¿Ficción o realidad?
A caballo entre la fantasía y las más realistas historias, la Literatura Juvenil conserva a sus lectores en plena crisis
22 diciembre, 2011 01:00Ilustración de J. Sáez Castán para Nada pura 100% (Anaya)
Que un escritor tan extraño al género como Ray Loriga recale en la literatura infantil y juvenil muestra cómo ésta resiste la depresión generalizada de una industria del libro que ha vivido su annus horribilis. Para saber por qué, hablamos con Loriga, con la superventas Laura Gallego, y con Maite Carranza, Premio Nacional 2011.
El bebedor de lágrimas (Alfaguara, 2011) de Loriga se acopla al canon a la perfección al presentar una historia protagonizada por jóvenes fantasmas que se ofrece, además, como el primer eslabón de una trilogía. Dice su autor que "se trata de una novela romántico-criminal-fantasmagórica, o algo así. Un juego de enredos escrito con cuidado y respeto a cada uno de esos géneros, pero sin dejar de divertirme. No tenía una razón específica, sencillamente me pareció buena idea, y lo pasé muy bien haciéndolo. Espero que los lectores también. La literatura de aventuras será siempre necesaria y recomendable. No sé lo que le he podido aportar al género juvenil, tan tipificado como se encuentra hoy, tal vez algo de crueldad y sentido del humor".
Búsqueda del equilibrio
Cuando con sólo 21 años Laura Gallego (Valencia, 1977) ganaba el premio Barco de Vapor por Finis Mundi (1999), no era fácil adivinar lo que vendría después. Su trilogía Memorias de Idhun ha vendido más de 750.000 ejemplares haciendo de ella una estrella seguida por legiones de hiperactivos lectores que la persiguen en la Red. Cuando firma libros su integridad peligra ante las colas infinitas de chavales a los que no dedica más que un ejemplar por barba.Gallego, que lleva 25.000 ejemplares vendidos de Donde los árboles cantan (SM, 2011) sabe que la saturación amenaza la LIJ pero es realista: "Lo más importante ahora es encontrar un equilibrio entre las novedades aparecidas al calor de una determinada ‘moda' o tendencia y los nuevos caminos que puedan surgir. Aún sigue coleando la tendencia vampírica a raíz del éxito de Crepúsculo, pero los que seguimos al día la literatura juvenil sabemos que lo que buscan y publican las editoriales ahora son novelas de ciencia ficción, futuristas o distópicas, que recojan el éxito de Los juegos del hambre. Y hay que buscar un equilibrio, porque, aunque a algunos les escandalice que se publiquen tantos libros aparentemente similares, las ventas que generan son importantes para capear el temporal de la crisis y poder, así, invertir en otras obras que puedan parecer menos comerciales".
A contracorriente, sin duda, se ha batido la escritora Maite Carranza (Barcelona, 1958) con Palabras envenenadas (Edebé, 2011), una insólita narración sobre los abusos sexuales a menores que ha merecido este año el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. Ella defiende que se trata, más que de un género en sí mismo, de toda literatura que se dirige a un público menor de dieciocho años. Eso incluye fantasía, realismo, costumbrismo, humor, policíaco... las posibilidades de hablar a los jóvenes acerca de sus conflictos y el mundo en el que viven son infinitas. Y se puede hacer de infinitas maneras. Hay millones de historias esperando ser escritas y todas ellas aportarán algo a la reflexión de los jóvenes porque detrás de una risa alocada hay una sátira; detrás de una lágrima, un drama real; detrás de un pensamiento, una información nueva; detrás de una duda, un resquicio sobre verdades incuestionables. Los libros, en tiempos de crisis, pueden convertirse en amigos fieles que no nos traicionarán".
El rigor y el talento
¿Pero qué pasa con la calidad? ¿Cuán exigentes son los jóvenes lectores a la hora de elegir entre buenas historias o engullir más de lo mismo? Laura Gallego asegura que "la literatura fantástica no es incompatible con la calidad, y mucho menos con la imaginación. La fantasía es el universo de los mundos posibles. Pocos géneros que exijan tanto esfuerzo imaginativo como la literatura fantástica, que, además tiene también sus grandes clásicos. Pensar que se trata de un género menor, de escasa calidad o falto de imaginación es un prejuicio habitual en la gente que ha leído muy poco o nada de literatura fantástica".Ray Loriga no deja de recalca que "la literatura costumbrista no implica un marchamo de calidad, ni tampoco nombrar a algo como fantástico asegura que haya mucha fantasía en la escritura. La literatura se debe una y otra vez, y en cada uno de sus registros ,al rigor y el talento de quien la escribe. Así las cosas, la imaginación y la calidad son puntuales y propias de quien tiene la suerte de conseguirlas. Todos los escritores soñamos con ser uno de esos afortunados y trabajamos para serlo".
Por su parte, Maite Carranza argumenta que "en toda moda existe un momento de saturación máximo. Ahora ocurre con la fantasía juvenil. Se trata de saber diferenciar la buena literatura de los plagios en serie, de las malas copias, de las fórmulas vacías. El tiempo dirá y los lectores responderán con buen criterio. Últimamente, tal vez debido a un cierto cansancio, algunos escritores hemos apostado por el realismo social y hemos tenido una buena acogida. Eso demuestra que los jóvenes están abiertos a nuevas ideas a pesar de las modas imperantes".