Maestros del sexo (y III)
En su ensayo de referencia Teleshakespeare (Errata Naturae, 2011), Jorge Carrión habla del “giro manierista” que ha tomado la representación visual del sexo en la teleficción. Series como Roma y Spartaco lo han convertido en una marca de estilo para atraer audiencias y retratar el entorno de promiscuidad de sus relatos históricos. Sin duda, las formas de Juego de tronos se levantan sobre las ruinas del clasicismo, y ese efecto manierista está presente en la vileza moral, en el lenguaje soez y, sobre todo, en el sexo sin pudor, otra suerte de soft porn estilizado. Incluyo aquí la pieza de casi cinco minutos del episodio 1.7 con la que la serie mostraba plenamente sus cartas en lo referente a cuestiones sexuales. El mundo de bajeza moral, promiscuidad y podredumbre atmosférica que retrata Juego de tronos desde luego no sería el mismo sin su manifiesta lascivia. En este fragmento, Petyr “Meñique” Baelish revela cómo el sexo es su principal arma en el tablero de conspiraciones de la serie, mientras dos mujeres desnudas simulan un encuentro sexual entre cliente y prostituta, con prácticas que van del sexo oral a la sodomía. Lo que está en juego en esta escena, que ya comenté en este post tiempo atrás, es un discurso sobre el exceso de las formas.
Aunque no se distingue precisamente por su contenido sexual, Homeland ha jugado sus cartas sexuales con inteligencia, en el modo en que la relación entre Carrie y Brody se ha desarrollado a caballo entre la conveniencia y la genuina pasión amorosa. Especialmente en la primera temporada, la única que realmente merece la pena. Especialmente interesante me parece el modo en que dos escenas de contenido sexual establecen un diálogo que podéis ver debajo de estas líneas. La primera es un fragmento del primer capítulo y muestra dos cosas: la dificultad (imposibiildad) de adaptación de Brody al nido amoroso de su mujer tras su traumática experiencia en su inesperado regreso al hogar, y el modo en que Carrie es testigo privilegiado, secreto, de esa situación. Siete capítulos después, somos nosotros los observadores de cómo Brody solo puede superar ese trauma precisamente con Carrie, el único personaje que le comprenderle, y con el que consecuentemente podrá intimar con naturalidad.
Efectivamente, el sexo es la última forma de conocimiento, y así lo ha explorado Homeland. Pero el sexo quizá ya no es suficiente. Y más allá del deseo nos topamos con la muerte, la violencia. En Boardwalk Empire, la serie creada por Martin Scorsese y Terrence Winter, el sexo adquiere un tratamiento cada vez más gráfico y también más complejo. Una posible evolución la podemos trazar en dos fragmentos de la serie:
1) Perteneciente al episodio Broadway Limited, es una muestra no sólo de cómo la primitiva sensualidad de Paz de la Huerta puso la pimienta en la temporada inaugural, sino de la desinhibición con que la serie se ha atrevido a mostrar los desnudos integrales, de un modo realmente insólito hasta entonces.
2) En este segundo fragmento, que corresponde a la cuarta temporada (episodio New York Sour), entendemos que el sexo no es mero espectáculo, sino puro drama, un elemento esencial para la narrativa. De hecho es la escena que desencadena y determina la evolución de una de las líneas dramáticas principales de la cuarta temporada. Cruda y brutal, lo sensual y lo sangriento acaban tocándose, en una sorprendente, macabra escena de sumisión sexual y racial que en lugar del orgasmo tiene su culminación en un crimen hiperviolento.
CODA: No queremos terminar esta serie de posts en torno al sexo seriófilo en un tono tan grave y macabro. La aproximación al sexo también puede ser sana y refrescante, es decir, desde la comedia. Sitcoms como Arrested Development o Community o El show de Larry David (memorable el episodio Palestinian Chicken de la última temporada, donde el sexo se ofrece como canal para liberar las tensiones entre judíos y palestinos) ofrecen miradas realmente interesantes, si bien ha sido el cómico Louis C. K., a través de su serie Louie, quien con mayor originalidad y transgresión ha abordado el sexo. Su subversión procede sobre todo de la palabra. La mayor parte de sus monólogos humorísticos tienen de hecho un contenido sexual –ahondando en lo escatológico, lo perverso, lo repulsivo y lo macabro–, con hilarantes reflexiones en torno a los placeres de la masturbación o a la dificultad de las relaciones en pareja. Esas relaciones están marcadas por los miedos fóbicos de Louie a la “vagina”, que se definen mediante encuentros sexuales que van de la frustración al surrealismo. Los chistes sexuales conviven con un progresivo sentimentalismo, que se va adueñando de la serie en los capítulos finales.
Me permito aquí colgar un montaje de cosecha propia con algunos de esos momentos “sexuales” que hacen tan singular la serie de Louis C. K. Atentos a la colaboración especial, delirante, de Melisa Leo en un capítulo antológico.