Arte

El cosmos, del romanticismo a la vanguardia

El lenguaje de las estrellas

28 noviembre, 1999 00:00

Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Montalegre, 5. Barcelona. Hasta el 20 de febrero

Cosmos: del romanticismo a la vanguardia es una exposición compleja, dilatada y de una excepcional riqueza que facilita diversidad de itinerarios de aproximación; más aún cuando de lo que se trata es de la imagen del universo y de las relaciones del arte con la técnica. Sin embargo, existe una pieza -se trata de una instalación- que podría considerarse una especie de símbolo: La ascensión de la memoria de Claudio Parmiggiani. Muy esquemáticamente consiste en una especie de ventana abierta a las estrellas, accesible con una escalera que se apoya sobre una tela virgen. La ventana de Claudio Parmiggiani es una ventana abierta al infinito, tan solo accesible con la escalera de la imaginación. La escalera es el instrumento del artista; vínculo entre el cielo y la tierra y, como escalera que es, posee un doble movimiento hacia arriba, pero también hacia abajo o de vuelta, que ha de quedar plasmado en la tela. Al decir estrellas e infinito estamos hablando de una cosa que no sabemos ni podemos definir con exactitud: ¿el deseo? ¿el origen? ¿el destino?... En fin, este algo que, según dicen, está escrito en las estrellas y me temo que, de existir, tan solo el arte o la poesía pueden descifrar.

En este sentido es muy significativa la lectura de Rafael Argullol sobre una obra que también se presenta en la exposición, Hombre y mujer contemplando la luna de Gaspar David Friedrich. Para Argullol, la magia luminosa del planeta que tanto atrae y absorbe a la pareja, es el doble, la replica de la tensión o de la relación amorosa que viven los dos personajes. La representación del macrocosmos a imagen y semejanza de los anhelos de los hombres. Como Algol, estrella cambiante, formada por dos astros, uno brillante y el otro opaco, el infinito también puede ser símbolo de la muerte. Los paisajes del romanticismo -punto de arranque de la exposición-expresan un sentimiento de desposesión, absurdo y soledad frente a lo Ilimitado e inmensurable de la naturaleza. Se trata de una naturaleza inabarcable -sublime es la palabra adecuada- en que el hombre se representa minimizado, como una hormiga, expresión de su posición de insignificancia y enfrentamiento con respecto a aquélla. Esta naturaleza inspira sentimientos contradictorios; cierto que provoca angustia, pero al mismo tiempo inspira fascinación; y es que el romanticismo se desarrolla en una doble contradicción: atracción y terror ante la inmensidad del cielo.

Las estrellas poseen un significado muy rico, también representan el símbolo de la luz en la oscuridad: espíritu y sabiduría. Y este es otro de los capítulos importantes de la exposición: los visionarios y místicos que, como los alquimistas, han buscado en el lenguaje de las estrellas. éstos son Kandinsky, Malevitch, Klein, etcétera, que construyen un puente hacia el cielo y elaboran un idioma -si acaso el único capaz- para dialogar con el misterio del infinito. Su vocabulario abstracto o su noción de vacío es un espacio de conocimiento, un instrumento contra puesto al de la ciencia moderna y al racionalismo para explorar territorios espirituales. Puede que haya un sentido religioso, o que sea una espiritualidad más genérica, pero se trata de experiencias trascendentes que invocan el enigma del infinito.

En el ciclo que describe la exposición -del romanticismo a la vanguardia- hay una continuidad; de hecho las versiones del infinito mencionadas son complementarlas. Sin embargo, ¿cuál es la estrella Polar-el símbolo de la orientación- del ahora y aquí cuando se observa una fractura entre la ciencia superespecializada o/y el arte contemporáneo y el gran público? A esta pregunta no hay respuesta en las estrellas.