La guerra del inglés en España (1808-1814): La historia como campo de batalla
La historiografía inglesa ha sido víctima de la propaganda propia, que ha exagerado el papel de sus ejércitos
16 julio, 2019 11:02Manuel Moreno Alonso. Silex. Madrid, 2019. 1.342 páginas. 52 €
Manuel Moreno Alonso (Sevilla, 1951) es uno de nuestros mejores especialistas en el complejo periodo de tránsito entre los siglos XVIII y XIX, marcado en España por hechos tan importantes como la terrible crisis bélica que siguió a la invasión napoleónica, el surgimiento del liberalismo y la Constitución de Cádiz, o la feroz reimplantación del absolutismo a manos del rey felón, Fernando VII. Moreno Alonso corona su extensa bibliografía sobre estos temas con este monumental análisis de la que llama “la guerra del inglés”, denominación con la que se refiere al gran conflicto que la historiografía española conoce como “guerra de la Independencia”, aunque entre los ingleses se la llame “guerra peninsular”.
Tal diferencia de nombres esconde los relatos y valoraciones que ambas historiografías han ido realizando en los 200 años transcurridos desde aquella catástrofe; unas divergencias que constituyen la trama principal del libro, como indica el subtítulo: “La historia como campo de batalla”, si bien el autor se centra en el estudio de la versión inglesa de la guerra, que ha prevalecido con escasas excepciones desde los primeros estudios –como la obra canónica de Napier, publicada en 1828– hasta los de los historiadores actuales. Ello justifica la denominación de “guerra del inglés”, pues el relato de la misma imperante en aquellas latitudes la ha contado como “cosa propia”, reduciendo la acción contra las tropas francesas a la intervención de los ejércitos británicos, con un absoluto olvido, e incluso desprecio, de la lucha llevada a cabo por los españoles. La insistencia en su protagonismo exclusivo ha ido acompañada, desde un principio, por la mitificación de Wellington y la conversión de la guerra peninsular en uno de los grandes mitos nacionales británicos, sustento de su orgullo nacional.
La historiografía inglesa ha sido víctima de la propaganda propia, que ha exagerado el papel de sus ejércitos
Españoles y británicos raramente actuaron de forma conjunta. Los recelos de los primeros, alimentados por la crueldad y las numerosos abusos y destrucciones realizados por los segundos, más propios de enemigos que de aliados, se unieron al desprecio de la mayoría de los ingleses por los españoles, a quienes consideraban un pueblo atrasado e incivil –incluido el propio Wellington, de quien Moreno Alonso resalta su “animosidad hacia lo español”–.
Pero la victoria contra las tropas de Napoleón no hubiera sido posible sin el esfuerzo de ambos; en el caso de los españoles, no tanto de las tropas regulares –mal organizadas, indisciplinadas y poco capaces, según el autor–, cuanto de la guerrilla y la oposición permanente e incansable de la gente común. La versión inglesa no permite entender la derrota de los franceses, pues solo la feroz resistencia popular explica los éxitos de un ejército reducido, inactivo durante largos periodos y en permanente actitud defensiva, como fueron las tropas británicas desplazadas a la península ibérica (todo lo más 30.000 hombres, cuando los franceses llegaron a contar con 300.000). De ahí la “excepcional oleada de hispanofilia” que conmovió entonces al Reino Unido, pronto desvirtuada ante las versiones oficiales, lo que provocaría las protestas de liberales exiliados en Gran Bretaña, como José Canga Argüelles o Antonio Alcalá Galiano. La historiografía inglesa ha sido víctima de la propaganda propia, que ha exagerado enormemente el papel de sus ejércitos y la genialidad de su general en jefe, convertido en un mito frente a Bonaparte, pese a que, “ninguna de sus batallas decisivas merece la consideración de ‘grande’ y no pocas de sus decisiones fueron erróneas, hasta el punto de haberse podido convertir en clamorosos desastres”.
El libro –fruto de una larga y exhaustiva investigación, aunque excesivamente prolijo y con frecuentes repeticiones– analiza las numerosas manifestaciones de la opinión inglesa sobre la guerra y los españoles, incluidas las escasas que fueron favorables a estos, y señala la necesidad de acometer una profunda renovación de la historiografía militar sobre aquel conflicto, no solo la inglesa sino también la española, la cual “ha fluctuado entre posiciones nacionalistas y una anglofilia liberal, que en ciertos momentos sublimó el papel británico”.