistas a una "muerte civil" tras volver del exilio en 1957. En su piso de la calle Ríos Rosas, al que apenas nadie se acercaba por miedo a las represalias, recordaba el horror. Pero la muerte clínica sucedió a la civil en el 66. Los papeles mecanografiados y manuscritos quedaron en el Archivo Histórico Nacional. Jorge Martínez Reverte ha "editado" ahora ese material y la Historia de la guerra civil española (RBA), según el legendario general Rojo, ve la luz al fin completa.

Pregunta.- Gran parte del libro no se había publicado nunca. Permanecía custodiado en el Archivo Histórico Nacional. ¿Cómo ha sido el trabajo con este material inédito?
Respuesta.- Sólo se había publicado Así fue la defensa de Madrid. Quedaba por salir a la luz los antecedentes de la guerra y lo que sucedió después, que es mucho, casi la mitad de libro. A él no le dio tiempo a terminarlo. He tenido que editar sus textos manuscritos y mecanografiados. Los primeros me han dado mucho trabajo porque su letra era muy pequeña y me costaba entender sus correcciones.

P.- Literariamente ¿qué valor le concede?
R.- Él era un hombre que escribía bien, muy ilustrado. Sabía perfectamente lo que hablaba y sabía cómo decirlo.

P.- Y en el plano historiográfico, ¿cuáles son sus principales aportaciones?
R.- Hay muchísimas. Demuestra que quién realmente paró el golpe fueron los militares y las fuerzas de orden republicanas, no las milicias, como románticamente se ha querido hacer creer. También es novedoso su retrato de los militares de su generación, que eran, como él católicos y conservadores, pero no tienen el temor de que la República vaya a conducir a España a un régimen bolchevique. Esto desdice las tesis de Pío o César Vidal, que dicen que los militares dejaron de creer en la República en el 34, con el alzamiento obrero en Asturias. Ocurrió lo contrario: al sofocar la revuelta muchos militares se convencieron de que el régimen republicano era capaz de defender el orden público.

P.- ¿Por eso dice que las primeras víctimas del golpe fueron los propios militares?
R.- Efectivamente. Así fue: los primeros asesinatos de los sublevados se cometieron contra otros militares, generales y coroneles, que se oponían al golpe.

P.- Habla de Rojo como de un militar "moderno", casi como los de ahora...
R.- Yo aprecio mucho en los militares de alta graduación de hoy, los que tienen cincuenta y tantos años, dos cosas sobre todo: que son fieles a la Constitución y que además saben idiomas. El antecedente más claro de este tipo de militar es Rojo. Él tradujo del francés los principales manuales de estrategia militar para la Academia de Toledo.

P.- Quizá su principal logro como estratega fue la defensa de Madrid. ¿Cuál fue su acierto clave?
R.- Él fue el gran organizador. Miaja tenía el carisma, pero Rojo era el cerebro. Supo, esta vez sí, apoyarse en las milicias de los partidos. Él recupera un concepto de la Revolución Francesa, el de la nación en armas, y lo aplica a la situación tan delicada que vive el Madrid asediado. Integró a los madrileños que querían resistir en el ejercito popular y consiguió algo fundamental: convencer a los partidos y a los sindicatos que sin disciplina no se llegaba a ninguna parte.

P.- ¿Por qué decide volver de su exilio en el 57, una decisión que le costó su "muerte civil"?
R.- Esperaba un trato más respetuoso. Necesitaba volver a España. Su añoranza no se puede cuantificar en términos objetivos. Pero Franco no tenía piedad y le sometió a, como él mismo dijo, "una muerte civil". Lo más triste fue que los militares a los que salvó la vida durante la guerra, escondiéndolos en su casa, y que no se atrevieron a agradecérselo.