Mirar (escultura) contemporáneamente
Nueva etapa en el Museo Patio Herreriano de Valladolid. La muestra Una dimensión ulterior recorre las claves de la escultura española junto a las propuestas de cuatro jóvenes artistas que enfilan hacia el futuro
16 julio, 2019 12:38Contar historias de manera sugerente partiendo de los fondos de un museo es un reflejo de la capacidad del arte de entender su pasado y de ofrecer otras vías de aproximación a las obras valiéndose de la imaginación. En 2003, el Museo Patio Herreriano celebraba la exposición Cuatro dimensiones en la que, partiendo de la Colección Arte Contemporáneo, ofrecía miradas alternativas al desarrollo de la escultura en España. Quince años después, este proyecto supone el punto de arranque de Una dimensión ulterior. Aproximaciones a la escultura contemporánea en España, la muestra con la que este mismo centro huye, como aquella, del dogmatismo y los grandes relatos, proponiendo fijar la mirada en el valor de las pequeñas historias explicando con asociaciones muy sugerentes algunas de las claves de la escultura en nuestro país.
Una apuesta sin duda admirable que promueve el análisis atento de la producción de los artistas de nuestro país
Para esta nueva entrega Javier Hontoria, director del museo, ha reunido la obra de 32 artistas españoles con los que articula un estimulante recorrido dividido en seis ejes temáticos que se expanden por seis de las salas del centro. Con ellos se abordan cuestiones tan variadas como la forma y la antiforma, el extrañamiento de lo propio, las raíces vernáculas, la relación entre lenguaje, cuerpo y materia, el diálogo entre el carácter orgánico de la naturaleza y su reverso mecánico y las tensiones entre el fragmento y el todo. Se trata de un proyecto que al tiempo que plantea alternativas a las lecturas más previsibles, propone modelos historiográficos que reflejan la labor de este museo en favor de la práctica artística española durante las últimas décadas. Una apuesta sin duda admirable en la medida en que son escasos los museos españoles cuya programación promueve, con ánimo de continuidad, el análisis atento de la producción de nuestros artistas.
Para hablar del tiempo y el espacio en la escultura, la exposición propone conversaciones reveladoras como la que se establece entre las notaciones de ideas y formas de Elena Asins e Itziar Okariz o entre las fotografías fantasmagóricas de Patricia Dauder y la negación de la imagen del vídeo de Jaume Pitarch, en el que el polvo levantado después de barrer oculta la imagen hasta que el tiempo propicia su restitución. La dicotomía entre el fondo y la forma se aborda combinando de manera acertada materiales, formas, colores y conceptos, en piezas de Fernando Sinaga y Pello Irazu con producciones de artistas tan distintas como Ángela de la Cruz, Elena Aitzkoa y Nuria Fuster. En esta misma sala y estableciendo una lúcida conversación entre Susana Solano y Cristina Iglesias, la muestra introduce la rotunda sencillez de la obra de June Crespo, capaz de cuestionar desde la singularidad de un lenguaje tan sorprendente y sensible como de corte biográfico, los postulados más recios de la escultura vasca
El papel del cuerpo y el lenguaje así como la batalla que libran en la producción de artistas como Pepe Espaliú, Julia Spínola y Antoni Llena, entronca con el rol del material en las obras de cerámica, metal y cuerda de Teresa Solar, las nerviaciones fosforescentes de Elena Blasco, el volumen de las sombras de Juan López o las delicadas parafinas de Eva Lootz enfrentadas a dibujos de Salvador Dalí que aluden a la ductilidad de la materia y al característico reblandecimiento de las estructuras. Se trata de un tema, el de la materia, que vuelve a aparecer con extraordinaria originalidad en la sala donde la tradición rural se bate con el fragor de lo urbano en las obras de David Bestué, Jorge Barbi, Fernando García, Diego Delas o Jacobo Castellano, permitiendo la coexistencia de materiales tan variados como resina de poliéster, cartón, hojas secas, piel de melón, pan de oro, polvo de Monegros, balas de oliva y polvo de humo.
Junto a esta muestra de tesis que certifica el buen estado de la escultura española debido, entre otras razones, a su expansión hacia el ámbito de lo bidimensional, la poesía, la música, el teatro, la fotografía, la artesanía, lo místico y la performance, puede verse un interesantísimo diálogo de la obra del pintor madrileño José Díaz con dos obras paradigmáticas de la gran escultora Ángeles Marco, así como los proyectos de tres artistas muy jóvenes cuya presencia en nuestros museos ha sido, hasta ahora, prácticamente invisible.
En la primera de ellas, en la Capilla de los Condes de Fuensaldaña, Elena Aitzkoa (Apodaca, 1984), interesada por la música, la poesía, la escultura y la acción, ha realizado su intervención más extensa hasta el momento: Zarza Corazón, que se vale de un importante número de obras realizadas a través del ensamblaje de materiales diversos. Con la intención de extraer del interior de su obra el alma de una emoción que la artista transcribe en forma de poesía, silbidos o canciones de gran ternura, el día de la inauguración realizó una acción en la que dialogaba con algunas de sus obras diseminadas por el suelo, haciendo gala de una sensibilidad muy poco habitual en este tipo de acciones.
Al hilo de su interés por la materia y el deseo de atrapar con la pintura la calidez y proximidad de la luz de su entorno, la exposición Asir, de Mercedes Mangrané (Barcelona, 1988), reúne en la Sala 9 dieciocho óleos sobre tela realizados desde 2017. Reflejan su fijación por los detalles ocultos de la arquitectura que sólo son visibles a través de una mirada atenta y la ayuda del tiempo, en una incitación a sentir que logra con un diálogo entre la abstracción y la figuración.
Irene de Andrés (Ibiza, 1986) y su exposición Donde nada ocurre cierra estas propuestas de la nueva etapa del Patio Herreriano mostrando, por primera vez, la totalidad de su investigación sobre las relaciones entre el turismo y la tradición popular tomando como punto de partida la cultura de club y su impacto en Ibiza durante los años sesenta y setenta. Se articula en torno a un vídeo y distintas obras de factura muy diversa alrededor de un tema que la artista ha analizado en profundidad. La propuesta es una confirmación, también, de que hay mucho que descubrir en nuestro entorno más inmediato. Sólo hay que prestarle atención.
Decíamos, al comienzo, que no abundan las ocasiones de revisitar las colecciones desde perspectivas imaginativas. Una dimensión ulterior lo logra con creces y coincide, en el tiempo y a escasos metros de distancia, con la propuesta del Museo de Escultura Almacén. El lugar de los invisibles, de la que ya se ha dado cuenta en estas páginas. Los fondos como cerebro y sala de máquinas de los museos revisitados de una manera muy sugerente.